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Ceguera vertical

Ceguera vertical

11 julio, 2013
por Oscar Ramírez | Twitter: Oo_inc

Un lindero emerge en el paisaje urbano de la ciudad de México, es ciego, con regularidad asoma la estructura del edificio y, con suerte, algunas veces tiene color. Así resulta el aspecto de las colindancias en la mayoría de los edificios que se construyen en esta ciudad. Apenas empieza a ser habitado, surge –como por arte de magia- una ventana, luego otra, y otra más. No se trata de redescubrir la pólvora con tal afirmación, es consecuencia de una reglamentación actual que prohíbe el uso arquitectónico para esos linderos: ventanas, balcones, etcétera, pero tampoco obliga a consolidar el diseño de los mismos.

Me gusta mucho que al referirse a una ciudad se le llame “tejido urbano”, ya que es como una especie de manto orgánico que se puede ajustar a la topografía del lugar. En la ciudad de México, el tejido urbano se asemeja al de una prenda puesta al revés, donde todas sus uniones —las colindancias— quedan visibles. Para la ciudad, el elemento articulador de las arquitecturas son sus colindancias; una especie de “pegamento” que la une. A veces, sólo son muros llamados medianeros, elementos que articulan la secuencia de los edificios.

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Una lectura de la ciudad de México a partir de sus arquitecturas no debería ser compleja, muchos elementos icónicos la hacen particular y diferente a otras. De las sombras que proyectan sus edificios, se podría hacer una buena lectura, la proyección de sus contornos enfatizan su propia personalidad. El problema es cuando, de esas sombras proyectadas, se busca una sintaxis, pero sólo se obtienen frases dislocadas o inconexas entre sí. Durante los últimos años del siglo XX, la expansión y consolidación de la ciudad de México fue vertiginosa y salvaje en la mayoría de sus cuadrantes. Su crecimiento no sólo fue desordenado sino incoherente tanto en lo horizontal como en lo vertical. Sobre esto último, se ha tenido poca consideración, como si fuera algo que no pudiera suceder.

Apenas hace algunos años, al proyecto autista de la Torre Bicentenario del holandés Rem Koolhaas se le aplicó todo el peso de la ley por romper con muchas condicionantes, por lo que  la torre más alta proyectada para esta ciudad no se construyó. Después de eso, la ciudad ha seguido en crecimiento vertical y siguen sin existir estrategias o reglas al respecto. En otras ciudades, como Nueva York, existen reglamentaciones al respecto. En ésta se administra y comercia el derecho de aire en las colindancias. Si un edificio no se construye más allá de cierta altura, se pueden negociar los derechos de uso colindante con el predio contiguo. Esto propicia unidad en las arquitecturas hacinadas una tras otra en las manzanas y, quizás lo más importante, una mejor alternativa de diseño que beneficia a la  ciudad. El mismo Koolhaas, cuando enumeraba las pinceladas sobre la ciudad genérica, afirmaba que ésta pasaba de la horizontalidad a la verticalidad, sosteniendo que “la escritura de la ciudad puede resultar indescifrable y defectuosa, pero eso no significa que no haya escritura; puede que simplemente sea que nosotros hemos creado un nuevo analfabetismo, una nueva ceguera”.

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