28 noviembre, 2018
por Pamela Puchalski
Presentado por:
Durante dos semanas a principios de noviembre del 2013, la Fundación para la Sociedad Abierta y organizaciones civiles aliadas acogieron Talking Transition para involucrara al público en asuntos críticos sobre el futuro del crecimiento de la ciudad. Decenas de miles de niuyorquines participaron. Su objetivo fue darle al alcalde entrante, Bill de Blasio, un programa de acciones compuesto por prioridades ciudadanas en temas que van de las relaciones entre la comunidad y la policía y la educación a la vivienda asequible. A pesar de cierta prisa en la ejecución, Talking Transition ofreció un significativo primer paso hacia acoger la participación activa de los residentes en los procesos de toma de decisión antes incluso de que los principales colaboradores del alcalde de Blasio hayan sido designados.
El esfuerzo fue una manera de aprobar el movimiento del gobierno abierto y construir sobre la reciente iniciativa de información abierta en Nueva York para mejorar la accesibilidad, la transparencia y la rendición de cuentas del gobierno de la ciudad. Pero igualmente, si no es que de manera más importante, Talking Transition estableció una plataforma para que los ciudadanos colectivamente revisen los problemas y las aspiraciones en sus barrios. Desde Listening to the City en el 2002 —cuando cerca de cinco mil niuyorquinos se reunieron para construir consensos sobre su visión y los principios para el desarrollo del sitio del WTC—, no se habían reunido en Nueva York tantos para delinear un mandato público para el crecimiento. Involucrar al público es parte de lo que hace de Nueva York, Nueva York. Los niuyorquinos sirven como delegados y vigilantes en sus comunidades. Es parte de su contrato ciudadano. También lo es el anonimato. Los niuyorquinos pueden participar activamente si lo desean, pero no es un requisito.
El mejor conocido ejemplo de ese contrato ciudadano en Nueva York es el High Line, un proyecto iniciado e implementado por dos niuyorquinos que se reunieron con consejos vecinales para discutir la demolición prevista de la línea de ferrocarril elevado. Rápidamente establecieron una organización civil, Friends of the High Line, y se aliaron con otros ciudadanos interesados en ayudar a promover y, después, financiar la preservación y transformación de la vía en uno de los espacios públicos más innovadores y estimulantes jamás construidos. Con ciudades alrededor del mundo reclamando la transformación de vías de tren o autopistas, me sorprende cuán interesados están en esas otras ciudades en conseguir espacios únicos más que en procesos cuidadosos y ampliamente debatidos de activismo cívico. La magia de la historia del High Line es que fue, es y será por siempre guiado por ciudadanos. Nos da una de las evidencias más convincentes del por qué y cómo los gobiernos pueden responder con inteligencia a los intereses de la comunidad. Eso es por eso que los estándares de diseño fueron tan altos, y por eso las actividades que ahí se dan tienen tanto cuerpo y el arte que ahí se instaló es tan bien apreciado. Y por eso, también, se ha convertido en un destino mundial. Pero mientras el High Line es una historia excepcional, tiene algunos precedentes notables. Primero en la lista está Central Park Conservancy, una organización sin fines de lucro fundada hace más de treinta años por líderes civiles y filantrópicos. Su propósito fue revertir el deterioro de Central Park. Hoy ese grupo proporciona hasta el 85% del presupuesto de operación del parque y sirve de modelo para financiar el mantenimiento de parques urbanos en todo el mundo. Los parques urbanos son una necesidad. Pero en una época cuando las ciudades tienen recursos limitados, la creciente demanda de espacio público, educación, salud y capacitación laboral, entre otras muchas prioridades tiene a los gobiernos municipales atareados en financiar la calidad de vida y las mejoras en la movilidad. Por todo el mundo, la infraestructura social y física de las ciudades no va a la misma velocidad que las necesidades ciudadanas. Nueva York no es la excepción. A pesar de enormes avances, la desigualdad en Nueva York ha crecido hasta revelar un impactante nivel de pobreza y carencia de vivienda, al mismo tiempo que se da una dramática explosión en los precios de las casas.
Mientras Michael Bloomberg empezaba su trabajo internacional mediante Bloomberg Associates, compartiendo el modelo exitoso de Nueva York con ciudades como México, entre otras, seguramente temas operativos —los teje manejes del funcionamiento de un gobierno— serán asunto principal en la teoría del cambio hacia gobiernos locales innovadores y efectivos. El éxito de Bloomberg se debió a decisiones tomadas gracias a datos duros. Su administración también tomó riesgos y experimento en un grado sin precedentes. Pero bajo los éxitos de Nueva York está el compromiso comunitario. El activismo ciudadano fue promovido cuando los ciudadanos, los grupos civiles, los empresarios y el gobierno trabajaron juntos. Eso requiere hablar con los otros y escucharlos, y responder a necesidades y prioridades que se suman.
Falta ver qué tanto, si acaso algo de las ideas expresadas durante Talking Transition fue transformado en acciones por el equipo de Blasio. Más que ser tenido como responsable de las metas y deseos tan apresuradamente definidos por ese muestreo de participantes, el nuevo alcalde puede encontrar otros canales para abiertamente involucrar a los niuyorquinos. Pues mientras el Think Tent funcionó como barómetro de los sentimientos de la ciudad mediante nuevas perspectivas y diversas voces, fue sólo el comienzo de una conversación seria. Lo que Nueva York necesita es una serie de conversaciones en las que los ciudadanos tomen decisiones y encuentren nuevos modos de tomar el liderazgo en sus comunidades.
Este texto se publicó en Arquine No. 67 | Habla Ciudad, con motivo de la primera edición del Festival de Arquitectura y Ciudad MEXTRÓPOLI. Aparta la fecha y acompáñanos a vivir la ciudad extraordinaria en su próxima edición que tendrá lugar del 09 al 12 de marzo de 2019.