Inflexiones: convertirse en lo que aún está por ser
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16 septiembre, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida
La mañana del sábado 14 de septiembre tuvo lugar en la ciudad de Querétaro el sexto Summit Arquine, un espacio que pretende detonar temas de interés al colocar sobre la mesa las opiniones y experiencias de quienes participan alrededor de un tema, un formato breve y acogedor que de una manera espontánea busca reunir el pensamiento de un grupo para cuestionar y reflexionar entre pocos. Los invitados fueron algunos de los conferencistas del Congreso Internacional de Arquitectura de ITESM Campus Querétaro + Arquine, David Barragán de Al Borde, Ecuador; José Luis Uribe de la Escuela de Arquitectura de Talca, Chile, Nicolas Ziesel de KOZ Architectes, Francia, Juan Rovalo de TOA, México y se sumaron Héctor López, Yareth Silva y Jesús López de Somos Mexas, México, acompañados de parte del equipo editorial de Arquine.
El tema del Summit buscó indagar en las acciones espaciales como prácticas de ejercicio cotidiano, la discusión se inició ante una serie de interrogantes, como: ¿qué significa hacer arquitectura participativa? ¿hasta qué punto las afamadas crisis no son las causantes de esta tendencia a entender la arquitectura como un detonante social donde todos hacemos dispositivos públicos de interacción? ¿Acaso cualquier acción realizada en el espacio no forma parte del mismo y construye la narrativa de un lugar? ¿Ser arquitecto/artista y activista social, está de moda? La palabra la toma el biólogo Juan Rovalo de TOA para decirnos que pareciera que la discusión entre los arquitectos siempre girase alrededor del proyecto, que fuera éste, su pieza, su intervención, lo que le da sentido al lugar y con frecuencia – no todos – no vemos lo que ya hay, solemos creer que todo es un lienzo en blanco, y quizás nos cuesta entender que gente y espacio natural también dan significado a un lugar, la arquitectura debe entenderse como el vínculo entre las personas y su entorno.
Este inicio sirvió de pausa para replantear incluso el tema de origen, hasta que punto realmente los arquitectos debemos siempre ser el director de la orquesta, y consideramos que nuestra posición ante el tiempo y el espacio es trascendental. Jesús López de Somos Mexas cita a Joan MacDonald presidenta de SELAVIP cuando afirma que los arquitectos trabajan incluso más por obtener fama que por obtener dinero, se debe entender que el arquitecto tiene que colaborar, y esto parece ser algo de lo que nos hemos dado cuenta tarde. Sin embargo pareciera que lo que cobra valor es la figura del arquitecto como activista social, esto que poco a poco se está volviendo un producto de masas, una figura que busca validar desde referentes externos acciones siempre vigentes en nuestros contextos. David Barragán de Al Borde entiende entonces al arquitecto como un mediador de trabajos que siempre se han llevado a cabo en nuestras culturas, por tanto una intervención si deviene de un proceso corto de acción y sin una real inmersión en el problema, se convierte en un desastre que simplemente maquilla una necesidad, sin llegar a convertirse en un mecanismo serio de acción.
La pregunta que surge es ¿Cuál es la visión que integra los valores de lo que queremos hacer? La escuela de arquitectura de Talca reivindica el proceso y el tiempo de investigación que se invierte en cada uno de los proyectos que ejecutan sus estudiantes, para los talquinos “hacer” es un tema mucho más complejo que requiere de una reinterpretación y lectura del paisaje donde se opera y de un registro silencioso que revisa lo que pasa después. Es ese tiempo de observación y análisis lo que nos lleva a ver el problema con los ojos que los arquitectos hemos cerrado para mirar ensimismados el tamaño de nuestra creación. La diferencia no es un tema de escalas, tampoco es un tema de culturas o de complejidad de un problema, es un tema de relaciones. Nicolas Ziezel de KOZ menciona la importancia del paisajista como aquellos pioneros en la manera de crear relaciones, como quienes entienden que la clave para pasar de la obra muerta a la obra viva está en encontrar la interacción con y en él ecosistema de la vida. A las obras, incluso a las intervenciones las preceden relaciones y quizás solo “necesitamos hacer lo que podamos hacer aunque sea pequeño” para construir lugares y relaciones cargados de formalidad y cultura.
Sin pretender concluir –porque no es el espíritu de ésta summit– surge una última interrogante, ¿Cuál es entonces el rol del arquitecto en el escenario de las prácticas espaciales? ¿Acaso una formación de antropólogo o sociólogo podría ser suficiente para encontrar la manera de intervenir un espacio y crear relaciones en él? ¿Cómo la disciplina –la arquitectura– hace la diferencia ante las acciones espaciales como ejercicio cotidiano? ¿Hacer arquitectura participativa hoy, será lo mismo que hacer arquitectura moderna hace 50 años? Los arquitectos callamos, se levanta la sesión.
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