Una vez más México muestra su riqueza arquitectónica como la biológica: centrándose en su diversidad. Organizada por el Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México, curada por Bernardo Gómez-Pimienta, Félix Sánchez y Mario Schjetnan y patrocinada por Saint-Gobain, la exposición de Arquitectura Mexicana en el Instituto Cultural de México en París, muestra cincuenta y cinco obras recientes construidas en la Ciudad de México por ciento veinte arquitectos de todas las generaciones. Esta miscelánea contemporánea que itinerará por otras ciudades, incluye casas de lujo y vivienda social, plazas y parques, edificios académicos y de oficinas, auditorios y sinagogas, librerías y centros comerciales, museos y rascacielos. La selección es el destilado de más de doscientas obras realizadas por los colegiados y como en todo muestreo, no están todos los que son ni son todos los que están, si bien permea una realidad más rica económicamente que conceptualmente, que incluye a LBC y a Rafael Samano, a Benjamín Romano y a Francisco Serrano, a Productora y a Teodoro González de León, a 128, at103 y arq911, a Rozana Montiel y a Fernanda Canales, a los Arditti y a los Pascal, a Javier Sánchez, a Juan José Sánchez Aedo y a Javier Sordo entre otros muchos.

Más allá de aplaudir todo esfuerzo por difundir nuestra cultura arquitectónica, que celebramos, surgen algunas dudas y se atisban algunas ideas. Si bien los curadores seleccionaron una de cada cuatro obras presentadas con el fin de mostrar lo mejor, no se explicitan los criterios que consideraron para su edición, más allá de la diversidad mencionada. ¿No habrán más criterios para subrayar la condición mexicana de estas obras? ¿No será la materialidad -física y fenomenológica- de las propuestas, como resultado de su musculatura estructural y de la esencialidad matérica, uno de sus rasgos distintivos? ¿No sería conveniente un análisis que permitiera dar a conocer el contenido de la exposición, sin recurrir de nuevo a los aztecas y a Barragán –según se lee en la presentación- como legitimadores de cualquier cosa? ¿No es cuestionable que los mismos curadores se incluyan en la selección expuesta?

Cabe elogiar que una organización huérfana de atributos, como el Colegio de Arquitectos, trate de darse sentido difundiendo la producción capitalina, si bien el hecho de que se exhiba en una sede gubernamental, debería se razón para definir los criterios de selección y los objetivos de la muestra. Además, aprendiendo de los franceses (y de los ingleses, los chilenos y tantos otros), la exposición debería constituirse como el detonador de relaciones binacionales en las que se impulsaran oportunidades de negocio para empresas galas y se promovieran encargos para los arquitectos mexicanos.