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Columnas

El andamiaje de Francisco Serrano

El andamiaje de Francisco Serrano

30 octubre, 2018
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria

 

Hoy cumple ochenta y un años el autor de la Terminal 2. Y si el actual aeropuerto continua –al cancelarse el NAIM- su obra en permanente actualización deberá someterse a cirugía mayor para resistir los embates de los próximos años.

Decía Francisco Serrano que la arquitectura no existe hasta que está construida. En buena medida, esta máxima contiene la esencia de su modo de ver, pensar y relacionarse con la profesión. La arquitectura se construye y sólo así llega a su fin. El diseño es un primer paso de un proceso complejo, colectivo y a veces enredado, donde los colaboradores, la comprensión de la realidad sobre la que se actúa, las amistades y la capacidad para negociar con todos estos factores serán determinantes.

La formación de este arquitecto fundamental dentro del panorama contemporáneo mexicano es de una solidez notable. Precoz en sus primeras obras, le tocó ser pionero en varios frentes: estrenó escuela de arquitectura y formó parte de la generación de jóvenes arquitectos que participaron en el proyecto de la olimpiada cultural en 1968. Sin embargo siempre cultivó la prudencia y la perseverancia, más acorde con el corredor de fondo que resultó ser que con el sprinter que pudo haber sido. Un aprendizaje de lujo aunado a su inteligencia cauta y perspicaz, le permitió acumular cierta densidad -de conocimiento y experiencias- que dejó sedimentar. Francisco Serrano ha practicado una continencia medida, a lo largo de más de cincuenta años de carrera. Supo retrasar su madurez: un fraguado lento que le ha permitido abordar las múltiples facetas que se cristalizan en un arquitecto completo.

Nieto e hijo de notables arquitectos-ingenieros, Francisco Serrano vivió de cerca la construcción de edificios y vio nacer colonias. Su abuelo, J. Francisco Serrano, fue un reconocido arquitecto porfiriano, autor de notables edificios como el Paris, sobre la calle 5 de Mayo y La Esmeralda, sobre la calle Madero del Centro Histórico capitalino. Su padre, Francisco J. Serrano y Álvarez de la Rosa, fue auténticamente interdisciplinario. Ingeniero civil y arquitecto a la vez, abordó todas las facetas de la profesión, desde la práctica a la docencia, desde sus estudios sobre los procedimientos constructivos o el desarrollo de proyectos urbanísticos, hasta la construcción del solmetro, un artefacto que diseñó para calcular la incidencia solar. Construyó durante las décadas de los treinta a los sesenta y es quizá el arquitecto más prolífico de la Colonia Hipódromo Condesa y Polanco.[i]

Francisco Serrano estudió con los Jesuitas en la Escuela Patria y a los 15 años un curso de intercambio lo llevó a Praire du chien, Wisconsin. De ahí su inglés fluido y su percepción del mundo sin complejos. Quería ser químico, le irritaba la mitificación del croquis arquitectónico o los virtuosismos temblorosos de los futuros arquitectos, y siempre supo que lo más importante en esta vida son los amigos. En 1954 la UNAM inauguró la Facultad de Arquitectura en Ciudad Universitaria y poco después los Jesuitas abrieron Arquitectura en la Universidad Iberoamericana. Augusto H. Álvarez fue su primer director, y le propuso al ing. Francisco J. Serrano que convenciera a su hijo para que estudiara con él. Así, que a pesar de la tradición familiar en la Escuela Nacional, el joven Serrano siguió abriendo brecha. En el segundo año el mismo Álvarez, convertido ya en tutor, guía y padre profesional, lo invitó a trabajar en su despacho. Aprendió el rigor constructivo y la disciplina del detalle de la mano del más miesiano de los arquitectos mexicanos. A Francisco Serrano no le costó hacerse un lugar en las oficinas de los mejores arquitectos de la época. Trabajó hasta cuarto año con Álvarez y después dos años con Juan Sordo Madaleno. Pero antes, en 1959, con tan solo 22 años, Francisco Serrano terminó la carrera de Arquitectura y realizó junto con su padre el edificio de Nuevo León, detonando el inicio de su carrera. En los años sesenta fue uno de los jóvenes elegidos por Pedro Ramírez Vázquez para coordinar la Olimpiada Cultural. A la par, desde los veintiún años pasó a formar parte del equipo docente de la Universidad Iberoamericana. Éste joven e incisivo profesor impregnó de entusiasmo y marcó las carreras de sus generaciones inmediatamente posteriores.

Quizá por su talante abierto y respetuoso a la vez y sin duda por su sólida formación sin alardes protagónicos, Francisco Serrano ha tenido la oportunidad de desarrollar buena parte de su carrera con colaboradores de altura. A las ya mencionadas con Augusto H. Álvarez y Juan Sordo Madaleno, cabe añadir notables obras con su padre como el edificio del Centro Interamericano sobre la Avenida de la Reforma, que se estrenó como sede del Comité Olímpico en 1967 y que actualmente es la sede de Aeromexico, o el primer proyecto de gran escala para el Infonavit en Iztacalco realizado con su padre y José Nava. Sin socio permanente, son notables las asociaciones simétricas a lo largo de su vida, de las que cabe destacar el trabajo con Teodoro González de León primero, y con Susana García Fuertes y su hijo Juan Pablo Serrano Orozco después. Como apuntaba Kenneth Frampton “Serrano tal vez sea el único por aceptar que toda su carrera ha estado invariablemente pautada por colaboraciones con otros arquitectos, de un modo o de otro; en un principio con sus asistentes, pero también con Teodoro González de León.”[ii] La abstracción y la masividad de las obras de Serrano provienen de estos años de colaboración intensa, donde sus construcciones emanan monumentalidad, desde el dinamismo volumétrico de sus formas contundentes.

La práctica de Francisco Serrano es la acumulación de conocimiento sustentado por el partido y la construcción. Para Serrano la comprensión del proyecto pasa por la toma de un partido en la acepción beauxartiana, donde se establecen las jerarquías entre lo esencial y determinante de cada obra mientras que lo accesorio es el resultado de una lógica constructiva, más que de un lenguaje propio o un estilo predeterminado. El partido permite definir a largo plazo un código genético que se retoma en cada una de las fases de cada proyecto: arco, patio circular, pantalla. El proceso constructivo se adapta a los requerimientos del programa y a los detalles propios de cada material, a la lógica genética definida por el partido intrínseco de cada proyecto.

La Terminal 2 del aeropuerto de la Ciudad de México, respondió al constante incremento de vuelos y usuarios sin ampliar el número de pistas. Un concurso nacional dio como ganador al equipo liderado por Francisco Serrano (con Susana García, Juan Pablo Serrano y Luis Sánchez). El resultado es un conjunto que se lee como un solo edificio y la tarjeta de presentación de la ciudad y del país, para millones de viajeros. La monumental construcción ubicada en el lado opuesto –con respecto a las pistas- al edificio Terminal original, emerge entre la desarticulada periferia urbana. Un gran patio circular de sesenta y cinco metros de diámetro vestibula y organiza las distintas funciones: a un lado el estacionamiento, al otro la Terminal; en nivel inferior las llegadas, en el superior las salidas. Por encima, un hotel de tres niveles corona el gran patio. Todas las áreas están iluminadas de manera natural: en la planta inferior a través de un patio lineal ajardinado; en la superior, la luz entra lateral y cenitalmente. Únicamente las áreas de pasajeros documentados se ventila con aire acondicionado, el resto naturalmente. El área de documentación se subraya con un pliegue en el techo que baña de luz el eje central de todo el edificio. El resto queda perforado por agujeros cilíndricos en paredes y techos que permean todo el espacio con luz natural tamizada, confiriéndole un grado notable de abstracción. Entre ambos, un nivel intermedio al que se accede por rampas, permite separar los pasajeros de llegadas y salidas, distribuyendo el acceso a los ‘dedos’ que conectan con los aviones. La estructura metálica y atornillada, sustenta las fachadas prefabricadas de concreto blanco cincelado. El perforado isomórfico de las fachadas no sólo resuelve la iluminación sino que facilita el control del asoleamiento para cada orientación. Con los años de intenso funcionamiento, la Terminal 2 no solo ha sufrido asentamientos dispares, debido a que la construcción se repartió entre distintas empresas, sino que han aparecido desafortunadas ampliaciones anónimas.

Serrano ha sabido preservar despierta su curiosidad para observar y comprender. Viajador y platicador insaciable ha bebido directamente de las fuentes: de la contundencia  de Kenzo Tange, del talento de Rogelio Salmona y del refinamiento de I. M. Pei. Francisco Serrano ha construido una obra, más que un discurso, en la que la lógica está por encima de todo. Tanto los pórticos de concreto como los planos inclinados de pasto, la columnata de tabique aparente o un escaparate de vidrio, son las distintas facetas del andamiaje poliédrico sobre el que se sustenta una sólida carrera. Felicidades!


[i] Leal, Felipe. Presentaciones. Francisco J. Serrano, ingeniero civil y arquitecto. Facultad de Arquitectura, Facultad de Ingeniería, UNAM México, 1998, página 5

[ii] Frampton, Kenneth. Serrano y asociados: una oficina mexicana. Francisco Serrano, obra completa, Arquine, México 2008, página 12

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