Alberto Kalach: Panorama. Maquetas para un archipiélago
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20 julio, 2014
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Ya nos avisó Georges Perec en su Espèces d´espaces que hay muchas maneras de clasificar los espacios, desde su uso hasta su forma, pasando por sus colores, sus números o sus correspondientes días de la semana. Estos días pude visitar la exposición Concepciones de espacios, Adquisiciones recientes de arquitectura contemporánea del MoMA, con su curador Pedro Gadanho, uno de los tres responsables del Departamento de Arquitectura y Diseño, que junto al suizo (recién nombrado) Martino Stierli y la curadora de diseño italiana Paola Antonelli, conforman la triada europea que define –y defiende- los pasos del templo del arte moderno americano. Gadanho expuso sus criterios para componer su edición a partir de las nuevas adquisiciones del museo, desde una posición que acepta los grandes nombres de la colección de la casa y los hermana con ejemplos marginales, perfilando su toque personal.
Dos semanas atrás Andrea Griborio publicó en esta página una descripción detallada de la exposición que resumo hoy. Así el espacio social lo ejemplifica con las fotos de Iwan Baan y Cristobal Palma o los dibujos de Marjetica Potrc, pionera en la pintura urbana como regeneradora de los tejidos urbanos informales. El espacio habitable se ilustra con la casa/estudio de los chilenos Mauricio Pezo y Sofia von Ellrichshausen y las exploraciones de Ruy Nishizawa, donde ambos ejemplos están al límite de una abstración que deja fuera al usuario. El espacio en esteroides lo habita en solitario el también portugués Álvaro Siza, con su Fundación Ibere Camargo en Porto Alegre, Brasil, donde el protagonista es el espacio mismo, con referencias a otros que, como el Gugghenheim de Frank Lloyd Wright, los ovnis de Oscar Niemeyer o el museo de Atlanta de Richard Meier, hacen de las circulaciones una pirueta narcisista. El espacio envoltorio queda en manos del olvidado Christian de Portzamparc con su esbelto edificio neoyorquino y la camiseta elástica sobre la caja negra de SO-IL. En los espacios de ensamblaje rescata los primeros proyectos con contenedores apilados de LOT-EK (los napolitanos del Meatpacking District neoyourquino) y las nebulosas de Kenzo Kuma, quizá reivindicando la paternidad de dos propuestas tremendamente clonadas, junto al musculoso ensamble estructural que Antón García Abril exhibió en la bienal de Venecia de 2010. Los espacios performativos se describen con ejercicios marginales del francés Didier Faustino (publicamos recientemente una entrevista que le hizo Mariana Barrón) o el habitáculo creado por Jiménez Lai. El espacio de ficción lo representan los proyectos casi literarios de Daniel Darden y la espectacular maqueta proto-blade-runner del suizo futurista Daniel Gratalaup, que no había salido del estudio de su autor hasta la fecha. Por último, el espacio condensado (podría ser también el espacio comprimido) presenta de nuevo a Ruy Nishizawa con una compacta vivienda para una pareja tokiota que se desarrolla en cinco niveles y la vivienda “mas estrecha del mundo” que proyectó Centrala en Varsovia, en una grieta entre dos edificios que reflejan la vivienda masiva soviética y el capitalismo banal, respectivamente.
Estas clasificaciones no describen la totalidad del escenario posible, sino que tan solo ilustran los intereses del curador, que con esta muestra deja entrever su sello personal, entre irónico y prudente, en la medida que aborta la universalidad del manifiesto posible. Mucho antes, tanto Charles Jencks con sus lineas del tiempo de los estilos arquitectónicos para avalar al posmodernismo, como los universos enciclopédicos de Manuel Gausa y el equipo de Metápolis, trataron de comprender –en su totalidad- una realidad, midiéndola, nombrándola e ilustrándola. En esta atractiva selección el curador -como DJ, como cocktailero, quizá como chef- subraya algunas preferencias por lo marginal, por los dibujos, las maquetas y los procesos, a su vez evita cualquier autor estadounidense –quizá lo más provocador de su edición- y comparte con el amplio espectro del público multitudinario que circula indiferente por las salas del museo, las nuevas adquisiciones junto con obras perdidas en las bodegas.
Al final, en el MoMA como en la cocina de un gran restaurant, la capacidad de maniobra de un nuevo curador/cocinero está en la sazón. Y quizá a Pedro Gadanho se le fue la mano con el ajo y se olvidó del cátsup.
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