Messi y la ciudad: la atracción de talento y las formas de habitar
¿Por qué un talento como Lionel Messi escoge una ciudad difusa como Miami por encima de ciudades compactas como Barcelona [...]
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¡Felices fiestas!
4 septiembre, 2019
por Orlando Vásquez
Las intervenciones urbanas en barrios de ladera se han convertido en uno de los grandes retos que enfrentan las ciudades latinoamericanas para la integración de grandes extensiones de ciudad autoconstruida a la ciudad tradicionalmente planeada.
Son numerosos los llamados casos de ¿éxito? en todo el continente. Dotan a favelas, tugurios o barrios de ranchos con espacios públicos, alternativas de movilidad, equipamientos para la educación, salud, cultura y deporte. Dichos equipamientos tienen por objetivo no solo brindar servicios de los que carecen normalmente estas zonas auto producidas. Además, tienen la virtud de dinamizar la vida urbana en los nuevos espacios públicos. Sirven, como diría Jane Jacobs, para poner “ojos en la calle” y así juegan el rol de “cuidar” los nuevos espacios públicos y los recursos naturales que se han resguardado con dichas intervenciones urbanas que regularmente se ven asediados por la continua expansión de los tejidos autoconstruidos.
Es por esta función de “cuidar” que algunos autores hablan de espacios custodios o incluso se opta por usar un barbarismo como el espacio “guachimán” para acentuar esta cualidad de vigilancia y resguardo de lo público.
Sin embargo, la realidad de nuestras ciudades latinoamericanas, sometidas a arrebatos políticos y oscilando entre extremos, afecta el acceso a los recursos necesarios para el mantenimiento y operatividad de estos custodios urbanos. Por otra parte, los protocolos tradicionales de contratación de obras públicas, mediante los cuales un contratista privado accede a un encargo para la construcción de estas facilidades, tiñendo de desconfianza la ejecución de la obra, no sólo por la sospecha de malversación de recursos en detrimento de la calidad de materiales y acabados, sino también por la inserción de agentes externos a un tejido que mediante paradigmas autónomos han logrado su lugar. Para completar el panorama, estas intervenciones urbanas regularmente justifican la remoción de viviendas construidas por sus propios moradores, con el argumento de que al ser de precaria construcción se ubican en zonas de riesgo, mientras en la elaboración del plan se contempla la construcción de equipamiento público o espacio custodio sobre la misma zona de riesgo, haciendo gala del poder económico y constructivo del Estado mediante arquitecturas ostentosas que den cuenta de dicho poder.
Yendo al grano, se trata aquí del caso de los parques biblioteca en Medellín, que han sido una de las componentes de sus planes urbanos integrales, formulados desde el urbanismo social, que coadyuvaron en la proyección de la ciudad paisa como una de las más integradoras del orbe, pero que más recientemente se han visto afectados por los factores mencionados en el párrafo anterior. Para ser más preciso, desde hace ya cuatro años que el Parque Biblioteca España, ubicado en el barrio noroccidental Santo Domingo Savio, dejó de funcionar, cerró su perímetro con un vallado ¿provisional? ornamentado por murales con mensajes de esperanza que suenan al menos irónicos, desmanteló su envolvente, exhibe un exoesqueleto de acero frágil, desvencijado, de proporciones delgadas, oxidado y desteñido. Se puede decir que el Parque Biblioteca España es un custodio caído.
El impacto de su caída puede percibirse desde sus calles, antes —durante el funcionamiento de la biblioteca— efervescentes de visitantes y residentes, niñas y niños, mujeres y adultos mayores accediendo a los servicios del equipamiento, en contraste con el panorama actual, desolado, únicamente ocupado por varones jóvenes en pequeños grupos, o en motos transitando por sus rampas peatonales, algún habitante paseando su mascota y uno que otro turista despistado que apoyado de fotos del día de la inauguración, acude al decepcionante encuentro con el custodio caído.
En el contexto actual de la realidad política colombiana, en la cual un grupo aparentemente reincorporado a la vía democrática declara su vuelta a las armas y a la guerra, se vuelve imperiosa la necesidad de reactivar todos los espacios de la cultura, la educación y el deporte, que amplíen las oportunidades para la construcción de una ciudadanía robusta en valores de convivencia pacífica y democrática, interesada en el debate constructivo, y no en las imposiciones violentas.
Actualmente se sabe de algunos nuevos procesos de contratación para la reactivación del Parque Biblioteca España, que de momento solo parecen llover sobre mojado en la tradicional forma de planear y operar sobre los territorios, impuesta de arriba hacia abajo, sin contemplar la participación ciudadana en su renacimiento. Para que la biblioteca vuelva a levantarse hace falta formular nuevas preguntas, indagar sobre lo sucedido durante estos últimos cuatro años sin edificio, construir una memoria colectiva consciente del rol ciudadano en velar por el mantenimiento y operatividad de los equipamientos que les brindan servicios, que evite en buena medida que el custodio vuelva a caer.
Parque Biblioteca España 26 de agosto de 2019. Foto: Orlando Vásquez
[1] Ver Diseño de nuevos asentamientos informales, David Gouverneur, 2016.
[1] Video conferencia “El espacio custodio y el rescate del vacío”, Ignacio Cardona, CCScity450, 2019.
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