Inflexiones: convertirse en lo que aún está por ser
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¡Felices fiestas!
21 octubre, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida
Hablar de diseño en cualquiera de sus escenarios o escalas, suele por defecto asociarse a un estatus socio económico determinado. En el imaginario colectivo de gran parte de hombres y mujeres, el diseño es asociado con clase o condiciones determinadas de un alto nivel de calidad de vida. Es bajo este criterio que quizás nuestras disciplinas se alejan de una premisa fundamental, el diseño es para su consumo. Las dos últimas bienales de arquitectura de Venecia colocaban sobre el tapete temas como “territorio común” y “la gente se reúne en la arquitectura” para lograr poner en evidencia la naturaleza colectiva de la arquitectura – y del diseño en general – y reflexionar sobre la idea de que nuestras disciplinas están más cercanas a lo cotidiano que a lo exclusivo, son el escenario y las herramientas fundamentales para el desarrollo de la sociedad y de cada una de los hábitos del hombre.
No importa de donde proviene, lo interesante es pensar como el buen diseño es de consumo global y facilita las tareas cotidianas, busca dar valor en lo que se hace y consume, para terminar por construir cultura alrededor de un producto, objeto o espacio, al incorporarse a las dinámicas de la vida, o incluso al construirlas. Por encima de idiomas o costumbres, la utilidad precede la forma, y podríamos pensar en que los objetos son diseñados indistintamente de su escala como piezas de uso y consumo cotidiano, donde las formas propias deben ser aquellas que den respuesta a una necesidad, a un programa, a un movimiento, específicamente a la relación del hombre con estos.
Autores como Georges Perec lograron hacer obras maestras al convertir meras descripciones de lo cotidiano en literatura, al detenerse precisamente en las peculiaridades de los objetos y construir esmeradas descripciones de puertas, baños, salas, mesas, cocinas, dormitorios, entre otros, que contruyen un catálogo razonado y selectivo de narraciones donde los protagonistas son “Las cosas” y “La vida instrucciones de uso” Para el autor francés, incluso la literatura debía responder a lógicas y constricciones de uso que podrían ser enlistadas y a su vez reinventadas con gran maestría. Debemos pensar entonces que cada espacio, objeto o producto, contiene impresa una historia, el trabajo del diseñador es escribir el siguiente capítulo de historias contenidas en su mente. Trabajar por la comunidad y a la vez hacer comunidad, pretender construirla por medio de su idea sin obviar la condición de consumo del diseño. La evolución de los objetos es la huella más perecedera que en el tiempo ha dejado el hombre. Las revoluciones industriales y tecnológicas se han constituido como los puntos claves de desarrollo que permiten encontrar, maneras donde el diseño se perfeccione y responda cada día mejor al momento en el tiempo donde se inserta y a la utilidad que le precede.
Esta semana la ciudad de México invita al consumo de diseño, dos importantes eventos tienen lugar para celebrarlo, el México Design Week (16 al 24 de octubre) y el novel Abierto Mexicano de Diseño (23 al 27 de octubre), ambos eventos pretenden celebrar el diseño en todos sus aspectos con enfoques diferentes y con la invitación pública de sumar iniciativas y ciudadanos en torno al diseño. Será importante que ambos nos permitan reflexionar en la condición dual que se plantea entre diseño y consumo desde lo cotidiano y lo colectivo. Se deberá buscar la reconciliación de estos términos ante el mercado y la sociedad, y perseguir una serie de alianzas estratégicas que transmitan y asocien a todo tipo de público, que permitan mostrar al diseño como condición cotidiana y no como finalidad de estatus. Quizás hace falta que se construyan más historias desde las cosas y sus instrucciones de uso para no dejar de pensar en el diseño para el consumo.
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