31 agosto, 2014
por Arquine
Al entrar al Antiguo Colegio de San Ildefonso, el visitante será testigo de un suceso extraño que parece haber tenido lugar en el patio del museo. Tras una cinta amarilla con el texto “prohibido el paso” –de esas propia de la policía– yace una extraña figura de aspecto antropomórfico y oculta bajo una sábana que sólo deja ver sus pies y unas enormes alas blancas. Desde la distancia, se puede comprobar su enorme envergadura –mide en torno a tres metros– y que tiene una de sus alas rota, mientras la otra apunta al cielo. El personaje –que evoca claramente a un ángel, propio de nuestro imaginario cultural– parece haber caído precipitadamente del cielo como si, al igual que el mitológico Ícaro, se hubiera acercado demasiado al sol.
Así abre la última exposición –Angelología– de los artistas rusos Ilya y Emilia Kabakov, cuyo trabajo explora las relaciones entre el arte abstracto, lo figurativo, el arte ruso del siglo XX, los cambios sociales de aquel país y, sobre todo, la utopía –ese lugar a donde aspiran a cumplirse los deseos y que siempre resulta inalcanzable. La alusión al ángel, repetida en distintos momentos de su extenso trabajo, podría ser una metáfora de esa búsqueda constante por escapar del mundo –podríamos decir, más bien, de aquello que nos constriñe, sea la realidad cotidiana o, incluso, la gravedad.
La exposición, inaugurada el pasado 27 de agosto, recoge distintas y reconocidas piezas, concebidas como “instalaciones totales” que mezclan desde la escultura, la arquitectura, el teatro, el diseño gráfico –Ilya Kabakov se formó originalmente como grafista– y la narrativa y que invitan al espectador a experimentarlas en primera persona y ser parte activa de ellas. En esta exposición destacan especialmente piezas como Cómo encontrarse con un ángel, una maqueta-instalación de unas enormes escaleras que nos permitirían despegarnos del suelo, o la pieza La cabaña de mi abuelo, una vieja construcción en madera, propias de la Rusia rural y que alude al refugio personal desde el que encontrar el lugar soñado, conteniendo en su interior todo un nuevo paisaje luminoso, cuestionando las nociones de espacio privado, lugar seguro, interior y exterior.
Como parte de la misma, entrevistamos a los artistas y preguntamos sobre cuál podría ser hoy el espacio de la utopía.
Pedro Hernández: Ustedes crecieron y se desarrollaron como artistas en el contexto de la vieja Unión Soviética, pero viven en los Estados Unidos desde 1992. ¿Cómo afectó esa idea de desplazamiento y extrañamiento en su obra?
Ilya y Emilia Kabakov: De hecho no afectó. Cuando pasas la mayor parte de tu vida en un país sales con todo tu equipaje: cultural, emocional y también visual. Ese desplazamiento te disloca, te provoca ansiedad y alegría al mismo tiempo, aturdidos con todas las posibilidades que puedan resultar de tal libertad: moverse por el mundo libre, expresar sin trabas tus ideas y opiniones, mostrar tus obras. Pero por dentro la depresión y la crisis nerviosa duran por largo tiempo. Antes uno tenía la ilusión de un lugar donde vivir y del apoyo de los amigos, estabas “dentro de tu cultura.” Después estas solo en una cultura internacional y eso asusta. Uno decide si permanece como un pequeño hombre asustado o si lo oculta muy en el fondo y sigue adelante. Por supuesto también se le puede usar como un “personaje” en la propia obra.
PH: ¿Hay lugar para la utopía en un mundo donde el capitalismo parece absorber incluso las formas y los sujetos más revolucionarios?
I&EK: La palabra utopía significa “imposible de realizar”. ¿Por qué siempre intentamos realizarla? El fascismo, el comunismo, el socialismo, incluso el capitalismo: todos tratan de construir una utopía en este mundo. Y finalmente todos fallan. Cualquier revolución es radical, un cambio forzado en el mundo, el intento de hacer que gente que no lo desea asuma la fantasía de una nueva y mejor sociedad. Y no importa si esto se hace mediante ideas para mejorar su vida y el mundo: la gente sufre los resultados que siempre son los mismos: falla. Puedes culpar al capitalismo, pero muéstranos un país o una sociedad donde la revolución haya vuelto al pueblo feliz y con una mejor vida: ¿la Unión Soviética, Cuba, China, Corea del Norte?
PH: Sus instalaciones son complejas, construidas a partir de la sátira y la ironía, llenas de objetos, de imágenes y de textos que recrean un lugar de trabajo o el ambiente de una casa. En relación al juego de escalas, ¿qué papel juega la arquitectura y el espacio en su trabajo?
I&EK: Nuestras instalaciones trabajan con el espacio y con la escala. No podemos decir que sean arquitectónicas pero tal vez algunas de ellas son más como objetos o esculturas. Nuestra meta es crear una atmósfera en la que el espectador sea llevado a un ámbito diferente, hacer que utilice sus recuerdos, sus emociones y su conocimiento para perder el sentido del tiempo y del espacio.
PH: Cuando Boris Grois habla de su instalación en Marfa, en la Chinati Foundation, dice que sus instalaciones son narrativas, de nuevo, llenas de objetos, imágenes y textos, pero que la cualidad narrativa debe ponerse en relación con el primer trabajo de Ilya Kabakov como ilustrador de libros infantiles, que es de donde viene su interés por la relación entre la imagen y el texto. ¿Ustedes lo interpretan de la misma manera?
I&EK: Respetamos a Boris y su opinión. Sin embargo, lo narrativo es una tradición de la literatura y la cultura rusas y es natural que la usemos en las instalaciones. Y, de hecho, es lo que consideramos como “arte conceptual ruso”: el uso de textos como parte visual de una obra de arte y, en nuestro caso, como una narrativa.
PH: Han definido su obra como “instalaciones totales”. En el más reciente Monumenta, en París, crearon una ciudad entera dentro del Grand Palais, mediante una serie de edificios que provocaban un momento de reflexión consciente en el espectador. ¿Qué tan importante es la experiencia del espectador en sus instalaciones?
I&EK: Mucho. Las instalaciones son como el teatro. El espectador es una parte necesaria. Pero hay al menos una diferencia: en el teatro el espectador es lo que es: un observador pasivo, un extranjero. En la instalación total, desde el momento en que el espectador entra al espacio, se vuelve un actor de ese juego visual. Remplaza al personaje ausente, invisible. Sí: hay una historia, un entorno en el que él es el personaje que vive, sufre y, finalmente, escapa a alguna parte. Pero el espectador juega ese papel, sumando sus sentimientos, sus recuerdos y sus emociones. Es el actor en el escenario de la instalación total y otros visitantes lo ven moverse, observar los objetos, leer los textos. Si hay más gente los observas también, piensas en ellos y en la manera como sienten y absorben la obra. Si estas solo, estás en tu mundo, tu tragedia, tus fantasías y tus sueños.
PH: Finalmente, ¿qué nos pueden decir del trabajo que presentarán en México?
I&EK: Hay un dicho: mejor verlo una vez que escucharlo diez. Sólo diremos que la fantasía y los sueños tienen distintas formas. Y que en cada cultura, cada religión, los ángeles vienen como salvadores. Esperamos verlos, soñar con ellos. Son parte de nuestros sueños del paraíso. Los presentamos como un fenómeno cultural, en diferentes géneros: pintura, objetos, instalaciones, narrativas. La idea general es que creamos en la posibilidad del milagro y que realmente tendrá lugar. Puede tener diferentes interpretaciones: milagros religiosos, presentaciones artísticas o la esperanza humana de la salvación.