Arquitectos vs. Arquitectos
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30 octubre, 2015
por Francisco Pardo | Twitter: @pardofrancisco
Parece que se ponen de pechito. Tanto autoridades como arquitectos, una vez más demuestran lo frágil, ingenuo, opaco, absurdo, triste y vulgar que es esto de los “concursos” de obra pública. No salimos del escándalo del llamado Centro Cultural Chapultepec y escuchamos las voces de auxilio de los arquitectos convocados a un concurso por invitación en el costado sur del Bosque de Chapultepec. Debo mencionar que estoy a favor de los concursos, abiertos, por invitación y eventualmente de la asignación directa, pero como ya lo he expresado anteriormente, es importante que se regule el proceso y se diseñe una ley de proyecto público. Todos quisiéramos que fuese el Colegio de Arquitectos el que haga esa función, pero parece que están muy ocupados redactando esquelas de todos los arquitectos que hasta ahora no han abierto la boca sobre este tema o averiguando para qué sí sirve la cédula profesional.
Este nuevo ejercicio de ausencia de democracia es otro ejemplo de una autoridad negada a la transparencia, tratando de renunciar al cinismo previo, pero asumiendo la simulación o, mejor dicho, la manipulación. El gobierno de Miguel Ángel Mancera parece que lo hace porque puede, porque quiere, porque no sabe o porque no sabe que no sabe. Del otro lado, la parte que más intriga, un grupo de arquitectos que se traga el anzuelo, persigue la zanahoria por ego, por arrogancia, por ingenuidad o porque pueden pagarlo, no importa. Lo que importa es entender por qué lo hacemos: se nos cuecen las habas para hacer los proyectos sin garantías ni claridad. Lo digo porque me ha pasado, sé lo que se siente.
Empecemos a tratar de entender esto. Funcionarios de la Secretaria del Medio Ambiente y del Bosque de Chapultepec convocan a un concurso por invitación (en lo oscurito), según las bases, después de una minuciosa revisión de portafolios —¿cuántos habrán visto? Uno pensaría que sus intenciones fueron buenas, que convocaron a un grupo de despachos que han demostrado talento, profesionalismo y experiencia —excepto un par que no tiene la experiencia, lo cual me llama la atención y amplía mis dudas, el grupo es desigual. Las bases son claras, en lo que cabe: hay presupuesto, honorarios para el ganador (rara vez visto en unas bases de concurso “público”), fechas claras, jurado y demás cláusulas; parece serio.
El jurado llama la atención, primero, mencionan las bases, un jurado compuesto por expertos en la materia —la materia en este caso es espacio público, movilidad, paisaje y conectividad. Después viene la lista de jurados; uno de ellos es el convocante —¿juez y parte? Aquí parece que está el truco, los proyectos públicos exitosos —larga discusión con los colegas— no sólo son exitosos por las buenas propuestas, se necesita un jurado de la misma calidad. Imparcial y experto en la materia. Este no fue el caso. Tanto así que el jurado nunca se reunió. Se tomó la decisión antes del fallo de manera unilateral. Aparentemente a uno de los funcionarios convocantes, miembros del inexistente jurado, no le gustó ninguna de las propuestas —o su agenda ya había cambiado. La organización se auto-boicoteo: no permitió que se reuniera el jurado y fallara un concurso que, según las bases, no se podía declarar desierto. Hasta hoy no se sabe qué pasó. Posiblemente nunca se sabrá, ya que la transparencia es una palabra que todavía no llega ahí por Constituyentes y Chapultepec.
Han pasado casi 60 días desde que se debió emitir el fallo y no hay respuestas oficiales. Es tan poco pulcro el gobierno actual de la ciudad que no se da cuenta de que es imposible generar confianza sin comunicar. Como si las cosas se desvanecieran por sí solas. Chismes hay muchos: quién dijo, quién hizo. La realidad es que hoy no hay comunicados oficiales. Por una parte hay unas bases de un anteproyecto y una obra de carácter público, convocada por autoridades. Hay documentos firmados y entregas físicas de los despachos en tiempo y forma —que apuesto que están mucho mejor que lo que ahora tengan. Hay un grupo de arquitectos indignados, que no fueron pagados por el proyecto —cosa que ellos asumieron en contra de cualquier sentido común al diseñar un proyecto de ideas que emplearía 50 millones de pesos en realizarse.
Apoyo el alegato de los participantes, es falto de seriedad y claridad. Esta es una vez más una provocación a discutir este tema y ser claros en lo que queremos como gremio. Haberse involucrado en este concurso no ayuda en nada a lo que aparentemente quisiéramos como gremio: democracia, transparencia, valorar el mérito y honestidad. Todo es por un bien común: el de la ciudad, el de todos. La región más transparente que hoy se ve opacada por un ejercicio de concurso a medias y nada prolijo, tanto por la autoridad autoritaria, arrogante, necia e incompetente, como por los arquitectos que les damos la mano. Me dijo el oráculo que el proyecto terminará en el despacho del arquitecto oficial de Chapultepec: por designación de la Secretaria —por amistad, por colusión, por facilidad o por lo que sea y supongo que nadie dirá nada.
Me platicaron una anécdota: el viejo edificio del Colegio de Arquitectos en la calle de Veracruz, en la Condesa, se encuentra en un predio donde antes existió un burdel. A veces las cosas no cambian. 1,2,3 por mí y por todos mis compañeros.
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