Espacios. Memorias de una ausencia: Un paseo por espacios que evocan a quienes ya no están con nosotros.
A mi hermana Carla; mis sobrinos Andoni, Carla y Maite, Nico, Kelly y Greg. A mis amigas y amigos Alejandro, [...]
21 octubre, 2024
por Jose Maria Wilford Nava Townsend
Espero que para los lectores, que hayan conocido este sitio, esta narrativa les reviva bellos recuerdos, y para quienes no hayan tenido la oportunidad de conocerlo, deseo fervientemente que mis limitantes literarias se complementen con las imágenes compartidas para permitirles crear un imaginario espacial tan sorprendente y bello como lo es la vivencia física de visitarlo.
Mi experiencia comienza en un viaje familiar único e irrepetible, del cual, además del ejercicio lúdico que permite a nuestro pequeño universo nuclear, puedo decir que fue una convivencia cohesionante y se desprendió un material suficiente para seguir nutriendo este proyecto reflexivo que he denominado Espacios. De las decisiones realizadas por cada uno de los miembros de la familia, la visita a Plitvice se deriva del empeño de mi hijo Pablo por buscar una zona natural excepcional. Así, sin esperarlo en otras épocas, nos encontramos un día en Croacia, en medio de una cadena montañosa denominada los Alpes dináricos, que liga las regiones de Lika y Kordun.
Aunque los estudios antropológicos hechos en la zona señalan que hubo ahí actividad humana desde tiempos remotos, su peculiar orografía, denominada kárstica, la ha mantenido alejada de centros urbanos importantes, y mantuvo la densidad de sus bosques en donde predominan las hayas, casi intactas. La pureza de su sistema fluvial tampoco ha sido alterada y de ahí que sus cualidades como santuario para diversas especies animales y vegetales sean inmejorables.
La región tiene también su historia, en especial como parte del imperio de los Habsburgo, ya que fue una de sus fronteras hasta finales del siglo XIX, por lo que tuvo una importante función militar defensiva. De ahí que, durante dicho siglo, se hicieran investigaciones y publicaciones que abrieron al conocimiento popular sus cualidades. En el artículo “Los lagos de Plitvice: El gran arte de la naturaleza”, realizado como parte de la propuesta para inscribir este espacio en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad que auspicia la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el autor Mirna Bojić nos platica cómo ha sido el camino hacia la protección del sitio, que no estuvo ni está exento de los riesgos derivados de la actividad humana, tanto turística como industrial, así como las circunstancias que han permitido su permanencia y protección. Así que, habiendo citado artículo y autor, no distraeré su atención con esa historia, para centrarme mejor en la narrativa de la experiencia del sitio.
Imaginen ustedes una caminata por un sedero que nos lleva, del alojamiento en el que nos hospedamos, un bello cottage llamado Plitvica Falls, hasta la entrada a un parque natural. Al inicio, la senda atraviesa por entre propiedades con características que mezclan la actividad rural, con la de alojamiento turístico, para, en unos pocos minutos, pasar al camino cuya acotación comienza a ser ya un denso bosque, donde la luz del sol compite con el follaje que se filtra hasta el suelo en multitud de tonos esmeralda: es el verano y todo tiene matices verdes. La nueva ruta nos lleva ahora hasta la caseta de acceso a la zona visitable del parque, en la cual un amable guardabosques nos permite pasar tras mostrar nuestros boletos.
Avanzamos ahora. Las ramas de los árboles pasan por encima de nosotros, formando una galería verde, pero pronto comenzaremos a ver a nuestra mano izquierda otra tonalidad: un intenso azul al fondo de la pendiente, que nos anuncia la presencia de agua. Aún no podemos imaginar que ese color no proviene exclusivamente del reflejo que el preciado líquido, como espejo, hace del brillante cielo despejado que nos tocó esos días. Apenas vemos fragmentos entre la celosía de troncos que forman los árboles.
Llegamos entonces a uno de los distintos puntos de descanso y servicios que tiene el parque para el turismo. Desde ahí, se puede tomar el bote hacia el recorrido de los lagos superiores, o se puede caminar por la ruta que va bordeando los lagos inferiores. Dada la extensa fila para subir al bote, mi familia y yo elegimos esa tarde caminar hacia los lagos inferiores, que cuentan entre otros atractivos, con la cascada más alta del sistema, dejando la visita a los lagos superiores para la mañana siguiente.
Esta decisión nos adentra de inmediato a la comprensión del todo el sistema natural. Los lagos se forman por una secuencia de pozas con diverso tamaño y profundidad, generadas por el arrastre de minerales que se van construyendo a lo largo del tiempo, barreras travertinas a manera de presas donde se contiene el agua. Nuestro recorrido nos va llevando por la frontera entre el lago y el bosque por un sendero que combina a tramos una calzada compuesta por la tierra y grava natural del sitio, y puentes de madera fabricados con las ramas que van desechando los miles de árboles que ahí habitan. Esto da un sentido paisajístico de extraordinaria amabilidad a la inserción de actividad humana turística, y se suma a la belleza natural del sistema fluvial-lacustre. El recorrido está hecho de tal forma que la accesibilidad es prácticamente universal, pero no sólo eso: si usted pone atención, el trayecto es una lección explicativa del patrimonio natural, con muy pocos, pero precisos letreros explicativos.
Las represas travertinas mencionadas, al irse llenando, generan cientos de cascadas que las desbordan, pues el flujo de agua no para; algunas son pequeñas, otras, medianas y otras más grandes, por donde el líquido escurre interminablemente hacia el siguiente lago, que vuelve a repetir la misma historia. Así, la secuencia de vasos comunicantes construye un paisaje inimaginable. En los bordes de las represas, el agua es cristalina y nos permite ver a las pequeñas truchas ejercitarse en el nado contra corriente. Estos puntos de transición, funcionan como pequeños ecosistemas animales y vegetales, donde crecen pastos, totoras y otras plantas propias de un humedal, lo que favorece la cría de insectos y peces. En las zonas más profundas de los lagos, la transparencia del agua cede ante la coloración azul intensa, provocada por una combinación de minerales (entre ellos el cobalto) y colonias de bacterias endémicas al sistema. La variedad brinda a la experiencia una serie de sensaciones que van del asombro a la contemplación en idas y vueltas continuas. En otros puntos, unos farallones verticales de piedra caliza se levantan como murallas inexpugnables, esculpidos por el tiempo y el paso del agua encañonando el río.
Así nos acercamos al final de la primera parte en nuestra visita. El punto culminante es la Gran Cascada (Veliz Slap en croata). El sistema continúa, pero aquí acaba la ruta para el visitante, la culminación no puede ser mejor: es un cierre imponente y emocionante. En la época del año que nos tocó visitar, más que un sólo gran cuerpo de agua, esta caída se compone de un sinfín de flujos que dan el salto, cada uno diferente, cada uno especial.
El regreso hacia nuestro hospedaje nos permite cortar camino por una senda zigzagueante que trepa por la montaña, regalándonos unas vistas panorámicas donde es posible apreciar la secuencialidad de los lagos. Nos retiramos entusiasmados y expectantes, pensando que, al día siguiente, tendríamos otra probada de esta maravillosa experiencia. Nos recibe nuestro cottage, donde los anfitriones nos han preparado una exquisita cena con trucha local y vino croata, para poner un broche de oro al día.
A la mañana siguiente, el desayuno no desmerece la experiencia gustativa de la cena y, cargados de energía, nos ponemos en marcha para la segunda parte del recorrido del parque.
Llegamos por el mismo camino del día anterior, al punto donde se toma el bote. A pesar de la temprana hora, ya hay una fila larga para acceder al transporte mencionado, pero ahora no queda más remedio que esperar. El trayecto del bote, silencioso pues es eléctrico y con un sistema especial para no contaminar el agua, nos cruza a lo largo de buena parte de Kozjak, el lago de mayor dimensión en el parque. Nos recibe un pequeño muelle, cuyo sistema constructivo es el mismo que el de los puentes relatados el día anterior: ramas bien tejidas en una estructura cuya madera sale del producto natural del bosque. Ahora la caminata es ascendente, vamos contra el flujo del agua, por lo que la experiencia es inversa. Así, nos iremos encontrando de frente a las cascadas formadas por las represas travertinas, y descubriendo los pequeños humedales conforme pasamos de un lago a otro.
Es muy importante comentar que, a pesar de que ahora vamos subiendo constantemente, la geometría de los caminos está estupendamente bien trazada, con una pendiente suave que ondula entre las orillas de los lagos, de tal forma que el trayecto no es agotador. Existen puntos donde uno puede trepar al bosque, más escarpados, y otros donde incluso es posible tomar un autobús para aquellas personas cuya situación de salud o capacidades físicas no les permite realizar el trayecto completo a pie. No siendo nuestro caso, tomamos la ruta larga, encontrando, descubriendo, admirando. El relato en texto no se alarga mucho más, pero les comparto imágenes donde las cascadas, los lagos, el bosque, los guiarán relativamente por las sensaciones vividas.
Como reflexión final, les comparto que el parque Plitvice, es uno de los primeros parques naturales cuya protección es sistémica, es decir, que se considera al flujo de los ríos que lo componen desde su origen, aunque sólo una parte sea parque. Estos ríos no sólo nutren el bosque que rodea los lagos, sino un sinfín de comunidades rurales que dependen de él para la producción. En el proyecto se considera la proyección económica de estas familias, tanto las que seguirán en el proceso de producción agrícola, como aquellas ubicadas más cerca de los espacios visitables y forman parte del cuerpo de guardabosques, concesionarios de alimentos y hospedaje, etc. El análisis de capacidad de carga para visitantes en el parque es altamente riguroso, por lo que, en temporada alta, es recomendable comprar boletos digitales con algunos meses de anticipación, pues se agotan las entradas. No hay sistema perfecto, pero es un buen planteamiento para abordar economías regenerativas, que no se basen en el crecimiento financiero permanente, cosa que, como ya sabemos, no existe.
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