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Columnas

Entre la brisa y la calma: un comentario sobre ‘El pesar del viento’

Entre la brisa y la calma: un comentario sobre ‘El pesar del viento’

1 agosto, 2024
por Oscar Aceves Álvarez

Sección del pabellón “El Pesar del viento’ (2023). Foto: © Álvaro Parraguez + Beatriz Harriet

Como ya es costumbre, durante el inicio del otoño austral de 2024 se inauguró en el sector oriente del Parque Araucano (Santiago de Chile) el pabellón del Young Architects Festival: “El pesar del viento”. Los arquitectos Álvaro Parraguez y Beatriz Harriet fueron los ganadores de la última edición del concurso, convocado cada año en Chile por Constructo, cuya propuesta proponía una “experiencia performática” en la cual “el actuar del ambiente y el usuario” propiciaran que el propio pabellón fuera afectado. “El pesar del viento” es, según sus propios autores, “un artefacto conformado en un perímetro de cuatro metros de espesor, permeable por sus cuatro caras […] Desde una estructura autoportante —donde la madera es comprendida como el material de estudio prioritario— cuelgan cientos de fibras que reaccionan y se reconfiguran al uso, al paso del tiempo y al clima”.

Planta del pabellón “El Pesar del viento” (2023). Foto: © Álvaro Parraguez + Beatriz Harriet

Sección del pabellón “El Pesar del viento’ (2023). Foto: © Álvaro Parraguez + Beatriz Harriet

Ciertamente “El pesar del viento” no es el primer pabellón dentro del festival cuya concepción y narrativa estén enfocadas a lo fenomenológico, pues son varias las propuestas que han abordado esta temática desde que “Sombras de color”, del arquitecto Eduardo Castillo, ganara en 2011 la primera edición del entonces Young Architects Program. De hecho, esta ha sido la tendencia en la mayoría de las versiones del concurso, con la excepción de “Ambient 30 | 60”, de Ignacio García Partarrieu y Arturo Scheidegger; y, poco después, “Después del domo”, de Claudio Torres, Yuji Harada, Clarita Reutter y Emile Straub; propuestas que, respectivamente, exploraron sobre los potenciales “expositivos” y “estructurales” de los pabellones.

Sin embargo, la propuesta de Parraguez y Harriet ha presentado, al menos, una novedad con respecto a sus antecesoras: por primera vez el proyecto ganador ha estado en dos ubicaciones diferentes. Un año antes de su inauguración en el Parque Araucano de Santiago, entre abril y mayo de 2023, el pabellón fue concebido e instalado en las áreas exteriores del Parque Ruinas de Huanchaca (Antofagasta), al norte del país. Los propios autores reconocían en la memoria del proyecto que la árida y ventosa planicie en el sur de Antofagasta, aledaña a la costa pacífica, actuó como condicionante en la experimentación del pabellón por parte de los visitantes, ya que “dicho contexto incluye propiedades físicas, climáticas, sociales y culturales que actúan como catalizadores fenomenológicos”. Después de ser expuesto al público, “El pesar del viento” fue desmontado, transportado y reinstalado en el valle central de Chile, en específico en la cima de una pequeña colina rodeada de árboles dentro de un parque público ubicado en el oriente de Santiago.

“El Pesar del viento” en Antofagasta (2023). Foto: © Álvaro Parraguez + Beatriz Harriet

Ambas ubicaciones “afectaron” de manera diferente al pabellón y, por consecuencia, la “experiencia performática” que los visitantes percibieron tanto en su instalación en Antofagasta como en Santiago. En el primer caso, el pabellón evidenciaba con claridad “el pesar del viento” con el movimiento y sonido constantes de las piezas de madera que, de manera consciente, fueron colgadas desde el entramado superior del pabellón. Que estas piezas no se encontraran estáticas y al “unísono” propiciaba en los visitantes una imprecisión en el intento de precisar los límites de la obra, así como un recelo por atreverse a cruzar este perímetro “oscilante” del pabellón si se deseaba ingresar o salir del espacio central. 

Por el contrario, la ausencia de corrientes de aire condicionó el pabellón cuando éste fue instalado en el Parque Araucano. De hecho, esta fue una de las condiciones que los mismos autores reconocieron cuando “El pesar del viento” fue reinstalado en Santiago. En este caso, la aparente quietud de las piezas colgantes de madera brindaba entonces la oportunidad a que los visitantes —sobre todo arquitectos— pudieran reconocer con mayor facilidad las particularidades compositivas y constructivas del pabellón: geometría, jerarquía, orden, tamaño, simetría, ritmo. Si bien los visitantes —al igual que en Antofagasta— podían mover manualmente las piezas colgantes de madera, sin el efecto del viento la oscilación era en extremo efímera.

“El Pesar del viento” en Santiago de Chile (2024). Foto: © Oscar Aceves Álvarez

Cuando las aspas o ruedas dejan de girar debido a la ausencia de corrientes de viento o agua, respectivamente, los molinos pierden su valor de uso a la vez que, en algunos casos, se convierten en objetos de deseo. Frente a esta situación —la incapacidad de producir energía cinética—, ¿siguen siendo molinos?

De manera análoga, cuando la obra fue instalada en Santiago la falta de “peso” del viento puso en crisis el discurso fenomenológico a partir del cual fue presentado el pabellón, propiciando a que este fuera reconocido entonces no necesariamente por sus cualidades “performáticas”, sino más bien “compositivas”. Pero, como plantean los propios arquitectos, si el pabellón “demuestra la capacidad responsiva de la arquitectura para modificarse en estado, forma, propiedad y uso”, incluso la inanición de “El pesar del viento” en el Parque Araucano sería “performática” al evidenciar, justamente, la ausencia de peso del viento en Santiago. Parece entonces que lo pertinente aquí no es cuestionarse si el pabellón deja de serlo con el cambio de ubicación, sino más bien sí éste sería el mismo si se hubiera propuesto para implantarse en el Parque Araucano desde un inicio. Probablemente no.

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