Preservación experimental
Los preservacionistas experimentales están cambiando las viejas ideas sobre el patrimonio cultural al elegir objetos que alguna vez se consideraron [...]
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¡Felices fiestas!
30 mayo, 2018
por Jorge Otero-Pailos | Twitter: oteropailos
Una de las mayores transformaciones que se dieron en las dos décadas pasadas es que el patrimonio ya no se concibe como un dato sino, más bien, como una pregunta. Si desde los años sesenta hasta finales del siglo pasado era muy claro que el patrimonio se concebía como algo que ya estaba ahí, establecido, y que para preservarlo había que cuidarlo y protegerlo, en el siglo XXI hemos visto que la noción de patrimonio cambió a ser algo que se ayuda a construir al mismo tiempo que se piensa en su preservación; y nos preguntamos qué es importante para la gente en términos de los objetos y qué es importante para ayudar a esos objetos en su transición de una etapa cultural a otra. Lo que vemos en la preservación es la importancia de los objetos para las culturas al pasar de una etapa a otra. Los objetos ayudan a las culturas a lidiar con el trauma del cambio. Así que participamos en ese cambio de manera creativa. Esto último implica una transformación radical, pues la noción de creatividad estaba reprimida al hablar de preservación. Antes, la idea era que la preservación debía desaparecer y su trabajo resultar invisible. Hoy, por el contrario, incluso pueden verse en museos exposiciones dedicadas al proceso de conservación de algún objeto. Y esto pasa desde la escala de los objetos hasta la de las ciudades. Es impresionante, por ejemplo, ver cómo en China, tras haber destruido su patrimonio durante buena parte del siglo xx, hoy se da un cambio de rumbo de casi 180 grados y lo más importante en términos urbanos y arquitectónicos es lidiar con éste. El patrimonio se entiende ya como el elemento que permite mayor desarrollo económico, cuando antes se veía como su impedimento. También vemos nuevos participantes trabajando en el patrimonio y todas las disciplinas creativas, desde la moda hasta el arte, retoman elementos históricos de manera muy distinta a la forma en la que esto se hizo en el siglo xx: ya no se trata de apropiaciones o de ready mades, sino de un arte que coexiste con el objeto, transformándolo en algo distinto o permitiendo que pueda decir cosas nuevas. La creatividad se entiende de otro modo en el campo de la preservación y, por eso mismo, vemos que se produce un nuevo tipo de patrimonio. Antes no se pensaba que fuera posible producir patrimonio. Yo, por ejemplo, he trabajado en la idea de que la contaminación puede ser considerada como parte del patrimonio. Si lo pensamos de esa manera, entonces hay que preguntarnos qué tipo de conocimiento resulta imprescindible para entender ese material como patrimonio. Y no es evidente. Estamos acostumbrados a pensar en el patrimonio como objetos discretos que existen en cierto lugar, como una escultura en un pedestal, visibles. Pero podemos pensar que no tendríamos nada de eso ni de lo que usamos —esta silla, esta habitación, esta ropa— sin generar al mismo tiempo contaminación y es algo que no podemos ignorar. Pensar en la contaminación como un objeto requiere una nueva manera de imaginar el patrimonio, más allá de la idea de que se trata de objetos discretos. Si logramos pensar la contaminación como patrimonio, tal vez podamos ser capaces de controlarla, pues es algo que hacemos al preservar: administrar y regular los objetos que se consideran patrimonio. La preservación es un campo que puede ofrecernos valiosas perspectivas. El descubrimiento de la lluvia ácida lo hizo en el siglo xix Robert Angus Smith, en Manchester, al darse cuenta de que el mortero de edificaciones antiguas se disolvía demasiado rápido, y al empezar a estudiarlo en su laboratorio y encontrar que había dióxido sulfúrico en el aire. Entonces se inició toda una nueva disciplina: la climatología química. Hoy pensamos esto en términos de cambio climático pero sus estudios empezaron en el campo de la preservación, como miembro de la sociedad Escocesa de Anticuarios. Entender esto nos hace replantearnos cuáles son las habilidades que se requieren para entender la preservación de esta manera.
Texto editado a partir de una entrevista realizada por Francisco Brown
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