Gobierno situado: habitar
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19 marzo, 2020
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Hace cien años, el 4 de marzo de 1920, John A. Harriss, comisario delegado especial de policía de tráfico de Nueva York, empezó a probar el uso de luces de tres colores —verde, ámbar y rojo— para ordenar la circulación de automóviles y peatones. No era el primer intento de usar señales luminosas con ese fin. En 1868 J.P.Knight, ingeniero de ferrocarriles, instaló un sistema con lámparas de gas fuera del edificio del parlamento en Londres; al año siguiente una de las lámparas explotó y las señales fueron retiradas. Lester Farnsworth Wire instaló la primera señal de tránsito con luz eléctrica en Salt Lake City en 1912 y en 1914 James Hoge colocó semáforos eléctricos en el cruce de la avenida Euclides y la calle 150 Este, en Cleveland, Ohio. Hoge patentó su diseño en 1918.
John A. Harris nació en 1875 en Nueva York. Estudió medicina pero se dedicó a los negocios, logrando hacer una considerable fortuna. Según su obituario, publicado en el New York Times el 13 de octubre de 1938, “como conductor entusiasta en los primeros días del automóvil, su experiencia con las congestiones de tráfico y los retrasos que causaban lo llevaron a estudiar dispositivos mecánicos que garantizaran la seguridad tanto de peatones como de automovilistas.” Además de los semáforos, Harriss propuso que se construyeran autopistas de varios niveles —como las que sugirió llenaran el East River tras desviar su curso— y el uso de calles de un solo sentido.
Las torres, más que postes, de semáforos se instalaron a lo largo de la 5ª avenida y Harris pagó por su construcción y mantenimiento de su propio bolsillo —como hacía con todas sus propuestas mientras estaban a prueba. Eran operadas manualmente por un policía de tránsito, atento a las señales de las torres cercanas y al flujo de automóviles. Según un artículo publicado en Popular Science Monthly en enero de 1921, cada torre tenía dos juegos de luces, “uno de cara al norte y otro al sur. Cada juego consiste en una lámpara color ámbar flanqueada a un lado por una verde y al otro por una roja. Estas lámparas encienden sus luces de manera alternada. La luz ámbar indica el tráfico del norte y del sur, la verde indica el del este y el oeste, y la roja indica que la dirección del tráfico está por cambiar y que todos deben detenerse por unos segundos.” Un año más tarde, las torres fueron sustituidas por otras de ocho metros de altura, hechas de bronce con un armazón de acero, diseñadas por Joseph H. Freedlander, arquitecto de formación —estudió en el MIT y luego fue de los primeros estadounidenses en graduarse en la Ecole des Beaux Arts en París, en 1895—y escultor. Las torres de Feedlander incluían, además de las señales luminosas, un reloj que anunciaba con campanadas cada hora. También se cambió el significado de los colores.
Las propuestas de Harriss se basaban en concebir la ciudad como un mecanismo o una fábrica, y en confiar en la colaboración de todos sus habitantes para lograr su mejor operación. En el artículo citado de Popular Science Monthly, Harris explicó: “Las innovaciones que he puesto en obra son en gran medida adaptaciones de principios de eficiencia bien conocidos en los negocios. Buscan eliminar la perdida de tiempo innecesaria, recuperar los movimientos perdidos, prevenir la fricción, la confusión y los malos entendidos. Deben resultar exitosas porque toman en cuenta el espíritu deportivo del trabajo en equipo y la infalible buena naturaleza típica de las multitudes en Estados Unidos. Sin la cooperación y la simpatía de la gente, las reglas y la regulación son de escaso provecho.”
Pero Harriss también sabía que la cooperación y la simpatía a veces no bastaban. Una nota aparecida el 15 de septiembre de 1922 en el New York Times da cuenta de que Harriss estaba de acuerdo con el juez McAdoo, magistrado en jefe de la ciudad, en que los automovilistas infractores no fueran sólo multados, sino detenidos inmediatamente al cometer la falta. McAdoo declaró: “Ha llegado la hora en que resulta de interés para la seguridad de la comunidad que el conductor descuidado y peligroso sea arrestado en el lugar de los hechos. Y por eso hay una necesidad creciente de una mayor cantidad de policías de tránsito en las esquinas peligrosas.”
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