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Columnas

El viaje como proceso

El viaje como proceso

15 julio, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida

Mucho se ha escrito sobre los aeropuertos. Yo escribo desde uno sobre la condición de estar en tránsito y las constantes referencias a ver los acontecimientos como viajes constantes.  El tema es común, ha servido como eje para infinidad de libros y películas, como el escenario de historias sobre encuentros y despedidas que dan lugar a múltiples definiciones. Una de ellas encaja con el “no lugar” que Marc Augè define y Rem Koolhaas expone como el gran espacio de cruces y constante movimiento en muchos de sus textos de principios de siglo. Aeropuertos como escenarios tácitos del desplazamiento, lugares de carga y descarga por naturaleza, de estar y a la vez no estar en ninguna parte.

Viajar trasciende la acción para ser una condición. En ella se nutren de significado las experiencias. Para algunos supone un cambio en la rutina; para otros el modus operandi de su cotidianidad. En todo caso, el arribo a puerto trae implícita la condición de ausencia, de aquello que se deja para dar paso a otra cosa, supone moverse para encontrar un estado diferente a la condición previa y a su vez descubrir, crear, diseñar. Cuando se entienden los procesos de aprendizaje como viajes y cada obra como el tránsito de una condición a otra, se logra definir un método que se enriquece con cada escenario y cada experiencia.

Un viaje constante es lo que mejor define el proceso de trabajo de Héctor Esrawe. No en balde durante su entrevista para La hora Arquine el pasado lunes, algunas de las constantes en su discurso fueron precisamente las referencias a aquello que se lleva y el proceso de tránsito y enriquecimiento que descubre y redescubre en cada proyecto que decide emprender. El proceso riguroso de su diseño parte de la investigación y la conceptualización, de entender la pieza y el producto, el diseño en cualquiera de sus versiones como un viaje que emprender y su acercamiento al resultado final como un tránsito constante en el que se investiga, se prueba, se falla, se acierta y se termina. Finalmente diseñar es llegar a un punto en el cual el tránsito termina para dar paso a la nueva etapa que el mismo viaje significa: aquella en la que llegas, la del uso, la exposición, la reproducción o incluso la comercialización de lo diseñado.

Constantemente se elige a dónde ir y qué llevar. En cada viaje hay cosas que portar como parte imprescindible de un equipaje. A su vez, el equipaje es algo que pesa, que contiene lo básico y que se debe cuidar en todo momento durante el viaje. Hector menciona su condición de mexicano como algo que le acompaña constantemente, como el pasaporte que identifica su procedencia, como la cultura que se impregna en su proceso de manera inevitable a partir de la reinterpretación,el entendimiento y la construcción de una tradición, alejado de la caricaturización como señal de estruendo, referencia e identificación. Sin importar si el viaje es solo o acompañado, prevalece el rigor de su proceso. Su huella queda plasmada por encima de la marca que parece empezar a acompañarle, se entrelee en el proceso de colaboración y análisis que establece como punto de partida y guía para cada viaje, para cada objeto y cada diseño. Es allí donde el artesano, el brandero, diseñador o arquitecto coinciden: cada uno con sus pasaportes pasan los controles, suben el avión y a la par cuidan su equipaje, cargado de aquello que necesitan y los enriquece. Lo más probable es que en el tránsito se coleccionen souvenirs como testigos o prototipos como modelos que enriquecerán el viaje del proceso.

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