Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
12 enero, 2014
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Esta nota dominical completa la serie de cuatro centrada en algunos párrafos que escribí en el ensayo La discreta radicalidad de un arquitecto moderno, que abre el libro reciente sobre Juan Sordo Madaleno. (ver parte 1, parte 2 y parte 3)
Quizá sea en edificios de gobierno proyectados por Juan Sordo Madaleno donde la abstracción moderna toma un mayor peso. Monumentalidad, simetría y rigor compositivo no dejan lugar a las excepciones. En el edificio de Dirección de la Policía y Tránsito un basamento negro remetido soporta un paralelepípedo blanco con ventanas horizontales corridas en sus dos fachadas principales mientras que las dos fachadas laterales son totalmente ciegas. A su vez, el Palacio de Justicia está cargado de todo el simbolismo de la justicia y el poder, desde la simetría y la dicotomía. Lo primero por la composición del conjunto a base de un edificio bajo con patio central cubierto, rodeado de un pórtico perimetral con columnas a triple altura y dos edificios altos y paralelos entre sí. Lo segundo, por la claridad con que se confrontan opuestos: lo público en el edificio bajo contra las oficinas en las torres esbeltas; las paredes tersas, blancas y ciegas, contra las fachadas acristaladas y negras, que enmarcan vidrios sutilmente inclinados confiriendo relieve y vibración; o la verticalidad del perímetro pergolado del cuerpo bajo contra la horizontalidad de los puentes que conectan las dos torres.
Si el edificio de la policía tiene la inexpresividad abstracta, y potencialmente deshabitada, de la modernidad de Alphaville (esa fascinante ciencia-ficción totalitaria que encumbró a Jean-Luc Godard), el elegante palacio de la justicia y el poder no es ajeno a la monumentalidad de otros templos terrenales de Niemeyer en Brasilia o de Wallace Harrison, Gordon Bunshaft o Philip Johnson, en el Lincoln Center de Nueva York.
Autor de notables hoteles de lujo, Sordo Madaleno exploró la abstracción moderna, ampliando los alcances de esta tipología en México. En el hotel María Isabel frente al Ángel de la Independencia en el Paseo de la Reforma, se concentran prácticamente todos los gestos, maneras y formalismos del arquitecto Juan Sordo Madaleno y es, sin duda, un edificio paradigmático dentro de su carrera y del paisaje urbano capitalino, aún cuando se encargó el proyecto a José Villagrán y a Juan Sordo Madaleno y éstos lo desarrollaron con sus respectivos asistentes Ricardo Legorreta y José Adolfo Wiechers. La desmesura del acceso, desde la prolongación de un plafón reticulado del interior hacia el exterior, hasta las grandes escalinatas tendidas -que más que escaleras aluden a secuencias de taludes-, conforman un espectacular paisaje interior arropado por pretiles de mármol blanco y celosías cenitales de madera. La azotea jardín de herencia corbusiana que aparecía en anteriores proyectos, adquiere en este hotel todo su contenido con las áreas lúdicas de la alberca, detrás de la ventana urbana que remata el edificio. Por último cabe destacar como constante cierta tendencia a fragmentar las fachadas laterales en dos partes diferenciadas, generando mayor esbeltez visual.
Les siguieron los Hoteles Presidente en Acapulco, Cozumel y Ciudad de México, que si bien compartían los estándares de primera clase internacional, debían adecuarse a las particularidades climáticas y paisajísticas de cada lugar. El primero es un prisma orientado a las vistas sobre la bahía de Acapulco, junto con unos elemento bajos envolventes y una alberca cuadrada. Una vez más, la entrada se produce bajo una gran marquesina -aparentemente sólida y baja- que proyecta hacia el exterior el plafón interno. Arturo Pani fue el decorador y se contrató a Salvador Dalí para que diseñara el cabaret. Aunque el proyecto no se llevó a cabo si se colgaron los dibujos surrealistas que envió.
El hotel Presidente de Cozumel extrema cierto dramatismo formal, desde la rotundidad de las placas verticales y horizontales que se “tocan” sutilmente por sus extremos para componer sugestivas secuencias escultóricas en el acceso, conformando la gran pérgola de entrada. Un techo inclinado a dos aguas, comprime las circulaciones y los puentes de acceso a las habitaciones. Sordo Madaleno depura en cada nueva oportunidad la tipología de la habitación de lujo, y en este proyecto ensaya una solución para eludir cualquier vista inmediata al baño o a la recámara, vestibulando la antesala de cada habitación desde el puente de acceso en un recorrido en espiral, con distintas variantes distributivas y privilegiando la privacidad desde sus generosas terrazas. En efecto, aquí explora sin reservas, el potencial escenográfico para hilvanar espacios exteriores cubiertos y descubiertos.
El hotel Presidente en la Ciudad de México es un ícono metropolitano. La esencialidad de elementos compositivos se limita a gruesas láminas sólidas, corpóreas. Este hotel se resume, formalmente, en dos placas sutilmente desfasadas en su parte superior. Las ventanas apareadas de las habitaciones se convierten en una textura isomorfa sobre la piel oscura de los prismas. A este proyecto se le suma una elegancia tal, que lo convierte en uno de los edificios más protagónicos –y paradójicamente discretos- de la capital, erguido como una escultura totémica y minimalista de Ellsworth Kelly o Richard Serra, en el mejor enclave de la zona hotelera de la colonia Polanco y abierto a las vistas sobre el Bosque de Chapultepec.
La muerte de su hijo José Juan en 1974, cuando tenía tan solo 33 años, le afectó profundamente. Algunos de los últimos proyectos mencionados ya corresponden a estos años. No obstante el proyecto más destacado de esta etapa es por muchas razones el Centro Operativo Bancomer. Resultado de un concurso, fue también la oportunidad para trabajar de nuevo con Augusto H. Álvarez con quien había mantenido una buena amistad aún cuando trabajaban por separado. Cabe destacar la inclusión como socio de José Adolfo Wiechers en el equipo, quien había trabajado con ambos en los primeros años y fue el colaborador más cercano y duradero de Juan Sordo Madaleno. Este conjunto incorpora conceptos de flexibilidad espacial que respondían a nuevas relaciones de trabajo ensayadas en Gran Bretaña y en los Estados Unidos. Se trata de un entorno idílico y modulado, un microcosmo o una pequeña ciudad, que funciona detrás de una membrana que protege de otro mundo contaminado y ruidoso. “El concepto de transparencia –como acierta a definir De Anda- es sublimado en las tres dimensiones, desembocando en un conjunto espacial interno de gran flexibilidad y sutileza en cuanto a su ubicación dentro del medio ajardinado externo.“
Una de las últimas obras de Juan Sordo Madaleno es el edificio de oficinas sobre la Avenida de Las Palmas. Si bien, hasta este proyecto, sus composiciones tendían al orden, buscaban el punto exacto en el que cada pieza encontraba su lugar y acomodo, en este se procura lo contrario. Con un solo elemento, como son las habituales placas aparentemente sólidas que conforman los pretiles, se genera una composición donde cada nivel queda desplazado, ganándose el apodo de “pretemblado”. Con esta propuesta no sólo consigue una inquietante y atractiva vibración sino que oculta los planos remetidos de las ventanas corridas. En 1980 Sordo, Álvarez, Wiechers construyeron el edificio Parque Reforma y concursaron un proyecto para el Banco de México, cuyo lema secreto -011- reproducía la fisonomía de los tres arquitectos.
Cabe agregar que Juan Sordo Madaleno desarrolló el primer Centro Comercial de la ciudad de México y a partir de ahí lideró la producción de esta nueva tipología arquitectónica. El centro comercial es una de las tipologías que se desarrolló con mayor éxito en el siglo XX y que, junto al rascacielos y la capilla abierta, es genuinamente americana. Si el nombre ya define la función –centro y comercial-, la forma proviene de emular los espacios urbanos –calle, plaza- dentro de un contenedor controlado y acotado. Su origen habrá que encontrarlo en las calles cubiertas como la Galleria Vittorio Emanuele de Milán, y su evolución hacia las grandes superficies comerciales se dará después de la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos, para esparcirse en todo el mundo y adquirir en cada lugar ciertos atributos locales. En 1969 se abrió Plaza Universidad, diseñada y desarrollada por Juan Sordo Madaleno, que era en su origen un centro comercial abierto y que se cubrió a causa de los altos índices de contaminación ambiental. En 1971 Sordo Madaleno inauguró Plaza Satélite, centro comercial techado con un gran atrio central, y se convirtió en el punto de encuentro de Ciudad Satélite y todavía hoy se enorgullece de ser el destino más visitado de la ciudad de México con 25 millones de visitantes anuales. Le siguieron los centros comerciales de Bosques de Las Lomas y de Perisur, activadores de la actividad comercial y social de sus respectivas áreas, en una metrópolis fragmentada y policéntrica que vio con agrado estos espacios confinados que, paradojicamente, se convirtieron en espacios públicos activos y seguros.
Juan Sordo Madaleno murió en 1982. Treinta años después el interés por su obra ha crecido y su nombre reaparece recurrentemente entre los grandes autores que siempre siguieron en el olimpo de los arquitectos ilustres. Su obra, esencialmente moderna como pocas, conserva la noción del carácter beauxartino en el que un edificio debe expresar su función. La tecnología asegura la pureza de la obra controlada y determinada por ella. Al proyectar se revela un modo personal de entender el problema, un modo específico de asumir las condiciones del programa, que el mero enunciado de sus requisitos no presupone. Sordo Madaleno entendía las necesidades del cliente sin olvidar al usuario, construyó íconos metropolitanos sin que fueran simples estelas autorreferenciales, fue fiel a las formas de la modernidad enunciada en el International Style sin renunciar a ningún privilegio que estilos anteriores eran capaces de atender. Un delicado equilibrio de conceptos y cualidades a veces contrapuestas, que desde la perspectiva histórica permiten leer la continuidad y coherencia de un arquitecto excepcional.
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