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El poder de la arquitectura

El poder de la arquitectura

26 noviembre, 2014
por Arquine

por Mónica Arzoz @marzozcanalizo

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Son pocas las ciudades sobre las cuales se cita con tanta frecuencia su memoria histórica como es el caso de Berlín. La historia urbana de Berlín es una historia de destrucciones. Su textura urbana fue rehecha una y otra vez para adaptarla a los nuevos conceptos fundamentales del momento. Es una ciudad que a lo largo de su historia se ha visto bajo la necesidad de reinventarse según sus teorías políticas o estilos de vida, mismos que se plasman sobre su arquitectura y traza urbana y reflejan una sociedad en continua transformación.

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Berlín es una ciudad con una decidida voluntad de demolición, que ha utilizado el urbanismo y la arquitectura como herramienta para disipar vestigios del indeseable pasado, buscando, por medio de espacios de pequeña y gran escala, regresar el famoso orgullo nacionalista al pueblo alemán, pero encauzado de forma distinta.

La reconstrucción de un pasado en ruinas ha atraído en las ultimas décadas novedosos conceptos, estilos y convicciones sobre cómo llenar el espacio vacío, reforzando la identidad de sus habitantes, que han visto su ciudad levantarse de las cenizas en repetidas ocasiones.

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Berlín, que en épocas de entreguerras cobraría fama como la ciudad mas animada y moderna de Europa, pasaría a convertirse en el centro de mando del nazismo, uno de los regímenes más opresivo y cruel de la historia, lo que finalmente la arrastró a su más terrible destrucción. Tras la guerra, sufriría una profunda transformación en su fisionomía y dinámica por un muro, una frontera impuesta, que dividiría a la gran capital en dos.

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Esta frontera trajo paralelamente el urbanismo socialista en el este y la ciudad cosmopolita en el oeste. Una ciudad en ruinas, daría a las grandes potencias del momento la oportunidad de invertir millones con el afán de demostrar su supremacía sobre el otro. La arquitectura, la ciudad misma, reflejaría las vivencias e ideologías de sus habitantes, o como es el caso de Berlín del este, de su gobierno. A pesar de ello, a la ciudad no se le conocía por  sus monumentos, calles o plazas; por casi tres décadas, el muro fue la identidad de Berlín.

Los efectos que esa frontera generó, nos dan una lección sobre el poder de la arquitectura. El muro, elemento arquitectónico básico, que separaba a los berlineses del este del “paraíso” del oeste, y que privó de la plena libertad a miles de personas, nos recuerda cuán profunda es la influencia de la arquitectura sobre la humanidad. Con el muro, la arquitectura fue utilizada como el instrumento para alcanzar fines políticos y generó una serie de fenómenos de gran calado social. División, aislamiento, inequidad, agresividad, destrucción y  aprisionamiento, junto con una sobredosis de símbolos y continuo estado de delirio, es lo que esta pieza arquitectónica fue capaz de crear. La arquitectura da pie a sensaciones que van más allá  de lo exclusivamente físico, refleja poder, ideología y sentimientos de sus usuarios y habitantes.

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Tal y como Koolhas señala, al pensar en el Muro de Berlín como pieza arquitectónica, es cuando se entiende como la ausencia tiene más fuerza y poder que la presencia. Esta tierra de nadie que atravesaba la ciudad dividiendo este y oeste, al que Koolhas llama “nothingless”,  trajo consigo más poder que una gran obra que se hubiera construido.

Dos ciudades distintas, dos ideas y estrategias, se dejaron crecer a ambos lados de la tierra de nadie. Bajo las mismas circunstancias climáticas y geográficas, dos discursos políticos en oposición se materializaron creando ciudad. El poder de la arquitectura y sus consecuencias sobre la sociedad y su comportamiento se hizo evidente, a tan solo unos metros de distancia surgieron centros urbanos completamente distintos, la misma arquitectura reflejaba la libertad o la falta de la misma. Sin embargo, ante un escenario en el que la globalización marcaba la pauta, “la separación de hormigón, alambre de espino y franja de la muerte iba contra la corriente de la historia”, por lo que su desaparición fue indispensable.

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Hoy, a más de 25 años de la caída del muro, y en un territorio en proceso de reunificación, las cifras y estadísticas indican que la frontera, a pesar de los enormes esfuerzos que se han hecho por desaparecerla, sigue existiendo. Índices como el crecimiento económico, desempleo e inmigración muestran a Alemania del Este con un retraso de 25 años en niveles económicos a comparación con Alemania del Oeste.

Ese vacío que atravesaba la traza urbana, con la capacidad de transformar a tal grado un territorio, hace de Berlín un laboratorio Urbano por excelencia. Las diferencias entre estos dos Berlines siguen siendo apreciables a simple vista y la experiencias contrastantes que representan hacen hoy de Berlín un gran museo y laboratorio sobre el cual la arquitectura y el urbanismo siguen probado su poder.

La cantidad de acontecimientos históricos que han transformado este lugar han dejado una profunda huella en la misma y en sus habitantes. Cada generación, cada persona, tiene su propia versión de la ciudad. Distintos tipos de arquitectura y urbanismo que moldean el comportamiento del ser humano se han plasmado en una misma ciudad. La arquitectura sigue mostrando su poder en Berlín.

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