Gobierno situado: habitar
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¡Felices fiestas!
24 julio, 2016
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Nunca he armado un rompecabezas. Afirmarlo así, de manera tajante, debe ser una falsedad. Pero tiene más fuerza que admitir que sí, tal vez haya armado rompecabezas en la infancia pero de esos que no llegan a cientos y mucho menos a miles de piezas y que, por tanto, no representan mayor reto ni cuentan para los aficionados a ese pasatiempo. Sin embargo, creo poder intuir dos tácticas principales que constituyen la estrategia general al armar rompecabezas. Llamémoslas la holística y la constructivista. La primera parte del conocimiento de la figura que el rompecabezas debe formar al estar completamente armado y que conocemos porque generalmente viene impresa en la caja que contiene todas las piezas. Esa imagen total es el objetivo. La táctica constructivista no parte de la imagen final sino, al contrario, de la lógica intrínseca de cada pieza. Estudia sus colores y analiza su contorno. Clasifica así a las piezas por regiones y las ordena según su posición de borde o central. Pero no basta que una pieza embone con otra sino que esas dos, juntas, tengan sentido y así progresivamente hasta llegar a la imagen total. Normalmente la táctica holística rige a la constructivista. En caso de duda, nos referimos a la imagen impresa en la caja. Incluso podemos pasear una pieza sobre la tapa de la caja buscando pistas acerca de su posición en el ensamble completo. ¿Pero qué pasaría si la caja se pierde, si no sabemos cuál es la imagen que resultará de armar el rompecabezas?
Se habla de la falta de planes generales de desarrollo urbano en la mayoría de las grandes ciudades del país y, en especial, en la ciudad de México, así como de la falta de una visión de ciudad entre quienes las gobiernan. Tal vez la visión de ciudad y el plan general sean dos caras de la misma moneda, pero no necesariamente son lo mismo. Alguno dirá que la visión de ciudad es a dónde queremos llegar mientras que el plan es el cómo. La visión de ciudad es la imagen sobre la caja del rompecabezas. El plan, es general cuando emplea una táctica holística, regida por el conjunto final, por la idea —o imagen— de ciudad que queremos, y parcial, cuando se enfoca en las posibilidades de una pieza al sumarse con otras. En el caso de los rompecabezas, nada supone que resulte imposible armarlo si desconocemos la imagen inicial. Podrá tomarnos más tiempo, es todo. O no: existe una posibilidad más. Los rompecabezas son un juego generalmente cerrado: el resultado debe ser igual a la imagen inicial, impresa en la caja, para lograr el objetivo. Pero si esa imagen no existiese, se podría llegar a la imagen final como una revelación o bien como una invención. Podría darse el caso de plantear como única regla que las piezas embonen entre sí y formen una figura plana y cuadrangular, sin importar el sentido o significado original de la imagen, ahora inexistente. También se podría permitir que el resultado fuera una figura plana, pero de bordes irregulares o discontinuos, siempre y cuando todas las piezas embonen entre sí y, todavía más, se podría permitir que las piezas, para embonar, transgredieran las dos dimensiones de la figura plana y le dieran cuerpo.
En el caso de una ciudad, no podemos llevar la analogía del rompecabezas demasiado lejos: las piezas no son sólo regiones o barrios y sus límites las calles que los definen, aunque en parte sí. En cuanto a materia física: suelo, infraestructura y construcciones, las piezas se pueden manipular con menor libertad y, sobre todo, resulta prácticamente imposible trasladarlas de un sitio a otro. Aunque podemos cambiar sus usos y las reglas que están en vigor al interior de una pieza: podemos hacer de un barrio antes industrial un parque —algo así como con pintura cambiar los colores de una pieza del rompecabezas. ¿Tiene sentido intentar trabajar con las piezas del rompecabezas urbano sin un plan general de desarrollo urbano y sin una visión de ciudad? No. Y sí.
Hoy reconocemos que la ciudad cambia con tal rapidez que nos dificulta o incluso impide hacer planes generales que definan absolutamente todo con precisión. También, por lo mismo y por otras razones acaso más complejas, es difícil proponer una visión de ciudad singular, absoluta. Se deben hacer planes a largo plazo, sin duda. Por ejemplo, no se puede considerar el problema del abastecimiento de agua potable y del tratamiento de aguas pluviales, grises y negras en una ciudad como la de México —en toda su extensión territorial y no sólo considerada dentro de los engañosos límites de la denominación política, que ya es extensa de por sí— sin una visión a futuro: la autosuficiencia hídrica de la cuenca y un plan, de hecho, una serie de planes para lograrlo. Sin embargo, en otros asuntos parece que hay que acostumbrarnos a jugar como si la imagen en la caja del rompecabezas se hubiera perdido para siempre. Sea porque esa imagen, como en historia fantástica, cambia mientras lo vamos armando o porque el número de piezas se multiplica y, sobre todo, porque esa imagen es una construcción social que no escapa al conflicto de todo lo político. Una cosa es cierta: hoy —y quizá nunca antes— no se puede pensar la ciudad sólo desde la visión total, ignorando las propiedades singulares de cada pieza. Aunque tampoco, evidentemente, se puede negar que las condiciones de cada pieza cambian según aquellas con las que entra en relación, sean contiguas o, en un conjunto mayor, distantes. Al final, es evidente que la metáfora del rompecabezas, ni como una imagen final a la que hay que llegar ni como una colección de piezas singulares que hay que entender, alcanza, para cubrir toda la complejidad de lo que son una ciudad o una metrópoli.
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