José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
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¡Felices fiestas!
23 junio, 2017
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Filiberto García, protagonista de El complot mongol, la novela de Rafael Bernal, recorre una ciudad que está a medio camino entre la modernización príista y la violencia escondida de los bajos fondos. García se encuentra sobre todo con la mafia china, pero también con prostitutas, vecindades precarias y una ciudad que sobrevive por debajo de la narrativa política. Por su lado, Adonis García, personaje legendario de El Vampiro de la Colonia Roma, es una suerte de flaneur que, en sus recorridos por la capital, va trazando una cartografía de los sitios donde se viven afectividades que en ese entonces todavía eran subterráneas. Los ejemplos pueden seguir, ya que en la literatura no hacen falta documentos que registren las zonas peligrosas de la Ciudad de México. “Una ciudad tiene cosas siniestras y cosas luminosas, como todo sitio, como las personas mismas. Una ciudad tiene sus espacios limpios y sus sótanos. Aunque, literariamente, lo atractivo de narrar son los sótanos: indagar en el lado oscuro, en el lado criminal, en el terror. Los escenarios ideales son esos. En la trastienda es donde ocurren los crímenes. Habrá quien, y no sé quién, haga una oda a la ciudad”, dijo Bernardo Esquinca, autor mexicano, en una conversación que sostuvo con Arquine en el marco de la Feria de Novela Negra, celebrada en la librería del Fondo de Cultura Económica Rosario Castellanos. “Las megaurbes son un fenómeno del siglo XIX y que se afinó a principios del siglo XX. Ya el concepto de megaurbe trae muchos problemas, no sólo de crimen, también de urbanización, tránsito, saturación de espacios, neurosis. Las megaurbes son lugares caóticos y así como desatan delincuencia, se transforman en escenarios ideales para la literatura”, puntualizó.
Esquinca forma parte de una larga tradición narrativa que revisa el crimen y lo sobrenatural de la capital mexicana. “Las manifestaciones, los recorridos posibles, el ruido y los espacios para mí son estímulos creativos y también la arquitectura, tanto la bonita como la fea. Tengo muchas historias muy específicas inspiradas en edificios que existen y que pueden ser identificados con santo y seña por mis lectores. Como escritor, necesito la ciudad. Además, es una figura metafórica. La ciudad, literariamente, funciona como un ente corruptor: así nació el hard boiled, la novela negra de entreguerras. Este género mantuvo a la urbe como protagonista, a la urbe como un ente que corrompe”, dijo sobre su propia práctica literaria. Aunque esta vertiente de la ciudad, al menos en los que respecta a México, va construyéndose desde tiempo atrás: “Hay una parte que abreva de las leyendas en las que se han basado distintos escritores. Por ejemplo, los llamados escritores colonialistas que trabajaron a principios del siglo XX, como Artemio del Valle Arizpe. Él tiene tomos enteros donde recrea todas las leyendas de Don Juan Manuel, de la calle del Indio Triste, de la calle de la Mujer Errada, de La Llorona. Eso son ya clásicos de nuestra literatura, pero están basados en esas calles sobrenaturales de la ciudad. Ya moviéndonos a épocas más recientes, hice una antología junto a Vicente Quirarte titulada Ciudad fantasma, que buscaba reunir el relato fantástico alrededor de la Ciudad de México y ahí podemos leer a distintos monstruos, como de nuevo La Llorona o Don Juan Manual, un hombre que después de pedir la hora te acuchilla y que trabajaba en la calle República de Uruguay. Pero más adelante vemos otros mitos, como el metro, que ya es parte del ADN urbano. El primero que narró un cuento sobre el metro fue José Emilio Pacheco, un cuento titulado ‘La fiesta brava’. La trama es que hay pasadizos secretos del metro donde se siguen haciendo sacrificios aztecas. Las mitologías se van moviendo. No sólo están nuestras leyendas tradicionales, también está nuestro pasado prehispánico como en un cuento como el de Mauricio Molina, donde la Coatlicue todavía ronda la plaza de Santo Domingo. O también se pueden llegar a mitos más recientes. Alberto Chimal tiene un cuento extraordinario en esta antología que se llama ‘La mujer que camina para atrás’ que va sobre un espectro del terremoto del 85 que se aparece en el Centro Histórico para aterrorizar a la gente, para reclamarles que siguen vivos. Vicente Quirarte ha hecho cuentos de hombres lobo en Chapultepec. Yo tengo un cuento sobre el 2 de octubre, releído en clave zombi. Nada se ha escapado. Yo creo que esta urbe nos permite todo eso porque en esta urbe todo es posible, tanto en la realidad como en la ficción. Por eso creo que la Ciudad de México permite narrar a estos monstruos. Esta ciudad genera monstruos”.
Esquinca también señaló algunos de los espacios —o de las arquitecturas— en que, en un marco mucho más amplio, los géneros policiacos y de terror se han desarrollado. “La literatura gótica se ubicaba en castillos. La policiaca del siglo XIX se ubicaba en casas. Lo que hacían Conan Doyle y Agatha Christie era centrar la narración en personajes de la aristocracia: en sus mansiones, en sus clubes exquisitos, en sus bibliotecas, es donde ocurrían los crímenes, incluso en el precursor de esto que es Edgar Allan Poe. Los relatos policiacos de los ‘Crímenes de la Calle Morgue’, ‘La carta robada’, y demás, a veces ocurren en París pero no retratan la ciudad. La actividad ocurría en la mente de los detectives. Sí aparecían las ciudades, pero no como protagonistas. La urbe, ya como protagonista de un relato policiaco, de un relato de terror, es más un fenómeno de entreguerras, con las novelas de Raymond Chandler, las novelas de Dashiell Hammett, por mencionar a sólo dos. Pero creo que antes era más focalizado, mucho más doméstico, con jardines, sabuesos, establos, etc. Aunque, pienso que en Oscar Wilde con El Retrato de Dorian Gray sí apareció la ciudad con sus bajos fondos, porque Dorian Gray se mete a explorarlos. Pero yo puedo afirmar que la urbe como protagonista es un fenómeno del siglo XX”.
¿Por qué existe esta relación tan estrecha entre el crimen y la ciudad, entre sus bajos fondos y la literatura? “A partir del siglo XIX es indisociable una historia de una ciudad con una historia del crimen. Puedes acceder a una historia muy importante de una urbe a través de su relación con el crimen. Por ejemplo, en Estados Unidos durante la época de la prohibición del alcohol. Tú puedes entender, estudiando ciertas modificaciones de la ciudad a través de esa prohibición, con todo lo que ocurrió con los gánsteres, las bandas, el gobierno involucrado, etcétera. O las mafias de los años cincuenta y sesenta. Esto tiene que ver con flujo de dinero, prohibiciones, también con los placeres que surgen como los casinos y los burdeles, prostíbulos, zonas rojas, zonas de tolerancia, que también son cosas que van marcando a una urbe y son los escenarios donde el crimen suele estar a sus anchas. La transformación de la urbe, y la manera en que la viven sus habitantes, puede tener una relación con el llamado ‘vicio’, con el ocio, con las perversiones y los excesos, ya que esto tiene sus zonas muy claras en las ciudades”.
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