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Columnas

Por el desmantelamiento del “usuario” —una propuesta de Jani Galland

Por el desmantelamiento del “usuario” —una propuesta de Jani Galland

21 agosto, 2018
por Aura Cruz Aburto | twitter: @auracruzaburto | instagram: @aura_cruz_aburto | web: academia.edu

 

En arquitectura, como en diseño, solemos escuchar el nombramiento de un personaje, aparentemente central, al que se ha denominado “usuario”. Solemos denominarlo como si su nombramiento fuese algo inocente y, es más, natural, cuando en realidad es que más bien lo hemos naturalizado. El cuestionamiento de esta categoría se puede vincular a diversos otros, entre los que yo, Aura – debido a mi formación y preferencias intelectuales– pensaría en la noción de sujeto de Foucault, idea en la que podemos encontrar que la modernidad desarrolló una serie de mecanismos para moldear a los individuos “salvajes” de acuerdo a las necesidades del propio sistema. Sin embargo, y por lo cual la propuesta de Jani no deja de ser sorprendente, es que, aunque Foucault ya sugiriera esta dimensión de la domesticación no solo del carácter sino del cuerpo, la profundización y el desmantelamiento de la categoría “usuario”, al que Jani vinculará con el “caballero andante” (ya veremos cómo lo hace líneas más adelante) se arraiga en el cuerpo, no como vehículo ni depositario de nuestras vidas, sino como nuestra identidad misma situada en el marco de nuestro propio desarrollo evolutivo.

 

¿Para quien diseñamos? Del usuario, al sujeto y del sujeto al Homo Sapiens

Jani Galland

Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta.

—Juan Rulfo

Para conocer realmente, un camino, un pueblo, un espacio, e incluso un campo del conocimiento, es necesario caminarlo, habitarlo y vivirlo más de una vez, de otra forma podríamos considerarnos turistas. Aún así, no es suficiente con re-conocer —es decir conocer varias veces— un mismo espacio, pues descubrir todos los detalles y las fantásticas pequeñeces existentes, implica hacerlo de forma consciente y haciendo pausas, que nos permitan elegir uno o más lentes para mirar más allá de lo obvio. Además, cada detalle cobrará un significado diferente en tanto a su observador; así, por ejemplo: un pequeño trébol (Trifolium repens) de cuatro hojas, que crece en la esquina de una jardinera, al lado de la escalera de entrada de un edificio, cobrará un significado diferente para el biólogo que repare en él, para un jardinero que lo riegue o para el supersticioso que se sentó al lado de las escaleras a esperar a su novia. 

Para dejar de ser turista en el diseño, he tratado de recorrer los caminos por diversas vías y tratando en todo caso de abrir más los ojos. Hace un par de años, escribí un texto que intentaba desmantelar el término usuario, desde una arista semántico-lingüística, dirigido principalmente al gremio del diseño; y aunque siempre me parecen pretenciosos los artículos en donde el autor se autocita, tendré que incurrir en dicha pretensión, con el fin de, por un lado, establecer antecedentes y, al mismo tiempo, expandir el presente texto. Pasando este límite semántico, habiendo encontrado a un sujeto, que se relaciona con los espacios, los objetos, servicios o experiencias, llevaré a este supuesto usuario al campo antropofísico para rehacerle una autopsia, con la intención de diagnosticar su muerte.

Pero ¿por qué desde la antropología física? Sucede que ahora estoy a 20 años de distancia de los primeros años de mi formación disciplinar como arquitecta, camino que viró hacia el diseño industrial, para luego sumergirme en la práctica profesional algunos años y, años después, regresar al cuestionamiento de la disciplina; para al final del día, dar un salto hacia la antropología física, que es desde donde miro a dicho usuario y desde donde hablo ahora. Por eso. Pero ¿cómo es posible dar un salto del diseño a la antropología, de ahí a la antropología física y relacionarlo con el usuario? La respuesta, es precisamente repensando los caminos, las vías, mirando de nuevo, para entender porque el usuario como concepto en el diseño, está muerto y porque es preciso detectar de qué murió —si es que alguna vez estuvo vivo.

 

Usuario, antropología y antropología física

Me encontré con la antropología tarde, en mis estudios de posgrado. Desde entonces, y hasta ahora, sigo deslumbrada, pues como diseñadora la ventana que ofrece para mirar al otro y así poder interpretar una realidad dada, me abrió hacia una nueva dimensión. Ese otro, quién frecuentemente es tratado por los antropólogos como humano —y no como usuario— desde una intención de observador sin juicio, me sensibilizó profundamente. Entendí que, en las prácticas del diseño, en realidad no diseñamos para un usuario, y aunque había ya encontrado una razón suficiente, no satisfacía del todo mis preguntas y sospechas. Así, una de las primeras conclusiones a las que llegué, es que el ejercicio del diseño es una forma de hacer antropología. Al igual que la antropología, las prácticas del diseño relacionan a los objetos con los sujetos, para mostrar las relaciones socioculturales implicadas y entender al otro, aunque la diferencia entre ambos saberes genere productos diferentes. 

Conforme avancé en mi conocimiento, ya en el campo antropofísico, entendí que el cuerpo era un punto importante para comprender al usuario. La antropología física fue la opción que me permitía mirar a ese otro en relación con el entorno, dentro de una dimensión biosociocultural, donde dicha triada indisoluble e insoluble, me permitía expandir el horizonte y comprender a un usuario que posee un cuerpo.

 

Agilulfo, un usuario medieval

A modo de introducción, en la siguiente cita Calvino ilustra las inquietudes que produce la relación del humano con los objetos y cómo existen diferentes grados de relación entre ellos, en donde lo que se transforma es precisamente el sujeto, en función de la toma de conciencia de los objetos, en donde él mismo puede despojarse de una objetivación que no se eligió de forma consciente:

El caballero inexistente es una historia sobre los distintos grados de existencia del hombre, sobre las relaciones entre existencia y conciencia, entre sujeto y objeto, sobre nuestra posibilidad de realizarnos y de establecer contacto con las cosas; es una transfiguración en clave lírica de interpretaciones y conceptos que se repiten continuamente hoy en la investigación filosófica, antropológica, sociológica, histórica. 

Esta nueva dimensión, de un sujeto que posee un cuerpo, fue inspirada principalmente por Las Andanzas Del Caballero Inexistente, de José Luis Vera.  Este caballero, del que habla Calvino y al que alude Vera —que se parecía mucho al usuario que tanta inquietud me causa— estaba vacío, no tenía un cuerpo, incluso podría haber estado muerto —lo mismo que nuestro usuario moderno que, además pareciera no ser parte de la evolución de las especies. Un caballero-usuario sin cuerpo, y por ende sin voluntad, pero sí con la libertad de elegir entre más de diez opciones frente a la compra de un automóvil. 

Aunque José Luis se inclina en este libro más hacia una reflexión en torno a la antropología física, una de las invitaciones más tentadoras, es a repensar al cuerpo. Cuando me ví en la dichosa posibilidad de hacerlo como diseñadora dentro del campo antropofísico, el usuario se había convertido en un pretexto para divagar entre las diferentes especialidades de la antropología física. Me dispuse entonces a comprender al ser humano, desde el cuerpo, esto implicaba reflexionar en torno a su somatología, hurgando dentro de la osteología, antropometría, ergonomía, y reparando, entre otras opciones, en los estudios evolucionistas del Homo Sapiens. Tuve que asomarme varias veces con todos los lentes posibles y mirar el vacío que ofrece la armadura del caballero inexistente. Me convertí en un estudiante de medicina que abre varias veces un cuerpo muerto, para comprenderlo. Lo más fascinante, es que me encontré con una línea de tiempo —que se parece más a un árbol que a una línea recta— donde, además de comenzar a distinguir las diferencias entre el Homo Heidelberguensis y el Neanderthal, descubrí la relación que existe entre la evolución del genero Homo y la construcción y uso de objetos.

Hasta este punto –entre muchas otras reflexiones que aún elaboro para lo que será el producto final de mi investigación doctoral, donde intento establecer un puente colaborativo entre la antropología física y el diseño– he llegado a la conclusión de que diseñamos para un Homo Sapiens, una especie que cohabita con otras especies, en un entorno dado, dentro de una lógica evolutiva, y no para un “usuario”. Continuará…

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