José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
La Ciudad de México, entendiéndola como una extensión territorial que abarca tanto al centro como la periferia, fue dura, sinónimo [...]
26 julio, 2019
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
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En 1994, Ernesto Zedillo Ponce de León asumió la presidencia de México, después de que Carlos Salinas de Gortari, el presidente anterior, pusiera en marcha una serie de cambios que apuntaban a la formación de una economía neoliberal: la privatización de la banca y de la empresa Teléfonos de México (TELMEX), así como la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), documento que significó la entrada del país al mercado global. El historiador Luis Abotes Aguilar explica este contexto de la siguiente manera:
“El TLC se aprobó en 1993 y entró en vigor en 1994. Todo parecía ir sobre ruedas, pero 1994 fue un año de sorpresas. La primera sorpresa fue la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, justo el primer día de 1994. Los indígenas integrantes de esa organización declararon la guerra al ejército y a su comandante supremo, el presidente de la república. Tomaron varias localidades, la más importante San Cristóbal de las Casas. Grandes movilizaciones en la Ciudad de México y otros lugares exigieron el cese de hostilidades. La guerra duró apenas once días, pero su impacto fue extraordinario. A un paso del Primer Mundo surgía la voz de las demandas sociales (servicios de salud y de educación) con demandas políticas referidas a fortalecer los derechos de los pueblos de indios.”
El 22 de julio de ese mismo año se publicó Re, la segunda placa discográfica de la célebre agrupación Café Tacvba. Este trabajo pareciera albergar las ansiedades de México durante la apenas comenzada década de los noventa. Oscilando entre la canción vernácula y la experimentación formal, Re pareciera moverse entre dos temporalidades: el pasado perdido y el futuro incierto. Los boleros y los sones jarochos del disco sonaron en un momento en que, como apunta el antropólogo Claudio Lomnitz, “lo nacional estaba a la deriva: sin la fuerza pasional que lo había inflamado antes, pero con la necesidad objetiva de seguir existiendo. En lugar de ser un ideal de lucha, la nación aparecía ahora como una condena, o al menos como una idea que era necesario volver a trabajar, volver a diseñar y a imaginar.” Desde otro extremo, algunas de sus canciones más arriesgadas redundan en relatos sobre desplazamientos forzados (“El aparato”), sobre cuerpos que no pueden resistir alguna incertidumbre (“Pez/Verde”) o sobre reivindicaciones identitarias que privilegian lo local sobre lo global (“La negrita”).
Pero un tema central en Re es la ciudad. Tal vez una ciudad cuya población incrementó debido a las migraciones del campo hacia la ciudad —en el 94 se terminó de abandonar la economía agraria, lo que obligó a que la ciudad o los Estados Unidos se posicionaran casi como únicas fuentes de trabajo—, por lo que vio rebasada su infraestructura. En “Trópico de Cáncer” se escucha:
Como es que te vas salvador de la compañía
Si todavía hay mucho verdor
Si el progreso es nuestro oficio
Y aun queda por ahí mucho indio
Que no sabe lo que es vivir
En una ciudad, como la gente
Que no ves que eres un puente
Entre el salvajismo y el modernismo
Salvador el ingeniero, salvador de la humanidad
La canción narra la negativa de un ingeniero, significativamente llamado Salvador, quien dice que no quiere seguir expandiendo la mancha urbana hacia las periferias:
Ay mis Ingenieros Civiles y Asociados
No crean que no me duele irme de su lado
Pero es que yo pienso que llegado el tiempo
De darle lugar a los espacios sin cemento
Por eso yo ya me voy, no quiero tener nada que ver
Con esa fea relación de acción
Construcción, destrucción
Otra historia es la de “El metro”, que narra el trayecto de un hombre que no ha podido salir de dicho transporte: “Llevo tres o cuatro meses viviendo acá en el subsuelo, en el metro”. Con una melodía bastante alegre se nos dice repetidamente que, por más que este individuo intente salir, “siempre hay alguien que empuja para adentro”. Lo que fue un sistema de movilidad en la letra de Café Tacvba se vuelve en un sitio de encierro. En un transporte que, paradójicamente, no permite la movilidad de sus usuarios. Probablemente uno de los momentos más amargos de la urbanidad dibujada en Re es el bolero “Madrugal”. El requinto, que nos permite imaginar a lo que se ha llamado la región más transparente del aire, abre paso a las siguientes voces:
La ciudad de los palacios va dejando paso al alba
Se va perdiendo la calma
Para cuando el sol asoma
Todo el esplendor decrece
La gente las calles toma
Catedral desaparece entre smog
y caca de paloma
A 25 años de la publicación del disco, sería productivo detenerse en lo que ocurrió en el 94, tanto en el país como en la ciudad. Ya abundan las representaciones artísticas de otras épocas de complejidad política —las películas Roma o Las niñas bien son dos ejemplos emblemáticos de este ejercicio actual de reflexión en torno a la historia reciente de México— y Re podría incluirse en este panorama. Aunque se puede volver a repetir: además de su cariz pesimista, el álbum tiene destellos de protesta, como si fuera posible resistir al sistema. “Seremos capaces de bailar por nuestra cuenta”, se canta en “El fin de la infancia”.
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