Un vacío entre muros y techos
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2 mayo, 2014
por Pablo Martínez Zárate | Instagram: pablosforo
Hace unos meses, con miras a un reportaje para la edición impresa de Arquine, hablamos con el cineasta y artista alemán Harun Farocki. Al discurrir sobre la relación entre cine y arquitectura, en particular sobre los modos de aproximación a la construcción del espacio, Farocki compartió con nosotros la siguiente reflexión:
El pabellón de Mies van der Rohe no es llanamente un edificio, es más un edificio-escenario, ni siquiera tiene muros cerrados. Este tipo de arquitectura tendió un diálogo con el cine: se hizo cine. La arquitectura hoy en día tiende a ser puramente visual y no tanto táctil. Esto probablemente tenga que ver con el marketing, con las imágenes generadas por computadora y las animaciones. Lo anterior me resulta extraño, pues considero que hay una gran diferencia entre un espacio construido y un espacio imaginado”
Diseccionemos la intervención del alemán. El Pabellón de Barcelona es quizás uno de los edificios más icónicos del giro mundial hacia la arquitectura moderna. No olvidemos el contexto de presentación de dicha construcción: la Exposición Internacional de Barcelona en 1929. Dichos foros, desde su concepción en el siglo XIX bajo la inventiva francesa, han fungido como plataforma de proyección internacional al mundo. Así, en ellos se manifiesta no tanto las realidades concretas de los países, sino las realidades imaginadas.
El desarrollo de la arquitectura se suscribe a la evolución de la tecnología (tanto por los instrumentos de construcción como por los materiales). Adicionalmente, la historia de la tecnología es una historia de mediación doble. Primeramente, una mediación corporal —instrumentos para movernos e interactuar con el mundo físico. En segundo lugar, una mediación ideológica —ideas para imaginar mundo. Suponemos así que conforme la tecnología avanza, no solamente modificamos nuestro transitar y nuestro habitar el espacio, sino los modos en que lo representamos y, por tanto, los tiempos que nacen de este vivir los sitios de nuestra vida.
Así, el Pabellón de Barcelona es, me atrevería a decir siguiendo la visión de Farocki, más cinematográfico que arquitectónico: una propuesta que apela a la imaginación y no es sino desde el plano de lo visible-imaginable que desciende al tacto, a lo corpóreo. El Pabellón de Barcelona es un presagio del reino de la imagen.
Establecemos pues la cuestión final: la relación entre espacio-construcción y espacio-imaginación. ¿Cuál es la ruta que lo imaginado sigue para ser construido? Y a la inversa, ¿en qué medida lo construido deviene en imaginación? Si la tecnología es una mediación en ambas direcciones, ¿cuál ha sido el camino de la arquitectura como recipiente final de nuestro habitar, tanto corporal como imaginado? ¿Cuál es el papel de la arquitectura en la formación de nuestra ideas sobre el mundo y cómo éstas ideas, a su vez, alteran los edificios que habitamos?
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