Columnas

La Catedral en peligro

La Catedral en peligro

11 octubre, 2017
por Héctor de Mauleón

 

Publicado originalmente en El Universal.
Se transcribe aquí con permiso de su autor.

 


Durante el terremoto del pasado 19 de septiembre, La Esperanza, una de las tres esculturas dedicadas a las Virtudes Teologales con que el arquitecto Manuel Tolsá coronó en 1812 el ático de la Catedral Metropolitana, se hizo polvo contra el atrio. Perdimos aquel tesoro para siempre.

Al igual que sus figuras hermanas, La Fe y La Caridad, La Esperanza fue esculpida en piedra de chiluca. Tolsá cobró 5 mil 500 pesos por aquel trabajo. En los archivos de la Catedral aparece su recibo, firmado en diciembre de 1812.

La Catedral se venía construyendo desde principios desde 1536. Las vidas de unos veinte arquitectos se consumieron, de principio a fin, entre los andamios. Por ahí pasaron Claudio de Arciniega, Juan Miguel de Agüero, Alonso Pérez de Castañeda, nombres de los que apenas queda un recuerdo.

Tolsá recibió la obra de manos del insigne José Damián Ortiz de Castro. Le pareció que la altura de las torres devoraba el resto del conjunto e ideó la creación de un ático, en el que colocó el célebre reloj. Se trató de una solución genial, que imprimió a la Catedral un efecto sólido, imponente.

El conjunto escultórico que representa las Virtudes Teologales es considerado como uno de los trabajos mayores del arte novohispano: las figuras, según se ha escrito, más que escultóricas son humanas, “casi divinas”.

Las tres virtudes presidieron la ciudad durante más de dos siglos. No había iniciado la guerra de Independencia cuando Tolsá las colocó en lo alto. Bajo sus pies transcurrió la historia de la ciudad entera.

Todo terminó el 19 de septiembre de 2017.

Aquella fue la pérdida mayor, pero no el único daño que sufrió el máximo edificio virreinal.

Una tarjeta informativa dirigida el 3 de octubre pasado al antropólogo Diego Prieto, director general del INAH, y firmada por el arquitecto Arturo Balandrano, coordinador nacional de Monumentos Históricos, señala que una visita de inspección reveló que el edificio “sufrió daños diversos que pueden catalogarse como importantes y que pueden comprometer la estabilidad estructural del inmueble”.

Según el documento, la afectación más seria la presentan las torres campanario. Las dos sufrieron durante el sismo “movimientos pendulares que afectaron sillares de cantera en la base del segundo cuerpo de ambas torres”. El campanario poniente sufrió grietas y cuarteaduras “de gravedad”.

Asimismo, “hubo desplazamiento de dovelas en varios arcos y múltiples desprendimientos de materiales producto de fracturas y ruptura de juntas”.

La tarjeta informativa señala que los daños requieren de “un proceso de apuntalamiento urgente y la restricción del uso de los espacios externos e internos en las áreas del atrio y del coro para reducir el riesgo”.

El terremoto “activó” grietas históricas y generó otras en diversos sectores del edificio. Las bóvedas resultaron dañadas. El INAH decidió cubrirlas con materiales impermeables para evitar que con el paso del agua “se dañen retablos, esculturas, pintura de caballete, pintura mural y otros bienes muebles de alto valor patrimonial”.

De acuerdo con el reporte, ninguna de las tres esculturas de Tolsá se encontraba anclada en su base. Eso provocó la caída de La Esperanza. Se detectó también una fractura en la base de La Caridad que la tiene en riesgo de desplomarse en caso de verse sometida a “nuevas vibraciones y/o actividad tectónica”.

En el atrio del templo se registraron diversos hundimientos y roturas significativas en el pavimento.

Al referirse a la “magnitud” y “seriedad” de los daños, la coordinación de Monumentos recomendó reducir al mínimo las actividades litúrgicas, hacer lo posible por bajar “el volumen del tránsito vehicular, sobre todo de vehículos de carga y de alto tonelaje sobre la calle que se encuentra frente a la fachada principal para evitar vibraciones”, y evitar, sobre todo, “concentraciones masivas en la Plaza de la Constitución, para evitar igualmente efectos de vibración sobre el monumento religioso”.

La respuesta de las autoridades consistió en meter, cinco días después de que la tarjeta fuera firmada, a 170 mil personas en el Zócalo. Las mismas que asistieron al concierto “Estamos Unidos Mexicanos”.

La celebración del concierto, en esas condiciones, dice mucho. O eso creo.

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