Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
15 abril, 2017
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Prólogo
Un grito. No una llamada de atención ni una imprecación: un piropo, dicen —palabra que el diccionario define como “dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer,” y que en su raíz, pyros, ya lleva fuego. Hace unas semanas a Tamara de Anda un automovilista le gritó guapa desde su coche y ella lo denunció. No lo acusó de acoso, como algunos afirmaron, sino de vejación, falta consignada en el artículo 23, infracciones contra la dignidad de las personas, de la Ley de Cultura Cívica de la Ciudad de México. Muchos señalaron la denuncia como una exageración —¡si guapa es un elogio!—, sin reparar en aquello de que el significado de una palabra se da en su uso y, también, en su contexto y menos en las relaciones de poder, comúnmente asimétricas, que se dan entre quien dice o grita algo a un desconocido que, supuestamente, deberá escucharlo sin otra reacción que la complacencia, especialmente si es una mujer, como dice el diccionario. Como explicó Estefanía Vela, en el caso de los piropos callejeros, esa otra persona que debe aceptar y, si acaso, agradecer el elogio, no es considerada un par, un igual y ni siquiera una persona: tan sólo un cuerpo a fiscalizar. El chofer denunciado era un taxista —lo que también hizo a varios reparar que en este caso a la desigualdad de género se sumaba otra socioeconómica, en perjuicio del taxista— que no pudo o no quiso pagar la multa (de 1 a 10 unidades de cuenta de la Ciudad de México, esto es, entre 75.49 y 754.90 pesos) y terminó cumpliendo las horas de arresto indicadas (de 6 a 12) en El Torito.
El toro y la niña
El Toro de Wall Street apareció la mañana del 15 de diciembre de 1989 en Broad Street, frente a la Bolsa de Valores de Nueva York. Es una escultura de bronce de más de 3 toneladas de peso y casi 5 metros de largo, obra de Arturo di Modica, nacido en Sicilia en 1941. El toro fue su respuesta a la crisis financiera de 1987 y un símbolo de “la fuerza y el poder del pueblo americano.” Los 320 mil dólares que costó fundir la escultura los pagó con sus propios ahorros y la colocó en la madrugada de ese 15 de diciembre. La sorpresa de los niuyorquinos no fue menor ante el enorme toro que ocupaba parte de la calle. A la tarde, al haber sido colocada sin ningún permiso y considerándola una obstrucción al tráfico, la policía de Nueva York se llevó la escultura a una bodega en Queens. Pero el toro tenía ya su buena cantidad de admiradores y, a petición pública, fue reinstalado, unas cuadras adelante, el 21 de diciembre, aunque el propietario de la escultura seguía siendo de di Moca. En 1993, intentó venderla para recuperar lo invertido. Al parecer sólo un hotel en Las Vegas ofreció pagar 300 mil dólares y en Nueva York se organizó una campaña para salvar al toro. La venta no se realizó y en el 2004 di Moca volvió a ofrecer la obra a condición de que el comprador la mantuviera en el sitio en que se encuentra y de conservar el copyright. En el 2006, di Moca demandó a Wal-Mart, entre otra decena de compañías, por uso indebido de la imagen del toro. En el 2011, el Toro embistiendo, nombre oficial de la obra, se convirtió para los activistas de Occupy Wall Street en el símbolo perfecto del capitalismo voraz y en punto de reunión, antes de instalarse en Zuccotti Park. De nuevo intervino la policía, pero esta vez para proteger al toro.
El 7 de marzo del 2017, un día antes del Día Internacional de la Mujer, apareció, frente al toro y también sin autorización, otra escultura: Fearless Girl. La estatua, de 130 centímetros de alto y 110 kilos de peso, representa a una niña que encara desafiante al toro. Es obra de Kirsten Visbal, pero a diferencia del toro que fue patrocinado por su autor, esta pieza es un encargo de State Street Global Advisors, la tercera compañía de gestión de activos más grande en el mundo, y es parte de una campaña publicitaria diseñada por McCann para promover la equidad de género —o, más bien, para promover a una compañía que dice promover la equidad de género. Aunque la escultura de la pequeña niña tuvo una aceptación casi unánime como gesto simbólico del empoderamiento de las mujeres y también del rechazo al capitalismo salvaje, hay quien la ha criticado justamente por haber sido patrocinada por una compañía de valores y como parte de una campaña publicitaria. Como el anuncio reciente de Pepsi en el que Kendall Jenner abandona su trabajo como modelo para unirse a una marcha y, al final, entregar a un policía una lata del refresco como equívoco gesto de reconciliación entre los activistas y las fuerzas del orden, la Niña sin miedo parece otro ejemplo de la capacidad del sistema capitalista para asimilar todo lo que pareciera contrariarlo —aunque el éxito de Fearless Girl haya sido inversamente proporcional al fracaso de la campaña de Pepsi.
Pero quizá nadie se oponga con mayor fuerza a la Fearless Girl que Arturo di Modica, el autor del toro. Para di Modica, la pequeña estatua cambia el sentido que le dio a su toro, volviéndolo, como antes hicieron los manifestantes de Occuupy Wall Street, símbolo del enemigo: el poder de unos que someten a otros, sean los hombres a las mujeres o los ricos a los pobres. Los abogados de di Modica dicen que ninguno de ellos está en contra de la equidad de género, pero que la escultura de la niña daña los derechos de autor de su cliente al cambiarle el sentido al toro —como si el copyright fuera también un derecho sobre cualquier interpretación de una obra. Di Moca pide que la escultura se ponga en otro lugar. También ha pensado en girar al toro para que, en vez de una amenaza, se convierta en el protector de la pequeña. Bill de Blasio, alcalde de Nueva York y quien había propuesto que, pese a no tener permiso, la escultura de Visbal permaneciera en su sitio frente a la de di Modica, escribió en su cuenta de Twitter: “por hombres a los que no les gusta que las mujeres tomen espacio es que necesitamos a la Niña sin miedo.”
Epílogo
Un mes después de la aparición de la Fearless Girl en Manhattan, el 7 de abril del 2017, la English Defence League (EDL) realizó una protesta en Birmingham, Inglaterra. La EDL es un movimiento de extrema derecha fundado en el 2009. La protesta en Birmingham no reunió más de 100 personas gritando contra los musulmanes y cualquier otro que no fuera un inglés auténtico. Al mismo tiempo, la mezquita de Birmingham organizó una tea party llamada the best of British. Saira Zafar, de 24 años, fue parte de los manifestantes que se reunieron en contra de la protesta del EDL. En un momento la rodearon varios miembros del EDL para gritarle “tú no eres inglesa, éste es un país cristiano, regresa a tu país.” Cuando vio eso, Saffiyah Khan salió en ayuda de Zafar gritando “¡no a la islamofobia, no a la guerra!” Entonces fue a ella a la que rodearon miembros de EDL y fue entonces cuando Joe Giddens tomó la foto que se hizo tan famosa como la de Ieshia Evans enfrentando a un grupo de policías antimotines en una manifestación de Black Lives Matter o la imagen de la Niña sin miedo frente al Toro embistiendo, aunque aquí el toro es el disminuido Ian Crossland, miembro del EDL, quien furioso enfrenta a Kahn mientras ella lo ve desafiante pero tranquila, las manos en las bolsas del pantalón y sonriendo.
Con todo lo dicho, di Blasio tiene en parte razón: por hombres a los que no les gusta que las mujeres tomen [el] espacio [público] es que necesitamos más Tamaras, Ieshias y Saffiyahs: niñas y mujeres, como muchas ya, sin miedo a los que disfrazan sus propios miedo a las otras y los otros convirtiéndolo en rechazo, exclusión y violencia.
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
Paulo Tavares sostiene que debemos cuestionar radicalmente una de las presuposiciones que sostienen a la arquitectura moderna: que toda arquitectura [...]