Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
8 mayo, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Gianbattista Nolli mostró una Roma inédita. Con su plano en positivo y negativo de la Roma Antigua, capturaba el espacio público ente edificios y dentro de edificios. Estableció una nueva categoría del espacio público indistintamente de su condición de interior o exterior. Desde esta reducción radical la ciudad se conforma de lo sólido y del espacio capturado. Entre la masa y el vacío. Y la masa urbana, fundamentalmente es la vivienda. La vivienda es el cuerpo de las ciudades. Es un producto de primera necesidad y también es un producto del mercado. Sin embargo, la vivienda colectiva es quizá la tipología más convencional, la que menos ha evolucionado. La máquina de habitar que proponía Le Corbusier se rigidizó, a pesar de que los usos, las costumbres, el concepto de familia o el número de personas que habitan en una vivienda, se han transformado radicalmente. Tanto las viviendas de interés social como las de nivel medio y alto sufren la misma esclerosis evolutiva. Buena parte de los brutales desarrollos de las periferias metropolitanas latinoamericanas no tomaron en cuenta las virtudes de los experimentos del existenzminimum moderno, acumulando sus peores aportaciones, como la repetitividad y homogeneización.
Redensificación, diversidad tipológica y flexibilidad distributiva son claves para una necesaria puesta al día y a la vez como relevo de un modelo anónimo y centrífugo basado en el costo ínfimo de los límites urbanos. Nuestras metrópolis del siglo XXI deben dejar atrás esas costras periféricas en aras de un modelo que privilegie la integración social, la cohesión y el bienestar desde la redensificación y la diversidad tipológica. La contra parte de la vivienda como masa es el espacio público como vacío. Eso que Manuel Delgado lo identifica como el espacio que hay que llenar entre construcciones. El espacio público no sólo es el lugar común, el punto de encuentro o el ámbito de todos, sino que también es un territorio de conflictos. Nuestras ciudades son la versión exacerbada de las diferencias y los contrastes –culturales, sociales, económicos– y la congestión urbana aumenta las probabilidades de colisiones. No basta con monumentalizar las periferias si no están previamente activadas socialmente, ni programar los no lugares –como los bajo puentes– si antes no se domesticaron con estrategias de apropiación ciudadana. Acciones unilaterales –y autoritarias– desvinculadas de signos de pertenencia social corren el riesgo de regresar como fuelles a su condición original y al abandono. La ciudad y, muy especialmente, el espacio público es el lugar donde se expresan todas las contradicciones y es el experimento permanente que da forma al conflicto.
Para el activista chino Ai Weiwei la arquitectura es el vínculo entre política y realidad, donde eventualmente la impaciente presión colectiva, junto con esporádicas burbujas de lucidez, pueden activar y dar significado al espacio público. Más acá de los límites metropolitanos, y más allá de la dicotomía entre centro y periferia, el espacio público activado puede estimular nuevas condiciones cargadas de significados inéditos y sorprendentes que generen atractores metropolitanos activados de energía y conocimiento: ésta debe ser la vocación de nuestras ciudades futuras y el compromiso entre los administradores públicos –la autoridad no autoritaria– y los ciudadanos, en un acto de corresponsabilidad cívica.
* Programa General de Desarrollo Eje 4 de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda | Habitabilidad y servicios. Espacio público e infraestructura.
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