Historias de inclusión y exclusión: ningún espacio es autónomo. Conversación con Diane Davis
Lo que identificamos como público es un artefacto, una consecuencia de cómo pensamos a quién pertenece, a dónde y quién [...]
17 abril, 2017
por Francisco Brown | Twitter: pancho_brown | Instagram: pancho_brown
James Wines nació en Oak Park, Illinois —la pequeña ciudad en la que se estableció Frank Lloyd Wright a finales del siglo XIX y que hoy es parte del área conurbada de Chicago—, en 1931. En 1970 fundó el colectivo Sculpture in the Environment, mejor conocido por sus siglas: SITE cuyos propósitos eran “servir a los clientes mediante la creación de estructuras imaginativas estéticamente, memorables visualmente, responsables ambientalmente y viables económicamente.” Algunas de las bodegas comerciales que produjeron para el grupo BEST en los años setentas siguen siendo imágenes que despiertan curiosidad e interés. En esta entrevista con Francisco Brown, Wines habla de la belleza y lo banal, de modernidad e innovación y de medio ambiente y ecología.
Francisco Brown: Fundaron SITE hace cuarenta años con la idea de integrar arquitectura, espacio publico, escultura y paisajismo. ¿Qué les interesaba producir y por qué hacerlo con tantas disciplinas combinadas y no a través de un estudio convencional?
James Wines: Nunca me interesó la separación entre academia, arquitectura, diseño y arte. Las cosas que me apasionaban incluían un poco de todas. Al comienzo, intervenimos en áreas residuales de la ciudad, donde a ningún artista o arquitecto le interesaba trabajar. A nosotros, en cambio, lo banal y lo aburrido de estos sitios nos pareció fascinante, y nos dimos cuenta que debíamos operar en distintas esferas técnicas y creativas. No se trataba de imponer una pieza de arte en un sitio, lo nuestro era sobre objetos contextuales y, si los relocalizabas, estos perdían todo su significado. Establecimos una práctica que, en vez de apuntar al siguiente proyecto, trataba de buscar la siguiente intención. Nunca me interesó hacer una pieza que se viera únicamente bien. Las obras cuya prioridad es exclusivamente estética me parecen muy aburridas.
FB: ¿Qué les interesaba entonces?
JW: Me interesaba que no fuera un gesto sin motivación alguna más que de ser “bello”. Creo que hay demasiado creado con la única intención de ser estéticamente perfecto. Y es, además, de lo único que se publica: artículos con letanías cursis e inexactas sobre lo bello. Esto sólo confirma lo conservador del autor y de la revista: se escribe lo que el lector conservador ya sabe y quiere oír. Así no se puede avanzar ninguna forma de arte o pensamiento.
FB: ¿Cómo has querido mover el discurso adelante?
JW: Explorando siempre nuevas ideas, entendiendo nuestra relación con el sitio, con la naturaleza, con la parte económica, lúdica, publica y privada.
Tengo mucha curiosidad por muchas cosas y eso me mantiene atento. Por ejemplo, el Modernismo, cuando inició, fue lo más radical que se había visto; ahora a diario se diseñan reinterpretaciones modernistas de todo. Yo no me podría levantar todos los días haciendo otra pieza de mobiliario moderno, por el simple hecho que se ha hecho tan bien y tantas veces. Creo que es importante seguir explorando. Como diría Duchamp: hay que limpiar tu escritorio al menos tres veces al día para que nuevas ideas vengan.
FB: Fuiste de los primeros en integrar un discurso ecológico en tus obras, donde especulabas con temas de densificación y paisajismo vertical. ¿Qué opinas sobre la arquitectura sostenible como disciplina y su aporte al arte y la arquitectura?
JW: Eso tiene un lado técnico y científico, donde se han hecho avances increíbles; y un lado estético y social, donde creo que deberían revisarse algunas ideas. Ya sabemos que la superestructura humana es insostenible, que la construcción tiene un rol importante en el tema del calentamiento global; tenemos que revertirlo de inmediato.
Nuestros proyectos partían de la inclusión contextual. Nos interesaba integrar el sistema ecológico existente del sitio para darle coherencia a nuestra intervención, en vez de imponer un lenguaje estético, que se ve como decoración escenográfica del ideal ecológico. Es ahí mi mayor crítica a algunas obras y es el manejo honesto de la integración ecológica.
Entiendo que las oportunidades de construir en un ambiente idílico son más difíciles que en uno urbano, pero creo que hay que repensar un poco algunos conceptos de moda. Un asunto que me ha parecido genial es la integración de sistemas de huertas urbanas y todo tipo de producción alimenticia en la ciudad. Es un paso importante en la reducción de la generación de carbono por el transporte de los alimentos a las ciudades.
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