Entrevistas

De la interconexión (y las dimensiones) al amor tácito: una conversación con Damián Ortega

De la interconexión (y las dimensiones) al amor tácito: una conversación con Damián Ortega

17 julio, 2024
por Mariana Barrón | Twitter: marianne_petite | Instagram: marianne_petite

Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes

El tránsito de oficios y formas de expresión es lo que nos deja explorar, mediante el ingenio y el humor, un artista como Damián Ortega a partir de cada objeto que crea. Su trabajo es el resultado de un cambio de escalas: desde lo molecular hasta lo cósmico; de lo accidental a la inversión de lógicas. No es una persona cien por ciento definida por su oficio, sino que resulta adaptativa a los tiempos. 

Tuvimos la oportunidad de conversar con él del conjunto de su carrera —desde sus inicios como miembro del mítico Taller de los Viernes, junto a Gabriel Orozco, Abraham Cruzvillegas, Gabriel Kuri y Dr. Lakra (nombre de artista de Jerónimo Toledo Ramírez)—; su paso como caricaturista político, escultor y editor; y su reciente exposición, Damián Ortega: Pico y elote, en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México (abierta al público hasta el 28 de julio de 2024). Y, sin embargo, la realidad fue otra. 

Cortesía: Museo del Palacio de Bellas Artes

Mariana Barrón: En Arquine hablamos de edificios, urbanismo y diseño, pero también nos interesa hablar de todas las implicaciones que hay en la cultura y el arte. Algo sobre lo que me interesa hablar contigo es la idea del colapso y de cómo se retrata en tus obras. Recordé un SITAC que se llamó Teoría y Práctica de la Catástrofe. Me llamó la atención todo lo que está sucediendo y lo que resuena como sociedad a partir de la emergencia climática. Si bien se ve representado en tus piezas, ¿cómo actúa un artista de tu envergadura ante esta emergencia?, ¿cómo se tratará el oficio del artista ante este tema?

Damián Ortega: Quizá no lo entiendo solamente dentro del campo del arte, sino como una existencia y una relación humana de supervivencia, familiar y de grupo, donde quizá subestimamos como sociedad todo este impacto y ahora lo estamos viendo clarísimo como experiencia diaria. Creo que con el covid-19 se especuló mucho sobre cómo sería el arte y el futuro. Sin embargo, hay inercias fuertes; yo creo que hay algo que sí es un compromiso. Recuerdo una de las primeras veces que empecé a hacer una obra, me cuestionaba sobre estar trabajando con una estructura de madera, pues la madera puede implicar muchas cosas en cuanto a ecología. Entonces, cuestionarse qué materiales se implican, las técnicas, las tecnologías y cómo eso es parte indispensable de la obra. La obra no es un elemento cuadrado que implica sólo una pintura, sino que todo está conectado hacia el espacio arquitectónico; pero ese espacio también está conectado a una urbanidad, hacia la sociedad, el tiempo y el espacio, hacia muchísimos otros elementos. La escultura es eso, una interconexión de miles de dimensiones. No tendría una respuesta específica porque es un tema demasiado grande.

MB: Sí, definitivamente es un tema enorme y es un debate que no se detiene. Revisaba el texto inicial del SITAC de ese año (2011) en el que Eduardo Abaroa hablaba sobre el concepto de las catástrofes edificantes. Y pensándolo desde los núcleos de tu exposición, me resuena el tema de tu exposición, porque desde hace muchos años seguimos hablando de cómo ha crecido exponencialmente la construcción de muchas cosas que en apariencia no son prioritarias (burbuja inmobiliaria, vivienda para el turismo, etc.). Seguimos siendo testigxs de esta catástrofe, y un tanto indiferentes. En definitiva, es un debate muy serio y quienes decidimos no tener una práctica edificante como arquitectxs no tenemos una respuesta de hasta cuándo se llegará al límite. 

DO: Claro. Como dice el espejo, los objetos están mucho más cerca de lo que aparentan. El futuro ya está aquí, ya dio sus llamadas muy claras hace tiempo y no ha habido la posibilidad de revertir esa relación tóxica con las tecnologías, los procesos y los materiales. Simplemente se sigue hablando de recursos no renovables y no de bienes comunales. Esto es completamente diferente, simplemente por la forma de nombrarlos. Como si fuera algo que te sirve y debe funcionar para medios productivos. Yo siento que en el campo del arte hay un nivel de conciencia y es algo muy importante y significativo. En la exposición, se encuentra una pieza que para mí fue muy importante sobre: la idea de que la escultura no empieza y no acaba. Me preguntaba, ¿dónde empieza y dónde acaba? Puede empezar con una experiencia, a veces por leer algo, de encontrar algo en la calle, de ver ideas o de fenómenos constructivos que ves en algún lugar, que siempre es muy llamativo en las construcciones, encontrar esos apilamientos, las acumulaciones o materiales, etcétera. El caso es que yo comencé por construir una escultura y hacer toda una exposición con piezas bastante grandes de concreto, cemento o ladrillo, y fue emocionante e interesante todo el desarrollo. Sin embargo, ahí empezó una visión: se materializa, se hace la escultura, se expone y, ¿dónde acaba? Acaba de pronto con que teníamos el taller lleno de costales de cemento que también era una reflexión sobre qué es este material. Es un material de papel, frágil, templado, que acumula un polvo que se convierte en algo rígido, poderoso, sólido y permanente. Cuando la envoltura es de cartón de un papel reciclado, como papel kraft, con imágenes impresas y que acaba siendo como una piel, algo mucho más vulnerable y frágil. Me interesó mucho ese material como la idea de extensión y desecho que acaba siendo. La escultura parece que fuera el proyecto pero, ¿qué pasa con todo lo que no proyectaste?: acaba siendo la basura y desecho que se ha generado, y se vuelve una responsabilidad y parte de la obra. Es algo que no se quiere ver, pero todo eso, que se desecha, es parte también de la obra. Entonces, todo esto fue un ejercicio bastante interesante: utilizar todos los costales para empezar a hacer ropa, uniformes, zapatos, guantes, overoles y, luego, hacer papel maché y construcciones de papel maché.

 

MB: ¿Y esta escultura cómo se llama?

DO: Son dos. Una son los uniformes del Cruz Azul, una propuesta de uniforme para este equipo de futbol que es una cooperativa. Hay una referencia a los uniformes de Stefanova y de Popova, de los y las constructivistas rusas; hay una apropiación de la utopía y del proyecto social.

 

Por todo lado, las esculturas, que son unos seis u ocho Judas que hicimos hace tiempo de papel maché con los logotipos de las fábricas cementeras que eran estas grandes construcciones. Todos tenían que ver con la arquitectura en la medida que eran reconstrucciones a escala de edificios, pero todos tenían algo de zoomórficos, con cabezas de animales. Algo como de a ver quién era el más poderoso. La ley de la selva: quién es el animal más violento, grande y fuerte. Entonces había una caricatura, de alguna forma, de la arquitectura. Una parodia de la arquitectura.

Hay otra que salió en un libro acerca de los Judas: se llama Estridentópolis (Editorial RM). Son unos muñecotes de cemento mezclados con diferentes edificaciones arquitectónicas, como el Chrysler Building o un gorila de Apaxco y la caricaturización de un torito. Algo muy bonito.  

MB: Es interesante ver todos tus procesos, que no es que tengan un principio y un fin, sino que tienen varias etapas.

DO: Claro y, además, como obra de arte, creo es importante entender eso. El momento del arte, el momento de la exposición es una parte pero no es lo único e incluso no lo más importante.

MB: Totalmente. Aprovechando que sacas el tema del libro, quisiera preguntarte sobre la editorial Alias: definitivamente es parte de tu work of art, por llamarlo de alguna manera. Quisiera saber un poco de estas cuestiones editoriales: de cómo construyes y divulgas el pensamiento artístico en español y en América Latina. Traducir textos importantes del arte contemporáneo al español y todo este proyecto, en un mundo el que, desde hace años, nos dicen que los libros ya no van a existir. Creo que es una de las cosas que nunca va a morir, o al menos no mientras el ser humano persista. Los libros van a seguir. Platícame, cómo va esa parte editorial de Damián Ortega y el tema de la divulgación del pensamiento en español.

DO: Es interesante, porque siempre hay esa imagen un poco apocalíptica de que los libros se van a acabar, no lo sé. Como dices, han seguido funcionando como herramienta. Durante la pandemia se vendió muchísima literatura. Creo que es un medio análogo vigente. Intelectualmente, lo digital todavía no satisface ese campo que sí tiene lo físico, además de lo táctil, por lo que acaba generando un enamoramiento o enganchamiento físico. No es un amor virtual, es un amor tácito; y creo que ahí está, se sigue defendiendo. Se pensaba que con el cine, el teatro iba a desaparecer; que, con la televisión, iba a acabar el cine. En fin, como que siempre ha habido esos temores y lo que es importante es que cada técnica o cada formato tiene su propio lenguaje y sus virtudes.

Con los libros ha ido creciendo. De alguna manera, siento que es un proyecto que se alimenta solo. Económicamente, cada vez va mejor porque va siendo mayor el grupo de libros que tenemos. Recibe un poco más en lo económico y hace que fluya más rápido el proceso de producción; y también que el grupo de lectores ha ido creciendo. Entonces, de ser un grupo muy pequeño y sacar una edición muy chica, pues ya estamos ampliándonos. De pronto, ya estamos distribuyendo en Argentina y en Chile, en varias partes de España, lo que ha ido haciéndose de su propio territorio; eso es muy emocionante. Se ha creado su propia credibilidad, su propio universo y sus lectores. Ha ido formando solito su expansión.

MB: Sí, y es también un motivo de mucho orgullo que persista una editorial como Alias en este mundo en el que, tras una pandemia, los proyectos culturales han sido más difíciles de mantener y dependen de cada uno de los promotores.

DO: Siento que sí, se han ido perdiendo proyectos culturales, pero en aras de una espectacularización, como un espectáculo que crece y se vuelve muy comercial. La cultura masiva tiene su propia autoinhibición, o cierta dependencia a producir y distribuir que a veces no son tan sanos, y siento que sí es importantísima la idea de buscar alternativas en cuanto a las formas de producir y distribuir contenidos para generar un ecosistema más saludable a la cultura. Por mucho tiempo se dependió demasiado de los presupuestos estatales y es importante la autonomía, una cierta anarquía, en la producción artística, un lugar en el que acabes haciendo lo que tienes que hacer y encontrar la forma también de que eso exista, que se sostenga.

MB: Estoy totalmente de acuerdo. Ya como una última pregunta, me gustaría que me platicaras, en tu experiencia y todo lo que has mostrado en diferentes museos alrededor del mundo, ¿cómo es tu relación con el contenedor? A nivel arquitectónico, social y a nivel urbanístico, ¿cómo integras eso en tu trabajo? Cada vez que haces una exposición o instalas alguna de tus piezas dentro de estos museos o galerías. 

DO: Es increíble la importancia. Y sin subestimar ningún espacio. El año pasado o antepasado, estuve en un museo precioso que hizo Renzo Piano. En otra ocasión he estado en una construcción divina que hicieron Herzog & de Meuron. Me siento muy privilegiado, con mucha suerte, y siento mucho compromiso por hacer algo así: en ese caso ves una genialidad, una destreza y una elegancia de la arquitectura para rescatar y valorar el paisaje o las entradas de luz, de ventilación, etcétera. Es muy emocionante. Pero también, en cualquier circunstancia. La obra es más afortunada cuando entabla un diálogo con ese espacio, aunque no exista un gran arquitecto detrás. Puede ser simplemente en un espacio azaroso o público, cualquiera. Ahí es donde nos une mucho la arquitectura y la instalación, en ese diálogo, que se tiene al relacionarse con el contexto tanto físico como cultural-político. La respuesta es algo que leí en mi clase de física que es: el espacio nombra la materia y la materia incide en el espacio. Es un diálogo del objeto con el contexto, y el contexto con el espacio. Ahí hay un equilibrio y un diálogo muy ágil. 

Obra de Damián Ortega en el Centro Botín, obra de Renzo Piano.

MB: Completamente, y una cosa más: ya que has hablado mucho de la instalación, de la escultura como un formato artístico que te podría definir, ¿cómo te defines ahora? Empezaste como caricaturista y fuiste participando en otros espacios.

DO: Empecé como caricaturista, me volví pintor, luego escultor, instalador, editor y, bueno, acabamos de sacar un libro lindísimo de la escritora, poeta y ceramista M.C. Richards, a quien le preguntaban, “¿cómo te defines?” Y ella decía: “bueno, como persona”. Es uno de los libros más recientes que hemos publicado. Y esa es la respuesta: ¿quién soy? Pues una persona que va cambiando y que va tratando de abordar su espacio con la movilidad de cada circunstancia y tratando de adaptarse.

Stand de editorial ALIAS en el Centro Botín.

Transcripción: Bere Barrón Rubio

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