30 mayo, 2023
por Arquine
Vivimos en un mundo de ventanas. Al menos eso le dijo en una conversación el artista Ilya Kabakov al filósofo Boris Groys.
Kabakov nació en Dnepropetrovsk, hoy Dnipro, en Ucrania en 1933, hijo de una contadora y un cerrajero. Estudió en el Instituto Ilya Repin para Pintura, Escultura y Arquitectura, en Leningrado, y luego en el Instituto Estatal de Arte Surikov, en Moscú. Empezó a trabajar como ilustrador de libros infantiles al mismo tiempo que encabezaba un grupo de artistas que empezaban a trabajar en arte conceptual. En 1987 dejó la Unión Soviética y emigra a los Estados Unidos, donde reencuentra a su sobrina, Emilia Kanevsky —nacida en Kiev, en 1945, y que tras pasar por Israel se mudó a Nueva York en 1975. Ilya y Emilia Kabakov se casaron en 1992 y establecieron su estudio en Long Island.
Cuando Groys lo interrogó sobre su interés por una forma artística que dice es de “formación occidental”, Kabakov respondió:
Tengo mi propia explicación para esta evolución, para esta historia, esta aventura. Para mí se encadena muy bien con la evolución de la pintura. En la acepción Occidental del término, el arte ha pasado por tres fases en su desarrollo hasta convertirse en la forma definitiva de producción representacional. Específicamente, estas tres fases fueron, sucesivamente, el icono, el fresco, y la pintura. Naturalmente, el icono esta conectado con un sujeto simbólico, metafísico, altamente significativo y separado de este mundo: un sujeto sagrado. El fresco se presenta como un enorme panorama que representa una cadena de eventos, mostrados simultáneamente, mientras nuestra mirada se desplaza por el cuarto que los contiene: una historia desplegada en cuadros. La pintura es una alteración radical del fresco en el sentido que la atención se fija en un solo cuadro del fresco y el marco de este cuadro se pierde en la lejanía. La historia es remplazada por el espectáculo, o sea, el teatro y, por primera vez, vemos el espacio que está al otro lado de la pared —es decir, una ventana. La pintura clásica, en cuyo periodo vivimos (el tercer periodo), es un mundo de ventanas, y todo lo que ocurre en el otro lado del cuadro es visto por el espectador. Al mismo tiempo, esta ventana no mira al infinito, o si no tendríamos un ícono: esta es una ventana a un mundo humano, pequeño, que se estira hasta el horizonte, es decir, por una distancia de varios kilómetros, probablemente una docena de kilómetros, y presenta el mundo como un escenario, con su proscenio alas, un primer plano y los actores principales. El mundo de la ventana está, entonces, organizado jerárquicamente, como el mundo del escenario. Hasta el daiquiri de hoy la pintura ha absorbido las dos etapas anteriores. Como el ícono, invoca una condición sagrada. Y como el fresco, lucha por reunir un espectro enorme de eventos históricos.
Para mi —probablemente porque soy un fanático de esta forma— la instalación es la cuarta fase del arte plástico.
En 1985 Kabakov realizó la instalación “El hombre que voló al espacio desde su apartamento”:
“Siempre, desde que tengo memoria y aun cuando no recuerdo (esto me lo contó mi madre cuando tenía tres años), ha habido un deseo de correr, de alejarme de ese lugar en el que estás. ahora; correr sin mirar atrás, para no volver jamás; huir tan lejos que no puedan traerte de allí; correr tan rápido que no pueda ser atrapado; correr tan repentina e inesperadamente que nadie podría anticiparlo e interferir; saltar en el momento más inesperado cuando nadie lo espera; saltar por la ventana que siempre está cerrada, por la puerta que probablemente esté cerrada…”
En un largo ensayo, Groys escribe sobre esta obra:
La instalación de Kabakov sobre el hombre que voló hacia el cosmos transmite básicamente el mismo mensaje:
esta terminado. El vuelo fue exitoso; el cuerpo de nuestro héroe ha desaparecido. Es cierto que esto no responde a la pregunta de si ha volado hacia la ingravidez cósmica o se ha precipitado hacia la muerte. Y esa es en realidad la pregunta: ¿qué significa cuando la gente dice que una historia ha llegado a su fin, que un proyecto está terminado o se ha completado? La figura del héroe de cualquier proyecto de este tipo siempre es en parte ficticia: simplemente encarna un papel que se puede desempeñar una y otra vez. Y, del mismo modo, la historia de la realización de un proyecto se puede contar una y otra vez. Ya que todo relato, toda autoría y todo arte es en última instancia utópico, es decir. semi-real y semi-ficticio, no puede haber certeza de lo que realmente sucedió —en última instancia, los protagonistas están vivos o muertos. Más allá de eso sólo se puede suponer o presumir, contar más historias y hacer más instalaciones que documenten estas narrativas y suposiciones. Sea como fuere, es ciertamente más fácil desaparecer de la realidad que liberarse de la utopía.
Ilya Kabakov murió el pasado 27 de mayo, a los 89 años.