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Beyond west side stories

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6 junio, 2014
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

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Entre los eventos paralelos a la 14ª Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, la embajada de Holanda presenta Green House Talk. La primera de esas mesas de discusión tuvo por tema ¿Cuál será el futuro de la profesión arquitectónica?no de la arquitectura ni del arquitecto sino de eso: architectural profession. Los participantes fueron Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen, de Chile, Daan Roosengaarde y Nanne de Ru, de Holanda, Cino Zucchi, italiano, Joe Osae-Addo, de Ghana, Bijoy Jain, de India y Ma Yasong, de China. La discusión fue planteada y dirigida por Hans Ibelings —autor del libro Supermodernismo.

En la mesa, dominada por arquitectos provenientes de países de algún al margen de la tradición arquitectónica occidental y moderna, el primero en plantear ese tema fue Osae-Addo: tras estudiar en la Architectural Association, su regreso a Gahna implicó replantearse no lo que el arquitecto es sino lo que hace, entendiendo que la tradición y los materiales locales, en un caso como el de Gahna, era algo que no sólo había que descubrir sino, a veces, que construir: modos de producción pero también políticas y estrategias de gobierno, buscando influir en los niveles en que se toma decisiones —desde arriba— pero actuando donde se necesita —desde abajo. Antes, Daan Roosegaarde —a quien Ibelings presentó como el outsider del grupo— había reclamado para el arquitecto el papel de previsor del futuro: alquilen que piensa más en posibilidades más allá del edificio, afirmación que más tarde contestaría Mauricio Pezo. Las buenas intenciones —sustentabilidad, compromiso social, etc.— es algo que todos, sin importar si son arquitectos o no, debieran tener en tanto buenos ciudadanos; el trabajo del arquitecto es traducir esas buenas intenciones en buenos edificios. Si Cino Zucchi había presentado al arquitecto como un bricoleur equiparándolo a un director de cine y diferenciando entre dos clases: el arquitecto de firma, que produce un edificio como un gesto derivado de su inspiración, y el arquitecto productor, que entiende la importancia de la investigación aunque sepa que “el resultado no está en los datos”, Yasong Ma planteaba la imposibilidad de, en el contexto chino, presentarse como un actor político o social y asumía que el papel del arquitecto es lograr que las ciudades no sean aburridas. Bijoy Jain planteó como características fundamentales del arquitecto el poder reaccionar y responder ante la realidad, más que actuar y proponer y cuando Osae-Addo habló del sampleo y usó como ejemplo la manera en que los músicos en Gahna retoman la influencia del jazz, el blues y el hip-hop en su propia tradición, Jain replicó que el blues debía entenderse en su dimensión social como una manera de negociar la esclavitud y que, por tanto, no se trataba sólo de un tema de ritmos y estilos.

Los arquitectos hacemos arquitectura —dijo seriamente Mauricio Pezo, asumiendo que no había redundancia en la evidencia— pero, hay que entender, dijo Cino Zucchi, que los adolescentes se besan en los estacionamientos y juegan en las calles: podemos vivir sin más allá de la arquitectura —claro, depende qué entendamos por arquitectura y, de ahí, lo que es un arquitecto y lo que implica su profesión.

Una pregunta del público tuvo que ver con esa extraña reunión de arquitectos de distintas naciones en un salón, mitad elegante, mitad decadente, de un lujoso hotel de Venecia: “¿cuál es la relación de los arquitectos con los aviones?, ¿no viajan por el mundo lanzando proyectos como si se dejaran caer bombas?” Curiosa pregunta para una charla patrocinada, entre otros, por KLM, que en cada asiento había dejado un folleto que describía minuciosamente las indudables ventajas, desde las ergonómicas hasta la del tipo de fibra del tapiz de los asientos, de su nueva y única world business class: dutch down to the detail.

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