A quien corresponda. Sobre la representación de las arquitectas en la serie de Netflix
Más allá de la crítica a la serie de documentales producidos por la Fundación Arquia y Netflix donde sólo aparecen [...]
28 septiembre, 2021
por Mariana Ordóñez Grajales
Cuando dicen que la autoproducción y la autoconstrucción no funcionan, a mi me da por reír. Tanto aprendizaje, tanta reflexión crítica y tanta creatividad colectiva presente en estos procesos colaborativos, es inimaginable e impredecible. La incertidumbre del rumbo nos hace volcarnos al presente y al proceso. Nos lleva, además, a ejercitar la ternura (propia y colectiva) y a abrazar los caminos alternos que van surgiendo, aunque no fueran el sueño inicial. Vemos, pues, que tenemos la capacidad de reinventarnos juntes, una y otra vez. Que las utopías son dinámicas y que tenemos muchas alternativas si trabajamos de forma colectiva.
Aprendemos a soltar de muchas maneras: soltar el ego del protagonismo, soltar el ego y la carga de la responsabilidad absoluta e individual, soltar la pretensión de conocerlo todo y soltar la inseguridad/angustia que provoca todo lo anterior. Pero cuando soltamos también abrazamos cosas nuevas: abrazar la vulnerabilidad, abrazar la posibilidad de que sabemos muy poco pero si juntamos esos saberes entre todes, sabemos un montón colectivamente. Soltar el control y el poder individual que limita para ver surgir el “nosotres”.
Y pues claro, la autoproducción y la autoconstrucción no funcionan en un mundo que favorece la estética perfecta antes que el aprendizaje, que enaltece lo individual/autoral antes que lo colectivo, que busca el enriquecimiento de unos cuantos sobre la redistribución del poder y el bienestar integral. La autoproducción y la autoconstrucción sólo funcionan para un mundo en donde se valora la diversidad, el intercambio de conocimientos, la ternura y la posibilidad de transformarnos a nosotres en el proceso de acompañamiento social.
Con cada proceso social, muere y nace una creencia, trastoca todo el sistema del sentipensar. Entonces, la autoproducción y la autoconstrucción no sirven para lo estático y lo vertical, pero son procesos maravillosos para la transformación colectiva.
Mariana Ordóñez Grajales junto con Jesica Amescua conforman Comunal, taller de arquitectura.
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