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24 octubre, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
En arquitectura, lo grave de la gravedad es que no podemos escapar a su preciosa influencia. Frente al resto de las artes, libres frente a la exigencia de esta penosa limitación, la arquitectura ha hecho del lastre gravitatorio su primera virtud”
Santiago de Molina (1)
“Este edificio del año 62, nació a su aire. Preocupados con los problemas urbanos, aprovechamiento del mal solar, económicos, no dio margen para preocuparse por una arquitectura determinada; por eso carece de cualquiera de ellas. Tal vez sea otra, tal vez. Explicarlo llevaría a la polémica de: Arquitectura sí, Arquitectura no”.
Un hueco en un solar mal iluminado de la ciudad de Madrid, una pendiente en exceso pronunciada, un programa limitado en espacio, poco presupuesto… arduo reto parecía enfrentase Alejandro de la Sota (20 de octubre de 1913 – 14 de febrero de 1996) a la hora de la realización de su conocido Gimnasio del Colegio Maravillas y que solucionó en un gesto propio de un ilusionista en un clásico truco de magia: haciendo “levitar” una cercha en el espacio y en cuya sección sería capaz de condensar todo el gesto de la propuesta: la entrada de luz, el de aprovechamiento del solar o el de la organización de los programas y espacios. Un gesto -un edificio- tan sencillo como cargado de sorpresa, tan difícil de enmarcar en un estilo como sutil y claro; que puede conducir al error sobre su facilidad en realización y desarrollo pero que, sin embargo, demuestra un alto conocimiento técnico y material y, al tiempo, una voluntad de no establecerse en soluciones ya dadas. Así, a través de una cercha invertida el arquitecto español soluciona tanto lo estructural como lo espacial. Libera el suelo, permitiendo descolgar las aulas sobre el espacio del gimnasio siendo solución al tiempo para el paso de luz al interior y funcionando como cubierta que crea un nuevo patio de recreo que aumentó al doble el que ya tenía la escuela, asomándose ahora sobre –y entre– las cubiertas del barrio: “Situado el volumen del gimnasio propiamente dicho en la cota justa, se aprovecha el sótano, las clases (cubierta del gimnasio) y la terraza (patio de juegos) en la cota del Colegio. Con la elección de la estructura apropiada se consiguen, en el interior del gimnasio y las clases, efectos aprovechables”.
Pero si su sección se manifiesta como máxima expresión funcional nacida en un deseo de simplificar en una forma la complejidad del programa – y cuya realización De la Sota asociaba a la experiencia del dolor – no resulta menos interesante su fachada. Esa “sobria quietud” frente al tránsito vehicular de la calle. “Ordenada y llena de alteraciones” (2) determina una arquitectura sin imagen pero no por ello sin intención, tal y como ha apuntado Juan Navarro Baldeweg “algunos de los dibujos de Alejandro, en particular algún alzado del colegio Maravillas, recuerdan poderosamente a una partitura musical, en la que es el compositor quien decide en qué momento hace su entrada en el concierto los distintos elementos que lo componen”. Una manera de ver el proyecto arquitectónico que sitúa al arquitecto en un plano propio del compositor y no del intérprete. “Las interpretaciones pueden ser mejores o peores, pero la composición, es decir, el trabajo máximo de creación, ya está realizado. De ahí que a Alejandro no le importase que muchas de sus obras no llegaran a construirse” (3).
De la Sota ofrece en este edificio muchos ‘trucos’. Difíciles de abarcar en toda su complejidad. Cargados de sorpresa que, como buen ilusionista, son en realidad fruto del conocimiento y la experiencia: de la tensión entre lo liviano y la gravedad al uso y disposición de los espacios y los materiales, que soluciona los problemas de lo cotidiano sin recurrir al alarde formal pero apelando a lo emocional: la luz, el aire, las vistas,… el ambiente en definitiva. “La magia de este edificio se debe en parte a esa irrealidad anhelada que supera, en cierto modo, el sentido constructivo” (3).
Todo como una depuración por la técnica que De la Sota llegaba afirmar en la posibilidad de no hacer arquitectura “Creo que el no hacer arquitectura es un camino para hacerla, y todos cuantos no la hagamos habremos hecho más por ella que los que, aprendida, la siguen haciendo. (…) [el gimnasio] resolvió un problema y sigue funcionando, y me parece que nadie echa en falta la arquitectura que no tiene”.
(1) DE MOLINA, Santiago. Link
(2) OLMO, Víctor. La creación del lugar: Estudio sobre el único alzado del Gimnasio Maravillas. Link
(3) BALDEWEG, Juan Navarro. Construir, habitar. Link
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