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¡Felices fiestas!
21 octubre, 2016
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Jennifer Dunlop es jefa del departamento de arquitectura y diseño del museo SFMOMA. En una conversación sostenida en el marco de Design Week México, la curadora abordó las maneras en que esta institución concibe al espacio expositivo, además de las posibles vías que se proponen para modificarlo. Dunloop encuentra en la interactividad una posible manera de cambiar ciertas estrategias curatoriales y espaciales.
Christian Mendoza: Tomando en cuenta la historia arquitectónica de la institución MoMA, ¿consideras que la fórmula del cubo blanco continúa vigente para el museo?
Jennifer Dunlop: En términos del museo como edificio, y en el caso de SFMOMA, debemos revisar quiénes lo construyeron. En 1995, la estructura estuvo a cargo de Mario Botta: un arquitecto racionalista. El cubo blanco encajaba muy bien en este nuevo museo ya que todo en el edificio era simétrico. Más tarde, con el proyecto de expansión del museo a cargo del despacho Snøhetta, los arquitectos estudiaron cómo los visitantes ocupaban el espacio, lo que notaban durante su recorrido. Su diseño respondió a estas condiciones, y la nueva expansión tuvo la misión de proveer una especie de galería de exhibición y una de convivencia. En la galería de convivencia hay grandes ventanas con vista a la ciudad. Basándose en la estrategia del cubo blanco, cuyo recorrido es mucho más quieto, propusieron esta galería, posterior a la que está destinada a la exhibición, para que las personas sintieran que podían entablar conversaciones, revisar sus teléfonos, etcétera.
CM: Para SFMOMA, entonces, se involucran otras formas de pensar el espacio y el recorrido, además del cubo blanco. ¿Qué otros dispositivos se toman en consideración, en lo que respecta a la curaduría y a la experiencia?
JD: Tenemos una ventana cerca de la galería para arquitectura y diseño. No sé si sea relevante, pero te lo digo porque, durante el trabajo curatorial, debemos estar al tanto de la existencia de esa ventana a la hora de colocar ciertos trabajos, aunque en realidad no hemos pensado en formas de que esa ventana en particular contribuya a la experiencia. Por supuesto que el curador puede tomar en cuenta la estructura del museo y ponerla al servicio de una experiencia, lo que no sabría decir es si esa experiencia resultaría interesante. En ocasiones, el espacio en sí mismo, sin que esté albergando arte, resulta un espacio sumamente estimulante. Existen galerías que son en verdad bellas sin tener arte colgado en sus paredes. Funcionan como piezas de arquitectura.
En nuestro departamento, cuando trabajamos con arquitectos, procuramos considerar al espacio como un todo cuando mostramos su trabajo. He trabajado en proyectos que cambian por completo al cubo blanco que, en principio, lo transforman en un espacio negro o que lo llenan de colores mucho más vívidos, o que reducen el espacio del recorrido. En mi experiencia con SCI-Arc sucedió eso. Les dije que podían soñar en grande, y que la única condicionante era que no estuviera el cubo blanco en su exposición. 5 arquitectos de SCI-Arc concibieron un nuevo espacio para el visitante. Al trabajar con arquitectos y diseñadores, siempre pensamos en modificar el espacio de exhibición.
JD: En tu práctica, ¿qué retos o problemáticas consideras que existan al momento de exhibir arquitectura y diseño?
CM: Cuando muestras arquitectura en un espacio que es, en sí mismo, una pieza arquitectónica, siempre debes lidiar con representación. ¿Cómo es que puedes, ya sea una maqueta, una fotografía o una instalación, capturas el sentimiento de estar en la arquitectura que estás buscando representar con estos fragmentos? ¿Cómo capturas, también, lo que podría resultar importante para exhibir?
Otra noción que debemos tomar en cuenta es la función de los objetos y de la arquitectura a la hora de ser mostrada. Cuando expones una silla, nadie más puede sentarse en esa silla. Más que una limitante, las exhibiciones de arquitectura y diseño, al retirar la función de esos objetos, permiten que los espectadores observen esos objetos cotidianos desde otra óptica: verlo de nuevo y de otra manera. Removerlo de su contexto utilitario y ponerlo en un museo abre la posibilidad de repensar al objeto. Tal vez funciona de la misma manera cuando muestras arquitectura. Aunque encuentro un mayor reto en exponer diseño. Mucha gente, a priori, visita arquitectura. Puedes entrar a un edificio famoso y no mirarlo por su función, si no por su estética.
CM: En un ejercicio especulativo, ¿qué visión tienes sobre el museo del futuro? ¿Crees que el museo pueda repensarse, al margen del cubo blanco?
JD: Creo que la manera en que hemos estado exhibiendo arte tendrá otras nociones. Tal vez no en lo que respecta al arte moderno, o el arte de la posguerra. Lo que sucede actualmente es que las herramientas digitales están adquiriendo importancia en la práctica de artistas jóvenes, de arquitectos, de fotógrafos. Y ese trabajo, dada la naturaleza de su forma, no se puede presentar de la misma manera. La obra es mucho más dinámica y propone a un usuario. Tenemos que navegar una obra, usarla. Y esa cualidad tendrá un impacto en las formas de exhibir. En el museo hemos pensado mucho en cómo mostrar lo digital, lo cual se adapta en la agenda del museo y en el visitante que acude. Buscamos que pueda mirar una escultura de Brancusi que no pueda tocar, y después entregarles algo que sí pueda tocar. Estamos cuestionándonos cuál sería la estrategia correcta para hacerlo. Aunque eso no modificaría en modo alguno la forma de exhibir una silla. La colección y la forma en que esta se exhibe debe mantener ciertas líneas.
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