Los dibujos de Paul Rudolph
Paul Rudolph fue un arquitecto singular. Un referente de la arquitectura con músculo y uno de los arquitectos más destacados [...]
20 abril, 2014
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
*A propósito del Primer Congreso Arquine/Chile -26 y 27 de mayo- que se llevará a cabo en Santiago de Chile, publico una serie de notas que ilustran un panorama rico en arquitecturas y paisajes. La de hoy completa la nota publicada el pasado domingo*.
Con Klotz una nueva generación de arquitectos irrumpe en la escena chilena finisecular con rigor profesional, adaptados a las leyes de mercado y en sintonía con el debate mediático internacional. Smiljan Radic, Alejandro Aravena, Sebastián Irarrázaval y Felipe Assadi pertenecen a esta generación. Radic destaca “en el desmontaje de su pericia en el uso de los materiales, en la llamada “lógica” estructural, en el aprovechamiento de las condiciones ambientales, en la economía de recursos, así como en asociaciones y referentes arquitectónicos, descripciones y adjetivaciones. Su obra constituye un descentramiento en tanto se coloca al margen de las previsiones generales, pero más aún, por hacer incursiones en una zona de no conocimiento.”[i] Sus obras, más allá de su atractivo incuestionable, son enigmáticas y complejas. Ya en sus primeros trabajos trasciende la función con soluciones encriptadas.
Alejandro Aravena se formó en las mismas aulas de la Universidad Católica que los anteriores, sin embargo su trabajo apuntó hacia una doble búsqueda: la formal y la estratégica. La primera lo llevó a una exploración por tanteo, a un acercamiento estilístico en caminos disímiles con notable talento. Pero fue su trabajo de Elemental que lo llevó a investigaciones sobre la vivienda mínima desde una actitud más estratégica. La contracción de elementos básicos que permiten apropiarse de las virtudes de la autoconstrucción, genera un armazón “elemental” que alberga las áreas duras y húmedas, las instalaciones y los muros, sobre los cuales se puede habitar con sólo cerrar o bien ampliar en distintas fases. Así, el carácter abierto de su propuesta permite al usuario completar según sus posibilidades el potencial de sus espacios para vivir.
Sebastian Irarrázaval destaca por su plasticidad formal y por la fluidez de sus espacios, en los que incorpora el dinamismo corbusiano del paseo arquitectónico. De la oficina de Mathías Klotz emergieron los arquitectos Assadi+Pulido. Su trabajo trata de acercarse a los mínimos y, a su vez, es el destilado de ideas contundentes basadas en la geometría simple de paralelepíedos yuxtapuestos. Quizá una de sus mayores virtudes sea su inmediatez casi diagramática. Espacio servidor y espacio servido kahniano se refleja literalmente en sólido o transparente, en concreto o en madera, estableciendo, en buena parte de sus obras, una dicotomía entre contrarios, entre naturaleza y artificio, radicalidad funcional y expresión de los materiales. Para ellos proyectar es definir con claridad pristina un concepto sobre el que sostener la propuesta, es relacionarse dialécticamente con el lugar. La contundencia de su arquitectura se despoja de teorías y toma de la herencia moderna la claridad de los prototipos. Si bien la frescura de sus proyectos los distingue de sus compañeros de generación, que apuestan en unos casos por cierta sofisticación espacial –Mathías Klotz-, o por una mayor densidad conceptual que se convierte en propuestas más complejas –Smiljan Radic-, Assadi + Pulido forman parte de una nueva promoción de arquitectos chilenos que no sólo ha puesto el listón muy alto en el panorama arquitectónico latinoamericano sino que conserva el sabor y la identidad de su lugar de origen. Quizá no debería extrañar que la linealidad de las intervenciones proceda de un país cuya forma es igualmente lineal, atrapado entre la cordillera andina y el océano. Quizá también la relación dialogante, aunque distante, con el territorio proceda de la relación que establece una población conformada por migraciones relativamente recientes, que evitan, hasta cierto punto maravillados, un contacto que pudiera dañar las tierras donde el mundo termina. [ii]
Muchos son los arquitectos que destacan en este rico semillero. Desde los edificios corporativos de Borja Huidobro, el trabajo de los discípulos de Alberto Cruz como la hospedería del Errante de Manuel Casanueva o el cubículo en Ritoque de Miguel Eyquem, las casas unifamiliares de Martín Hurtado, o los edificios industriales de Guillermo Hevia; hasta las propuestas más osadas de la nueva generación como el edificio madera BIP de Alberto Mozó, el desarrollo paisajístico de Teresa Moller en Loteo Punta Pite, o el carácter experimental de la Wall House de FAR (Marc Frohn & Mario Rojas), por sólo citar algunos del extenso panorama que ilustra la arquitectura reciente chilena.
De todos ellos quizá quienes más destaquen por la originalidad de su propuesta sean Pezo von Ellrichshausen. En lo que va de siglo, Mauricio Pezo y Sofia von Ellrichshausen han construido unas pocas casas y han experimentado con otras tantas instalaciones. Para ellos los proyectos de arquitectura son sistemas dinámicos de determinación formal, y sus casas son variaciones de una misma idea germinal a partir de ejercicios sucesivos de prueba y error. A su vez, desde sus instalaciones formulan sistemas abiertos y versátiles que cuestionan los límites disciplinares entre arte y arquitectura.[iii]
La arquitectura chilena nace y se desarrolla en el paisaje. Las obras definen la linea horizontal que pone límites entre el artificio construido y su espectacular territorio. La arquitectura contemporanea chilena relabora los prototipos del Movimiento Moderno y en buena medida los arquitectos han sido capaces de convertir en lenguaje propio la construcción de un discurso basado en la claridad geométrica de los prismas en que se descomponen los programas.
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