Gobierno situado: habitar
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6 noviembre, 2023
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
En su autobiografía, William Carlos Williams dice que la conoció:
Tendría unos cincuenta años entonces, una mujer que quizá fue bella. Hablaba con un fuerte acento alemán y en ese momento sobrevivía ganando una miseria como modelo al desnudo para pintores. Era muy solicitada, con su figura delgada y masculina.
Habla de Elsa von Freytag Loringhoven, la baronesa. Else Hildegard Plötz nació en la ciudad alemana de Swinemünde, el 12 de julio de 1874. Trabajaba como actriz en el Berlín de cambio de siglo cuando conoció a August Endell, diseñador y arquitecto, con quien se casó en 1901. En 1907, Elsa se casó con Felix Paul Greve, amigo de Endell. Elsa y Greve se mudaron a los Estados Unidos donde establecieron una pequeña granja cerca de Cincinnati. Greve abandonó a Elsa en 1911. Elsa trabajó entonces como modelo para pintores en Cincinnati, luego en Filadelfia y finalmente en Nueva York, donde conoció en 1913 a Leopold von Freytag Loringhoven, quien fue su tercer esposo. En Nueva York empezó a ser conocida en círculos artísticos por sus poemas, sus performances y sus esculturas hechas con objetos y material desechado que ella recolectaba y coleccionaba. “Era una protegida de Marcel Duchamp”, dice Williams. En un texto biográfico sobre Elsa von Freytag Loringhoven, Eliza Jane Reilly cuenta que la adoración que ella tenía por Duchamp se manifestó en poemas, esculturas y dibujos, aunque en términos formales, la obra de la baronesa sea muy distinta a la de él: “la mayoría de los objetos de Freytag Lornghoven son ensamblajes muy complejos, colecciones de elementos diversos reunidos en collages tridimensionales, mientras que los readymades de Duchamp son generalmente objetos manufacturados sacados de contexto.” Aunque no siempre, en ambos casos.
En 1917, la baronesa presentó su obra Dios. En Baronesa Dandy. Reina Dadá. La vida-obra de Elsa von Feytag-Loringhoven (2013), Gloria G. Durán escribe:
God sigue siendo sorprendente. Lo que se convierte en pedestal de Dios no es más que una ingletadora de madera encontrada en algún basurero. Sobre ésta se inserta una pieza de fontanería que se enrosca sobre sí misma para terminar con cierto aire fálico que señala hacia arriba, hacia el cielo. Darle el nombre de Dios a un trozo de tubería de plomo retorcida, una cañería de urinario, desmonta de un solo golpe la omnipresencia divina en la cultura occidental.
También en 1917 se presentó para la primera exhibición de la Sociedad de Artistas Independientes, en Nueva York, Fuente, firmada por R. Mutt, y que era un mingitorio colocado horizontalmente. La obra no fue rechazada, puesto que las reglas de la exhibición lo impedían, pero no se exhibió. La obra ha sido atribuida generalmente a Marcel Duchamp, incluso por él mismo, quien la incluye en su museo en miniatura, la boîte-en-valise. Pero recientemente ha resurgido la controversia sobre la supuesta autoría.
Una nota publicada en el sitio Artnet el pasado 25 de octubre con el “explosivo” título: Did Duchamp Steal Credit or “The Fountain” from a Woman Artist?, da cuenta de que el historiador Glyn Thompson ha rastreado los dos últimos ejemplos sobrevivientes del modelo de mingitorio que firmó R. Mutt en 1917 y afirma que Duchamp no pudo haber obtenido uno similar, lo que, finalmente, dice Thompson, confirma la tesis que hace de R. Mutt pseudónimo de Elsa von Freytag Loringhoven y no de Duchamp. Thompson, quien por otra parte ha declarado que parte de la visión estética de Damien Hirst deriva de las ideas que recibió de él cuando fue maestro de Hirst, ya había publicado un artículo en The Art Newspaper en el 2014, en coautoría con Julian Spalding, presentando la evidencia del “robo” de Duchamp y de las “devastadoras” implicaciones de que el origen de Fuente, la obra fuente, según Thompson, de todo el arte conceptual. En su texto del 2013, Gloria Durán ya había escrito tanto sobre el significado del seudónimo, R. Mutt, como sobre las diversas teorías sobre la fuente de Fuente:
De dónde surgió Fountain sigue siendo un auténtico misterio. En su estudio, William Campfield se pregunta si la compró, la robó, la encontró, o si fuer un obsequio de alguien. Si —sigue el autor indagando— tenemos una carta que el mismo Marcel enviará el día 11 de abril del mismo 1917 a su hermana Suzanne, en la que informa de que Fountain, en ese momento un vulgar urinario, había sido “rescatada” de su común uso y “concebida” como una escultura por una amiga: «Una de mis amigas, quien ha adoptado el seudónimo masculino de Richard Mutt, me ha enviado un urinario de porcelana como una escultura; como no hay nada indecente sobre esta, no había razón para rechazarla.»
Todas o casi todas las señales, que tampoco son muchas, apuntan a que la amiga se Elsa, la baronesa. Durán añade que tanto Duchamp como Freytag Loringhoven veían, críticamente, la modernización de la ciudad y la sociedad estadounidense como un asunto de plomería y cañerías: “¡El confort de América: sanemientos —maquinaria exterior— ha hecho que los americanos olviden su propia máquina: su cuerpo!”, escribió Elsa. Por supuesto, en una época de justificados y necesarios reclamos y recuentos ante una historia —y no sólo del arte o la arquitectura— plagada de “olvidos” y “desvanecimiento” de decenas o cientos de mujeres, o su consignación en papeles secundarios —pensemos tan solo en Lilly Reich o Charlotte Perriand, en el diseño y la arquitectura—, el asunto de la autoría de Fuente ha sido leído en ese mismo registro. Sin duda, algo de eso habrá. Aunque también algo de la irónica crítica del mismo Duchamp no sólo a la idea de lo que es una obra de arte sino de la autoría, donde R. Mutt, Elsa von Freytag Loringhoven y Rrose Sélavy se entrelazan.
Elsa von Freytag Loringhoven regresó a Europa en los años veinte y murió en París, pobre y en un estado mental poco estable, y prácticamente olvidada en 1927, asfixiada por gas en su departamento. Terminemos como Eliza Jane Reilly termina su texto:
La baronesa Elsa von Freytag Loringhoven debe ser reconocida como una mujer que rechazó aceptar tanto la definición del arte construida por el género masculino, como la economía libidinal también masculina que la determina; ella se inscribió en la historia siendo su propio movimiento.
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