Ideas espaciales para argumentar
Me gusta pensar que la arquitectura, si se presume no sólo como actividad instrumental, sino como forma de pensamiento, produce [...]
8 junio, 2018
por Aura Cruz Aburto | twitter: @auracruzaburto | instagram: @aura_cruz_aburto | web: academia.edu
La columna de las pequeñeces, es decir, esta columna, a veces se atreve a hablar con gigantes. En este caso, el gran tema se llama sustentabilidad. Proliferan por todos lados cuerpos a los que se les llena la boca del término y se dice que sus trabajos arquitectónicos son sustentables. Pero, a raíz del encuentro con una voz experta que además, posee mirada amplia al respecto, decidimos emprender un análisis crítico y una elaboración más seria al respecto. La Maestra Anahí Ramírez es esa voz y mirada experta y amplia, que en su haber ha colaborado ya por varios años en la gestión y ejecución de proyectos ambientales con agencias internacionales donde este tema es mucho más que un asunto de tecnologías medioambientales. Aquí vamos entonces, a cuatro manos:
En la práctica de la arquitectura, así como en la enseñanza de ésta, está más que de moda hablar de sustentabilidad. Sin embargo, en la práctica de nuestra disciplina –al menos por parte de sus ejecutores más visibles– la comprensión y el conocimiento que se tiene de ésta suele estar limitada a una dimensión: la medioambiental. Por un lado, existe una creencia de raigambre cuasi neopositivista que considera que hacer arquitectura es una labor de competencias técnicas y compositivas, donde muchos de los ejercicios arquitectónicos “sustentables” se enfocan exclusivamente en hacer uso de la técnica y de la tecnología para responder a ciertas necesidades en la edificación o el entorno urbano. Asimismo, suelen plantearse respuestas a las necesidades de los usuarios desde la perspectiva y el contexto cultural de quien las diseña y no de quien las utiliza. Por otra parte, poco se reflexiona que nuestra práctica repercute, junto con la actividad de otras especialidades del diseño, en la creación del medio antropogénico que, a su vez, modela subjetividades e incluso cuerpos físicos como sociales, de tal suerte que la dimensión antropológica y biológica que la arquitectura tiene, y que se relaciona con las distintas esferas que la sustentabilidad conlleva, suelen pasarse de largo.
El quehacer arquitectónico implica, entre otras cosas, proveer de espacios para que las personas realicen sus actividades y se protejan del entorno, del clima, de la seguridad, y coadyuvar a establecer relaciones entre todos. Sin embargo, también debemos tener presente que nuestro trabajo no es tan inocente, pues no solamente se coadyuva a establecer relaciones a secas, sino que la forma misma que el espacio adquiere fomenta algunas relaciones, visibiliza a ciertas subjetividades, mientras que invisibiliza a algunas más, como lo podrían ser otras especies de la naturaleza, así como grupos sociales minoritarios o que viven al margen del poder. Curiosamente, hoy día parece que muchos practicantes de nuestra disciplina creen ciegamente en el poder de la técnica, recordándonos casi invariablemente a aquel “Hombre unidimensional” de Marcuse cuando se leen y escuchan los discursos que omiten otros conceptos, las otras dimensiones que conforman a la sustentabilidad.
Por lo anterior, a partir del encuentro de nuestra disciplina, iniciaremos una discusión alrededor de las implicaciones de nuestro quehacer con la sustentabilidad. Para comenzar, hemos elegido aclarar los conceptos. Vayamos por pasos: ¿qué demonios es la sustentabilidad?
La sustentabilidad es un término integral utilizado hace décadas, que aparece en la escena en 1987 con el famoso Informe Bruntland y, en sí mismo, es un concepto que ha ido transformándose. Su definición ha ido variando con el tiempo, pero, en general, se refiere a la cualidad o al proceso de poder mantenerse por sí mismo sin ayuda exterior y sin agotar los recursos, es decir, la sustentabilidad está asociada con el equilibrio entre el medio ambiente y el uso de los recursos.
Cuando se utilizó por primera vez un término “Desarrollo sustentable” se propuso como una alternativa de crecimiento para los países de manera más justa, segura y próspera, es decir desarrollo; a partir de esta necesidad fue que se plantearon tres grandes ejes o temas, el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección al medio ambiente. Bajo esta premisa de satisfacer las necesidades actuales sin poner en riesgo las necesidades futuras es que se han integrado otros principios al concepto como es la cultura, la igualdad social o la perspectiva de género. Hoy en día existen críticas a esta idea desde la puesta en cuestión del concepto mismo de desarrollo, sin embargo, la idea de sustentabilidad persiste. Ya hablaremos de esto en otra emisión de esta columna.
Pero ¿qué relación tiene la sustentabilidad con la arquitectura? El planeta está sufriendo en gran medida por las actividades antropogénicas, vemos fenómenos tales como el cambio climático, y la arquitectura es una disciplina que influye directamente en nuestra manera de habitar y transformar el medio, el llamado nicho biológico. Por ello, más que una moda, comprender qué es la sustentabilidad, así como e integrarla en nuestra práctica profesional es una necesidad. En consecuencia, iniciaremos una discusión alrededor de sus mutuas implicaciones, pondremos en crisis una serie de prácticas y proyectos que se han abanderado con ella, así como abriremos el espacio para discutir tópicos que usualmente ni siquiera se piensan con relación a ella, como el caso de la perspectiva de género.
Me gusta pensar que la arquitectura, si se presume no sólo como actividad instrumental, sino como forma de pensamiento, produce [...]
Desde su concepción, los pabellones han presentado un abanico de posibilidades para que los arquitectos experimenten libremente con la forma [...]