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14 diciembre, 2023
por Olmo Balam
En lo que pareció un cierre anual de actividades culturales, al menos en lo que respecta a arquitectura, ayer se inauguró en el Museo de Arte Moderno (MAM) la exposición Brutalismo arquitectónico en México. La exhibición, ecléctica en concepto y piezas, reúne 65 proyectos representados en fotografías, maquetas, planos, croquis y proyecciones de edificios brutalistas —realizados en la Ciudad de México, Guadalajara, Veracruz, Monterrey y Estado de México— de la segunda mitad del siglo XX, además de esculturas, pinturas y otras obras plásticas.
La muestra, además del apoyo del MAM, cuenta con el auspicio de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), y está coordinada por Axel Arañó, fundador de Taller de Arquitectura y Diseño, despacho especializado desde 2004 en la investigación arquitectónica, que en esta ocasión trabajó como curador invitado del MAM. En el recorrido de prensa que antecedió a la inauguración, Arañó fue claro a la hora de hablar del elefante en la habitación: el brutalismo, a diferencia de otras vanguardias que tuvieron un impacto profundo en la arquitectura —como el futurismo, suprematismo, estridentismo, metabolismo o situacionismo— no tuvo un manifiesto o programa que pudiera conformar por sí solo una teoría o práctica unificadas.
De tal manera, el término “brutalismo” (más en concreto, el New Brutalism, como fue acuñado en 1953 por el crítico Rynar Banham, en la revista Architectural Design) se usa en la exposición como un concepto paraguas o una perspectiva que permite hablar de algunos rasgos, sobre todo formales: el uso de materiales “en bruto” (probablemente la manera más sencilla de definir esta corriente arquitectónica, pero a la vez más problemática), volúmenes masivos o “toscos”, y su preeminencia en conjuntos habitacionales y edificios de gobierno.
La curaduría de la exposición en el MAM construye, además, su propia definición sobre cuatro ejes (la retícula, los prismas escultóricos, la vivienda colectiva y el espacio ceremonial) a partir de principios como la “indiferencia deliberada al contexto urbano estilístico”; el “uso de plano oblicuos”; el “rechazo a las tipologías clásicas de género”; un rechazo deliberado a “la exaltación de la alta tecnología como el Hight Tech o la nostalgia por sistemas constructivos artesanales del pasado”; o el “uso de materiales off the shelf (‘listos para usarse’), sin pretensión estética específica, incluso aludiendo a la estética del objeto encontrado”.
La hipótesis que presenta Arañó —y que el propio curador ofrece para iniciar una discusión al respecto— es que, tras un periodo de “silencio” entre los años 90 y la primera década del siglo XXI (justo tras la caída de la Unión Soviética), en años recientes ha habido un revival del brutalismo, y no sólo en lo que respecta al interés que despierta en investigadores e historiadores, sino en la práctica. Esto podría enmarcarse como una respuesta a la arquitectura posmoderna, el High Tech y la necesidad de una arquitectura para el cambio climático.
Llegado a México a partir de los años 60, el brutalismo se expresó de una manera más subrepticia que en Europa, la Unión Soviética o, para poner un ejemplo más cercano, Cuba. De ahí que Brutalismo arquitectónico en México opte por ubicar esta corriente con cuidado. La variedad de los proyectos que se presentan es la mejor demostración de esa ambigüedad. Están algunos ejemplos que podrían considerarse paradigmáticos: el Colegio Militar, de Agustín Hernández; o el trío que conforman obras de Teodoro González de León como la sede central del Fondo de Cultura Económica, la Universidad Pedagógica y el Colegio de México (estos dos últimos junto a Abraham Zabludovsky); el edificio del deportivo Guelatao en La Lagunilla, atribuido, entre otros, a Joaquín Álvarez Órdoñez; el edificio de Insurgentes Sur 1824, de Benjamín Rubén Méndez Savage; o el Palacio Municipal de Nezahualcóyotl, de Francisco Alcalá Horta.
Eso no impide que esté aquí una larga y diversa lista de despachos y creadores: Francisco Serrano, Augusto H. Álvarez, Manuel González Rul, Antonio Atollini, Ricardo Legorreta, Alberto Arai, Margarita Chávez y Alejandro Caso, Imanol Ordorika, Juan Sordo Madaleno, Agustín Landa, Augusto Quijano, Luis Aldrete, Fernando González Gortázar, Rafael Pardo, Lucio Munian, Iker Larrauri y Carlos Obregón, Óscar Bulnes, PRODUCTORA, Isaac Broid, Félix y Luis Sánchez, Alejandro Zohn, Estudio Núñez-Zapata, Ludwig Godefroy, David Pedroza, JSa arquitectos, OAXarquitectos, Graciastudio, Cadaval & Solà-Morales, Orso Núñez, Arturo Treviño y Arcadio Artiz Espriu; Tatiana Bilbao, Estudio Macías Peredo, Young&Ayala + Isaac Michan; EPArquitectos, Studio Rick Joy, Pedro Ramírez Vázquez, David Muñoz, Michel Rojkind, Rubén Valdez y Yashar Yektajo, Javier Sánchez, Francisco Alcalá, Miguel de la Torre, LAMZ Arquitectura, Javier Muñoz, Héctor Barroso, Agustín Landa, Ernesto Gómez Gallardo, Ángel Borja, Francisco Elías, Estudio MMX, Manuel Rocha, J. Álvarez Ordóñez, Ignacio Machorro e Hilario Galguera y Benjamín Méndez Savage.
Ilustrada principalmente por fotógrafos y algunos escultores, en la exposición hay obras de Hersúa, Federico Silva, Manuel Álvarez Bravo, Arturo Arrieta, Diego Pérez, Marcos Betanzos, Manuel Felguérez, Armando Salas Portugal, Pedro Hiriart, Héctor García, entre otros. Además, hay lugar para otros medios, como la instalación fotográfica (H), de Onnis Luque; una espectrografía de Tomás Casademunt sobre la torre de Reforma 27, de Alberto Kalach; o un montaje con clips de piezas audiovisuales en las que han aparecido obras como las mencionadas, y que van desde filmes como La Jetée (Chris Marker, 1962), Alphaville (Jean-Luc Godard, 1965); La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971); Con licencia para matar (John Glen, 1989); Blade Runner 2049 (Denis Villeneueve); o videos musicales como el de “La incondicional” (1989), de Luis Miguel, o “Limbo” (2012), de Daddy Yankee.
En el comunicado de prensa oficial también se dan algunos datos como el hecho de que esta exposición se instaló en otros recintos y galerías, como en la Facultad de Estudios Superiores campus Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México, el edificio de departamentos Taine 4 × 6, y el Centro Cultural Tlilatl.
Arañó, quien se estrena como curador en una sala de museo con Brutalismo arquitectónico en México, también ha publicado libros como Arquitectura escolar. SEP 90 años; Arquitectura parlamentaria en México. Dos siglos de recintos para el diálogo; y Pueblos-hospital y guataperas de Michoacán.
Brutalismo arquitectónico en México se exhibe en la Sala 1 del Museo de Arte Moderno, y será posible visitarla desde el 13 de diciembre hasta el 7 de abril de 2024.
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