Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
5 junio, 2018
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
En 1993, David Chipperfield recibió el premio Andrea Palladio. Un cuarto de siglo después, la Basílica palladiana de Vicenza alberga una exposición que reúne sus proyectos más recientes. Esta coincidencia no es irrelevante y, hasta cierto punto, es un homenaje a la trayectoria de este arquitecto británico tan consistente como propositiva. Entonces fue reconocido por un edificio de usos mixtos que construyó en Kyoto en sus años de formación –según él mismo– y ahora muestra sus obras más recientes y maduras que arropa con un manifiesto, destilado de sus reflexiones sobre la profesión, del que extraigo unos párrafos:
“La arquitectura nos envuelve. Es el escenario y a veces es el elemento fundamental de nuestras vidas. Contribuye a construir nuestras memorias. Más allá de su finalidad más elemental, que es la de proveer cobijo, la arquitectura asume nuevas responsabilidades y da forma a nuestras aspiraciones. Está sujeta a la elaboración, a las manifestaciones del gusto y de la riqueza que se presta a reflejar los valores individuales y cívicos, y que naturalmente debe garantizar seguridad tanto física como comercial.
Los límites que conformaron el significado intrínseco de la arquitectura han sido sustituidos por una nueva libertad: libertad qué tratamos, con dificultad, de voltearla a nuestra conveniencia. Ya no estamos restringidos por los límites constructivos, técnicos, materiales, formales o financieros que dieron resistencia y, precisamente por eso, dieron también significado al quehacer de la arquitectura y al diseño de los edificios. Somos libres, o bien, hemos escogido ser libres, para explorar nuevas ideas y oportunidades que nuestros antecesores no eran capaces.
Esta nueva libertad comporta también una nueva responsabilidad. Nos obliga a redefinir nuestros propios límites y nuestras prioridades. La calidad arquitectónica no es fácil de definir ni de ser entendida intuitivamente. Ya no depende de los alcances del artesano ni tan solo de la comprensión de las tipologías comunes. Por ello debemos calibrar el equilibrio entre oportunidad y responsabilidad. Para definir no solo lo que es posible sino lo que es correcto. Ante el deseo de desarrollar nuevas ideas se añaden nuevas oportunidades tecnológicas, así como la creatividad formal y la sed por la novedad e identidad, por lo que tenemos una responsabilidad más profunda a la hora de definir que es apropiado y que tiene sentido. Elegir no garantiza la calidad, ni la abundancia de ideas reemplaza la precisión del pensamiento, ni la novedad garantiza el rigor. Esa es la tarea de la arquitectura, hoy por hoy.”
En la exposición se juntó parte del trabajo reciente de Chipperfield Architects, con algunas obras terminadas y otras en proceso para mostrar su trabajo. 17 proyectos realizados en alguna de sus cuatro oficinas de Londres, Berlín, Milán o Shanghai que incluyen varios museos, edificios comerciales, un cementerio en Japón y varias residencias. Con algunos de los museos más destacados de las últimas décadas, Chipperfield es apreciado por la diafanidad y la atemporalidad de sus espacios y en la exposición añade a su cuenta la restauración de la Galería Nacional de Berlín, proyectada por Mies van der Rohe en los años sesenta, cuyo reto era la desaparición de cualquier dato que delatara su autoría. Además, la muestra incluye otros museos en Suiza, China, Eslovenia, Berlín y Londres.
Si desde los años ochenta David Chiperfield incurrió en sofisticados interiorismos para Issey Miyake que definían espacios desde la arquitectura, aquí suma otros tres interiores vinculados a la moda: un espacio de encuentro (más que de venta) en Montreal para una compañía de moda online, los concept store para Valentino, que impregnan en sus espacios de venta los mismos sofisticados atributos de identidad de la marca, y en las tiendas Brioni en Nueva York y París, cuyo lujo evoca, de nuevo, a Mies van der Rohe y al Dantheum de Terragni.
David Chipperfield concluye:
“Solo hay una manera de percibir la arquitectura: a través de la obra construida. Fotografías e imágenes de un proyecto no pueden sustituir la experiencia, por eso en la exposición se propone adentrar en el proceso proyectual, mostrando que no es el resultado individual de un genio sino de un método de trabajo participativo. Un proceso que trata de detonar ideas desde la profunda comprensión de lugar y del propósito del proyecto”.
Esta exposición, que ocupa la totalidad de la ubicua sala superior de la basílica palladiana (rodeada de uno de los pórticos más destacados de la arquitectura de todos los tiempos), pone en diálogo la armonía renacentista con el clasicismo contemporáneo de Chipperfield que delata, cada vez más, su acentuada continuidad con el legado de aquellos arquitectos como Palladio, Karl Friedrich Schinkel o Mies van der Rohe, que definieron los cánones de la arquitectura.
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
La casa que Ludwig Wittgenstein proyectó para su hermana era un manifesto, una propuesta, una reinterpretación desnuda y protomoderna de [...]