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Columnas

Juan Sordo Madaleno

Juan Sordo Madaleno

22 diciembre, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria

Mis notas dominicales del puente Guadalupe-Reyes se centrarán en algunos párrafos que escribí en el ensayo La discreta radicalidad de un arquitecto moderno, que abre el libro reciente sobre Juan Sordo Madaleno. Resultado de una investigación sin bibliografía, fue un proceso de fascinación progresiva al reconocer desde sus obras y desde los recuerdos de sus amigos y socios, un oficio y una sensibilidad extraordinarias.

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Juan Sordo Madaleno fue un arquitecto moderno. Preciso, discreto y elegante, aportó la esencia del International Style al panorama mexicano de mitad de siglo XX. Como tantos arquitectos diseminados por el mundo, hizo suyos los postulados de una modernidad que pasó del dogmatismo de la Carta de Atenas y el racionalismo beligerante, a un funcionalismo de mercado que encajó perfectamente en México, en pleno auge desarrollista. En la segunda mitad del pasado siglo, durante las presidencias de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, se dieron las condiciones de crecimiento económico que acercaron a buena parte de la sociedad mexicana hacia un progreso universal que dejaba atrás cualquier apego a la identidad local, dando paso a nuevas tecnologías, a departamentos flexibles que incorporaban un mundo lleno de electrodomésticos, a edificios de oficinas que emulaban las plantas libres y los muros cortina que se estilaban por doquier. En esa prosperidad se desarrollan los primeros años profesionales de Juan Sordo Madaleno.

A lo largo de su carrera su obra fluye mesuradamente entre la discreción, el buen gusto y ese extraño tino por el tono exacto, la altura justa o la proporción adecuada, lejos de las estridencias efectistas de algunos, la copia indiscriminada de otros o el rigor extremo de aquellos que proyectaban sobre papel cuadriculado. A riesgo de simplificar, cabe destacar tres fases en la cronología de su trabajo: los primeros años, en la década de los cuarentas, asociado con Augusto H. Álvarez, en que desarrollaron cuidadosos proyectos modernos con rigor y prudencia, tentando formal y tecnológicamente, lo que posteriormente asumirían –por separado- con mayor radicalidad. Le siguen unas décadas de madurez donde se van acentuando los signos propios y la delicada caligrafía compositiva en proyectos de gran relevancia. Sus últimos años destacan por una decantación hacia la volumetría, la expresión prismática y la relación icónica con la ciudad.

Juan Sordo Madaleno nació en la Ciudad de México en 1916, en el seno de una familia acomodada y católica, y trabajó siendo estudiante con el arquitecto español José Arnal. Formó parte de una generación que amplía la brecha de la modernidad iniciada por José Villagrán, Juan O´Gorman y Luís Barragán. Arquitectos como Mario Pani, Enrique del Moral, Jaime Ortiz Monasterio, Ramón Torres, Héctor Velázquez, Enrique de la Mora, Ramón Marcos, Augusto H. Álvarez o Juan Sordo Madaleno, por mencionar algunos, realizaron notables edificios apegados a los principios del racionalismo. De algún modo esta segunda generación de arquitectos educados extra-académicamente bajo la influencia del Movimiento Moderno, tanto en México como en la mayor parte del mundo, no pretendía la originalidad en sus propuestas -como lo sería en el caso de los pioneros de la modernidad- sino que reproducían los prototipos racionalistas, consagrando el Movimiento Moderno precisamente a través de la repetitividad, la homogeneidad y la racionalización. Ciertamente, su convencida y acrítica militancia moderna les hacía confiar ciegamente en la idea del progreso lineal y el implícito crecimiento constante hacía un mundo mejor. Si para Villagrán y O´Gorman la nueva modernidad era el zeitgeist de la arquitectura y significaba un cambio de paradigma en el que una  sustituía a la anterior, para Sordo Madaleno y Álvarez, pero también para Pani y tantos otros, la modernidad empezaba a ser una cuestión de estilo.

La primera etapa discurre de 1940 hasta 1947, asociado con Augusto H. Álvarez, en que desarrollaron algunos edificios de departamentos modernos con ventanas corridas y aparecieron los primeros edificios de oficinas con fachada de vidrio y rigurosos diseños de cancelería entre losas de concreto, donde ensayan los futuros muros cortina que ya se hacían en los Estados Unidos y Europa. Si bien son escasas las referencias grabadas o escritas de Juan Sordo Madaleno, si existen testimonios de Augusto H. Álvarez referidos a estos primeros años. Para ellos se trataba de alcanzar la máxima funcionalidad a través de formas precisas y de privilegiar la calidad constructiva desde procesos de diseño. A diferencia de los pioneros de la modernidad no se trataba de ser original, y no les importaba el hallazgo de las cosas nuevas sino la perfección de las ya conocidas. En este sentido, unos años más tarde el mismo Juan Sordo Madaleno afirmaba que lo que le interesaba era la internacionalización tanto de las formas como de las técnicas de construcción. “México –afirmaba- probablemente más que ningún país en el mundo, ha asimilado este fenómeno por su posición geográfica como centro del continente nuevo. La arquitectura mexicana, podemos asegurarlo, tiene un claro sentido internacional. Sin embargo dentro de este sentido internacional se diferencia la mexicanidad producto de la fusión de dos culturas. Lamentablemente –añade- el arquitecto mexicano, salvo contadas excepciones, poco piensa en las técnicas y aún menos en la investigación de los adelantos logrados en otros países”.

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