Ejes y transiciones: la arquitectura del skateboarding.
“…hemos aprendido que el skateboarding no es perjudicial para la vida urbana, sino que puede ser una ventaja para activar [...]
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12 marzo, 2024
por Erik Carranza L. | Twitter: SA_Anonima | Instagram: SA_Anonima | linktr.ee: Anonima_arquitectura
detalle de el tirano de la alegoría del mal gobierno por Ambrogio y Pietro Lorenzetti
las angelicales flores, las rosas y azucenas
que cubren campos celestiales
no me deleitan más que un recto consejo,
mas algunos veo que en su propio beneficio
me desprecian y engañan a mi patria
siendo más celebrado cuanto más maldicientes [1]
Versos en el fresco de La Virgen, señora de Siena, Maestà, de Simone Martini, en la Sala del Mapamundi.
El lenguaje de las ciudades, de Deyan Sudjic, fue escrito en “una granja situada a media hora del Palazzo Pubblico de Siena donde [nos dice el autor] pasé mucho tiempo viendo el mural de La alegoría del buen y el mal gobierno del artista italiano Ambrogio Lorenzetti”. Algo así como Martin Heidegger cuando se refugió en una casa de madera con cuatro habitaciones en el pueblo de Todtnauberg, a las afueras de Friburgo (Alemania), para escribir Construir Habitar Pensar, que sentenciaba con la frase “solo lejos de la ciudad se puede pensar bien” para explicar el motivo por el cual no sería profesor en Berlín y por qué prefería refugiarse en la búsqueda romántica de la soledad. Supongo que Sudjic también se alejó de la ciudad para poder Pensar Habitar Construir el lenguaje de las ciudades. Pero, a diferencia de Martin, Deyan tenía que recurrir habitualmente a la ciudad para poder hablar y escribir de ella y preguntarse:
En el cuarto capítulo de El gobierno de las ciudades, Sudjic le dedica un par de páginas al mural de La alegoría del buen y el mal gobierno, del artista italiano Ambrogio Lorenzetti (también participó en su hechura Pietro, su hermano), pintado entre 1338 y 1339 en el ayuntamiento donde los oligarcas que gobernaron la República Sienesa se reunían para el Concejo de los Nueve y deliberar así sobre temas de política y ciudad. Ubicado en el extremo norponiente, a este se llega desde una escalera de doble rampa a la Salle des Neuf o Sala de los Nueve, que funcionaba como una antesala a la Salle de la Mappemonde o Sala del Mapamundi, que era donde sesionaban los concejales. La Sala de los Nueve, también conocida como la Sala de la Paz, es un pequeño espacio de forma rectangular de aproximadamente 8.5 m × 17 m, con unos 144.50 m2 y casi 6 m de altura. Está iluminado de manera natural por una ventana de proporciones también rectangulares en la vertical (ahora con cortinas para proteger el mural), que recibía la luz proveniente del norponiente, desde la calle de Via Giovanni Duprè y Piazza Mercato (hoy un estacionamiento). Una luz artificial, que viene de un candil central a lo alto de 32 lámparas, sustituye esa luz natural, así como 16 reflectores ubicados en pares, 8 de cada lado, que refuerzan lo que esa luz natural ya no debe hacer. Sobre pisos cuatrapeados de barro, la alegoría se levanta a unos 3 metros de altura para poder apreciarla mientras uno camina y se dirige hacia los otros salones.
Esta alegoría es una de las primeras obras del arte occidental de temática no religiosa que lanza un primer mensaje de propaganda política y “establece con claridad la jerarquía entre los principios y los actos, entre las causas y los efectos, poniendo como ejemplo de orden cívico, la autoridad y la justicia”, [2] así como la importancia del bien común y que éste nunca puede estar por debajo de ningún interés privado. De ahí que establezca también el conflicto entre las virtudes y los vicios.
Si uno se para en este espacio a doble altura dándole la espalda a ese ventanal rectangular (al paisaje de la toscana italiana), lo que se puede ver es la siguiente disposición del mural de la alegoría dividido en tres secciones. La lectura no se da exactamente en el orden en que está pintada, de izquierda a derecha, ya que al dar vuelta hacia la izquierda (una vez pasando la puerta de acceso que viene de las escaleras) uno se encuentra con la sección central que es La alegoría del buen gobierno para, después, por decisión propia, girar la vista hacia la derecha o hacia la izquierda o viceversa —comúnmente nuestros ojos voltean a los dos lados, pero nuestra atención se centra hacia el lado izquierdo, al más llamativo de la alegoría.
La primera sección, la central —en el sentido corto, el transversal—, es la del buen gobierno, sobre un fondo bicolor, café-terroso, para hablar de lo terrenal, y azul para hablar de los celestial. La alegoría se divide en tres partes, de abajo hacia arriba, que representan lo ciudadano, lo institucional y lo divino. Inicia con una narrativa y descripción de izquierda a derecha. La primera figura que vemos es la de la justicia con un vestido en color rojo, sentada en un trono telar sobre una alfombra decorada. Ve con los ojos —ligeramente hacia arriba— a la sabiduría, que sostiene por un lado con su brazo y mano un libro y una balanza como símbolo que equilibra la justicia conmutativa (representada por una figura celestial en color blanco que entrega a unos mercaderes en color naranja y verde instrumentos de medición para su actividad comercial) o la igualdad entre lo que se da y se recibe y la justicia distributiva (representada por una figura celestial en color rosa que, con su mano derecha, está por decapitar a un personaje con túnica marrón, y con su mano izquierda corona a otro con una vestimenta color rojo ocre, ambos arrodillados). A cada uno le corresponde lo que se merece. Tanto la cintura del ángel de la justicia conmutativa como la del ángel de la justicia distributiva están rodeadas por una cuerda que baja hacia la parte inferior. La terrenal se dirige a un personaje que representa a la concordia (cum-cordis: cuerda-conformidad-unión), que está sentada en un trono color verde y une a los concejales de la ciudad abrazándolos. La concordia no es más que la armonía entre las personas. Los concejales representan el orden, son exactamente los 24 concejales de diferentes estratos sociales y profesiones que representan a los ciudadanos de esos años 1338-1339 y que toman en su representación las decisiones comunes en bien de todos, caminan en pares hacia el Gobernador o el bien común que se encuentra del lado contrario de la justicia. El Gobernador está pintado a una mayor escala y está sentado en un trono telar común con una tapicería con rectángulos en diagonal; viste una túnica blanca y negra (que son los colores representativos del escudo de Siena) [3] sosteniendo una lanza y un escudo viéndonos directamente a los ojos (no divaga como la justicia, el bien común tiene que ser de frente y directo).
El Gobernador o el bien común está acompañado en ese mismo plano, el institucional, por seis personajes femeninos también sentados que representan a las virtudes cardinales, de izquierda a derecha: la paz, vestida enteramente de blanco, descalza, reclinada y apoyando su cabeza en su brazo derecho, posa con la tranquilidad de saber que todo marcha bien; seguida por la fortaleza, la seguridad, con una vestimenta color obscuro, sostiene una maza y un escudo mientras está flanqueada por dos soldados de la caballería; después la magnanimidad (elevación del ánimo, gran generosidad), con una vestimenta azul y blanca; pasando al gobernador o el bien común, lo sigue la prudencia, que sostiene un par de espejos, uno sobre su regazo para interpretar el pasado y otro en su mano derecha junto al gobernador para prever el futuro; la templanza (cualidad humana que induce a usar o hacer las cosas con moderación) tiene un reloj de arena (como instrumento de medición de la moderación) en su mano derecha; y la justicia, representada por segunda vez, ahora con carácter militar, carga una lanza medieval en su mano derecha con una cabeza decapitada al centro de su asta y una corona en su mano izquierda, posiblemente es la materialización de la ejecución y coronación que realiza en el otro extremo el ángel de la justicia distributiva, una representación mediante opuestos complementarios.
En un nivel celestial acompañan al gobernador las virtudes teologales: la fe, del lado izquierdo, carga una cruz; la caridad, y su actitud solidaria con el sufrimiento ajeno en su rostro; y la esperanza, del lado derecho, con sus brazos abiertos y las palmas de las manos en posición frontal viendo hacia el cielo en dirección a una de las pocas nubes pintadas donde aparece el rostro del astro rey. En el nivel ciudadano aparecen los gemelos Asquio y Senio (hijos de Remo, hermano de Rómulo, fundador de Roma) y, por lo tanto, un zorro o una loba se asoma detrás de la espalda de Senio. Tras la loba o el zorro hay una edificación que reitera el mito fundacional de Siena, la vieja ciudad, [4] y un grupo de soldados de infantería y caballería que representan al ejército y cuidan a unos prisioneros maniatados (posiblemente con la misma cuerda de la concordia por haber roto la armonía en la ciudad) y que simbolizan el desorden, el caos, lo contrario al orden representado por el lado opuesto de los concejales.
La segunda sección, la del lado izquierdo (o la siniestra), en el sentido longitudinal, representa el mal gobierno y sus consecuencias en la ciudad y el campo, protagonizada por la alegoría de la tiranía. Aquí la narrativa y la descripción se centran en el tirano, el diablo, el demonio o, simplemente, una figura masculina con cuernos que pisa y maltrata bajo su pie izquierdo a un carnero y, debajo de él, en el plano ciudadano, se encuentra la sabiduría, sometida y torturada por unos ayudantes del verdugo, [5] proclamando la ignorancia. Junto al tirano, hay una especie de monstruo mitológico, parecido a un centauro, con un torso humano, pero con cabeza y cuerpo de animal cuadrúpedo, que define la lectura de esta alegoría.
En el plano celestial, sobre el tirano, se encuentran los vicios, encabezados por la soberbia (superbia) u orgullo, la madre de todos los vicios; a su lado derecho se encuentra la avaricia (avaritia); y a su lado izquierdo la vanagloria, la vanidad, sosteniendo con presunción lo que parece ser un laurel y alimento.
En el plano institucional, de izquierda a derecha, está la crueldad (crudelitas), que sostiene a un recién nacido torturándolo por el cuello y a una serpiente en la mano contraria; la traición (proditio), que se muestra dócil acariciando a un híbrido entre reptil (en sus extremidades inferiores) y oveja (en la superior), lo antinatural, híbrido que desconoce su destino; el fraude (fraus), representado por la herejía mediante una bruja o vidente con alas falsas, vestimenta verde y un peto con un tablero de nueve figuras geométricas (en las que no aparece el triángulo indicativo de las trilogías); la ira (furor), representada por el engaño de la cabra negra mitológica que sostiene un par de herramientas, lo que se puede identificar como un cuchillo en su mano derecha; la discordia o la división, con una túnica bicolor blanco y negro, y una palabra difícil de leer en su pecho (pero que posiblemente diga saína, saenii o seneo como toponimia de Siena) que hace una referencia opuesta a la vestimenta del gobernador y el bien común; y la perfidia (deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida), representada por la guerra con un soldado listo en posición de ataque.
La ciudad está representada por un muro, que hace de fondo para el tirano, y una serie de edificaciones difíciles de leer por lo deteriorada que está ahora esa sección del fresco, pero, de lo poco que parece mostrarnos, podemos describir que aun en el mal gobierno la ciudad sigue su curso, destruida y sin mantenimiento. En el plano ciudadano aparece un grupo de soldados dispuestos a la guerra, un esqueleto representando a la muerte, la pandemia de la virulencia, la disentería, la gripe, el sarampión y la lepra, así como el temor, presente mediante colores ocres obscuros que contrastan con el resto de los frescos. El campo no es fértil, las tierras de cultivo no son verdes, son arenosas, con grietas y fisuras; el agua del río está contaminada y las pocas construcciones que se ven están en llamas. Una serie de fantasmas de la guerra rodean la escena, indicándonos la consecuencia del mal gobierno en la ciudad y en el campo.
La tercera sección, la del lado derecho, o la diestra (también en el sentido longitudinal), representa los efectos del buen gobierno en la ciudad y el campo; aquí la narrativa podría realizarse de izquierda a derecha (de la ciudad al campo), o de derecha a izquierda (del campo a la ciudad). Un gran muro que zigzaguea, con una torre de vigilancia en medio, divide la ciudad. A las puertas de la ciudad, unos ciudadanos salen a pasear o a participar en cacerías, y otros entran con mercancías y animales domésticos para comerciar. El campo está coronado por el ángel semidesnudo de la seguridad (securitas), cubierto su cuerpo parcialmente con un túnica color piel, sostiene un pergamino en su mano derecha que se despliega con el viento con una frase que dice más o menos así:
sin miedo, cada hombre marca su camino,
sembrando semillas cada uno,
mientras, esta comunidad
mantendrá el poder del señorío,
que levantará cada enfermedad
Con su mano izquierda sostiene un símbolo de advertencia contra el robo o hurto, dirigido hacia los comerciantes, y en el que se representa a una persona con los ojos vendados y colgada de una estructura de madera: el castigo a los ladrones. Debajo de la seguridad vemos valles y colinas verdes y campos de cultivo que representan el ciclo agrícola: el arado, la siembra, la cosecha y el trillado, casas vivas, almacenes de grano y gente trabajando a lo largo de esos pastizales.
Una vez traspasada la muralla, la ciudad sigue vibrante y colorida con la arquitectura de la época, representada por los hermanos Lorenzetti como la construcción de la ciudad ideal: vanos y ventanas se abren para apreciar las dinámicas dentro de ella; puertas y portales están ocupados para demostrar el poder del intercambio comercial, lo económico y la abundancia; toldos para la protección del sol y mesas se extienden para hablar de las diferentes profesiones que se desarrollan en ella; torres y terrazas completan el panorama urbano para hablar de la ocupación espacial. A lo alto de esta alegoría, un grupo de cinco trabajadores consolida la construcción de la ciudad. En el extremo inferior hay un grupo de danzantes tomadas de la mano, la comunidad: representan el juego en la ciudad, lo lúdico. Inclusive lo nupcial tiene la escena de una pareja a caballo que se encamina a casarse hacia la catedral.
La arquitectura de paisaje juega un papel importante para representar tanto lo urbano y lo rural como la culminación de una alegoría que representa la alegría y la felicidad.
La inmensidad de simbolismos que tiene este mural a doble altura seguramente hacía sentir pequeños a los concejales, que pasaban por una puerta de doble abatimiento de madera hacia el salón donde tenían que sesionar. Deyan Sudjic dice que este mural tiene un doble propósito, inspiración y aviso: inspirar para gobernar bien, y aviso para los que gobiernan mal. Una distinción muy clara entre una acción para el buen gobierno y las repercusiones del mal gobierno, y por esas otras malas acciones que toman las personas en beneficio propio y no en beneficio colectivo. Una sentencia, diría yo, entre lo individual y la comunal.
En Google Maps un recorrido virtual nos permite entender lo que veían continuamente los nueve concejales para tomar sus decisiones: algo muy similar, pero con diferentes referencias, escala, proporciones y temáticas de lo que ven nuestros gobernantes al entrar a nuestras instituciones públicas de gobierno o, mejor dicho, lo que dejan de ver porque tienen otros intereses, los individuales.
La alegoría, en resumen, puede representar una trilogía o tres lógicas o razonamientos: los de izquierda, centro y derecha —por ponerlo en términos políticos y ciudadanos actuales—. Pero también representa a esa ciudad de Siena y a los intereses que movían a una de las capitales italianas más importantes de aquella época (la otra era Florencia). También les da representación a datos de la ciudad y el campo en un lejano 1338-1339 (donde se consideraban, pero no se diseñaba con información), años en los que difícilmente se podría argumentar la ya muy trillada frase para evadir responsabilidades de “yo tengo otros datos”. Los hermanos Lorenzetti murieron a causa de la peste negra en el año de 1348, quizá por un mal gobierno derivado de la ignorancia y un mal manejo de la pandemia.
Referencias
[1] Véase Diana Norman, Siena and the Virgin: Art and Politics in a Late Medieval City State, Yale University Press, 1999. Versos extraídos de “Los frescos del Palazzo Pubblico de Siena. Pinturas para una ciudad en guerra”, de Jesús Cantera Montenegro y Clara María Castrejón Vellé, en José María Salvador González (org.), Mirabilia Ars 3 (2015/2).
[2] “Ambrogio Lorenzetti y la alegoría del buen y el mal gobierno”, recuperado del blog trecentoandcuattrocento:
[3] Aunque en la imagen digital se alcanza a apreciar un color azul en lugar de negro, debido a la decoloración producida por la luz natural que entraba por la ventana.
[4] Véase el escudo oficial del equipo de fútbol de A.C. Siena o La Associazione Calcio Robur Siena de 1904
[5] Muchos autores, en diferentes documentos revisados para este texto, mencionan que es la justicia la que se encuentra sometida (y estaría representada por tercera ocasión), pero, al hacer la interpretación de la alegoría, no tendría sentido hablar de la falta de justicia o de una acción contraria, la injusticia, como algo con lo que la tiranía se impondría. Más bien creo que es la sabiduría la que deja al descubierto la idea o concepto de la ignorancia con la que muchas veces el tirano ejerce el abuso de poder, fuerza o superioridad.
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