Serie Juárez (I): inmovilidad integrada
No todo se trata de dinero. Algunas cosas se tratan de dignidad. Por eso, desde el momento en que me [...]
6 septiembre, 2022
por Pablo Emilio Aguilar Reyes | Twitter: pabloemilio
Fotografía aérea del Laboratorio de Vivienda del INFONAVIT. 2018 © Jaime Navarro
La comedia es la forma más alta de inteligencia. Consecuentemente, el comediante canadiense Nathan Fielder es un genio. Su más reciente serie titulada The Rehersal (El ensayo) es una producción que vacila entre documental y tragedia en tensión con la comedia. Es un proyecto que, en palabras de la productora HBO:
explora hasta dónde es capaz de llegar un hombre con tal de reducir las incertidumbres de la vida cotidiana. Con un equipo de construcción, una legión de actores y recursos aparentemente ilimitados, Fielder permite que la gente común se prepare para los momentos más importantes de la vida ensayándolos en simulaciones cuidadosamente diseñadas por él mismo. Cuando un solo paso en falso podría destrozarlo todo, ¿por qué dejarlo al azar?
La genialidad de Nathan Fielder está en su método. Por ejemplo, en el primer episodio, Fielder es contactado por un neoyorkino llamado Kor quien tiene un problema personal que está dispuesto a ensayar con tal de ver resuelto. Kor es miembro de un grupo de amigos quienes se reúnen semanalmente en un bar de Brooklyn para jugar trivia. Sin embargo, ante el mismo grupo de amigos, Kor ha sostenido durante años la mentira de que tiene una maestría cuando en realidad solo tiene licenciatura. La mentira le come por dentro, así que Kor está listo para confesarle el verdadero estado de su educación superior a Tricia, su amiga más cercana. Dada la reticencia que siente Kor por confesar, así como la incertidumbre de cómo reaccionará Tricia, Nathan Fielder le ayuda al neoyorkino a ensayar su confesión. El equipo de producción contrata a una actriz que de forma encubierta conoce a profundidad a Tricia para saber cómo personificarla, cómo entrar en el rol y cómo serán sus reacciones ante la inesperada confesión de Kor.
Fielder está por encima de todo comprometido con la ficción. Esto quiere decir que en el ensayo no están implicadas únicamente las personas en cuestión, en este caso, Kor y Tricia, sino el entorno y la situación de la confesión en su totalidad. Kor piensa confesar en el mismo lugar donde los amigos se reúnen a jugar trivia: un bar en Brooklyn llamado The Alligator Lounge. Por lo tanto, para aproximar el ensayo a la realidad en la medida de lo mayor posible, el comediante canadiense construye una maqueta a escala 1:1 del Alligator Lounge donde réplica en tamaño real hasta el último detalle de su interior; contrata meseros, trabajadores y comensales —todos actores— quienes hacen de los ensayos de la confesión más similares a cómo tendría que acontecer en la realidad. De esta forma, Kor ensaya una y otra vez su confesión para determinar cómo será la mejor forma de proceder. Con la anticipación que representan los ensayos, Kor escoge la mesa donde se sentará con Tricia, la cadencia de sus palabras y los inicios de una charla que conducirá a la revelación de la verdad sobre su educación. De la mano de Fielder, tras varios ensayos, Kor averigua la mejor forma de proceder con su confesión e interpretarla en la realidad ante Tricia. Si bien el final obtenido no es precisamente el que Fielder anticipaba, para Kor, la confesión es un éxito.
Más allá de hacer cada vez más tenue la línea entre lo que es ensayo o ficción y lo que es realidad, lo interesante del método de Nathan Fielder es su compromiso con la apariencia del entorno dentro del cual acontecen los ensayos. A tal respecto, el comediante canadiense emplea las posibilidades de la arquitectura y la tensión que ella mantiene con su representación —las maquetas a escala real— para confeccionar escenarios que desdibujan el límite entre simulación y realidad. Las puestas en escena de The Rehersal son un ejemplo de cómo las diferencias entre la arquitectura y su representación no son tan evidentes como se podría pensar. A reserva de discurrir más sobre como toda la arquitectura no es sino una maqueta escala 1:1, diré simplemente que la virtud del método de Nathan Fielder está en aprovechar al máximo las posibilidades de la representación al grado de transgredirla. Vaya metodología: a través de ajustar calculadamente las variables y la reacciones de los actores y el entorno, cada ensayo es una especie de laboratorio de la realidad. Lo que determina el éxito de los ensayos y su aire de comedia es el grado con el cual Nathan se compromete con la ficción.
Del otro lado del espectro melodramático —alejado de la comedia—, en México, el Centro de Investigación para el Desarrollo Sostenible (CIDS), rama del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) llevó a cabo su propio intento de ensayo. Desde el 2016 hasta el 2018, el INFONAVIT convocó, gestionó y construyó en Apan, Hidalgo, lo que fue llamado un Laboratorio de Vivienda. El INFONAVIT le encargó a diferentes oficinas de arquitectura el diseño de 32 casas, una por cada estado de la república. Cada proyecto fue diseñado con las condiciones climatológicas de cada estado en mente, inspiradas en algunos métodos constructivos vernáculos y locales y cuyos habitantes potenciales pertenecerían al estrato social más grueso, familias de escasos recursos que procuran su economía en la medida de lo posible. Dice el documento emitido por el INFONAVIT:
El proyecto está diseñado para desarrollar tanto prototipos nuevos para vivienda unifamiliar, como un modelo nuevo de urbanismo. Se reunió un grupo de arquitectos, a cada uno de los cuales se le fue contratado para diseñar una vivienda unifamiliar, consciente de que no va a estar aislada y que va a estar vinculada con una ciudad, una calle, y una casa contigua. También está consciente de que puede que se repita una y otra vez. Sin embargo, a los arquitectos no se les da un terreno específico, no tienen un contexto específico, más allá de la petición de que tomen en cuenta las diferentes condiciones climáticas de México.
Posterior a la entrega de los 32 proyectos de vivienda unifamiliar, el INFONAVIT le encargó a la firma norteamericana MOS Architects el plan maestro del Laboratorio de vivienda. Así se procedió con el Laboratorio y se construyeron en el predio en Apan 32 maquetas escala 1:1 de cada prototipo de vivienda. Para cada maqueta se contemplaron las respectivas instalaciones, electrodomésticos, y muebles: camas, refrigeradores, lavadoras, sillas, etc. Sin embargo, antes del 2019, el Laboratorio padeció abandono institucional. Por su alto costo de mantenimiento así como por haber fallado a su cometido, el INFONAVIT desertó del proyecto poco después de haber construido los prototipos. A pesar de haber sido un ejercicio de construcción interesante, el Laboratorio de vivienda sufrió un final trágico. ¿Qué falló?
A diferencia de los cómicos ensayos de Nathan Fielder, el del INFONAVIT fue una tragedia. Una comparación entre ambos revela qué salió mal. Los ensayos de Nathan Fielder y el del INFONAVIT convergen en el hecho que ambos emplean la construcción de maquetas de tamaño real para simular una situación deseada. Sin embargo, las motivaciones, la eficacia y los resultados son totalmente diferentes. El hecho de que a los arquitectos no se les haya dado un terreno, una familia y una circunstancia particular revela el hecho de que a diferencia de los ensayos de Nathan, que atienden al caso —en el ejemplo, la confesión de Kor—, el ejercicio del INFONAVIT fue hecho apelando a una condición general; tan general que se adentró en el desierto de lo abstracto. De ahí procede la naturaleza trágica del Laboratorio de vivienda.
Que no se malinterprete, el problema ulterior que buscaba resolver el Laboratorio de vivienda es real: el trágico hecho de que desde hace años en México hubiera sido necesario construir más de un millón de viviendas al año para cumplir con la demanda del país. Sin embargo, hay un grave error metodológico en suponer que se puede aproximar a una solución apelando al fenómeno general y no a la instancia del caso particular. Por lo tanto, más allá del abandono institucional, cada uno de los prototipos, de las maquetas escala 1:1, es un resultado mal logrado. Me consta: recientemente tuve la oportunidad de visitar el Laboratorio de vivienda en Apan. Muchos de los prototipos son bellos objetos arquitectónicos, diseñados con dedicación por muchas de las arquitectas y arquitectos más destacados de México. Sin embargo, cada prototipo es un fracaso. Todos padecen de algún grado de insuficiencias de habitabilidad, accesibilidad universal para niños y adultos mayores, privacidad, altos presupuestos, o una mezcla de estas cuestiones. No obstante, la falla de los 32 equipos de arquitectura implicados en el Laboratorio no es únicamente un defecto de diseño, sino de procedimiento. Su error fue haber aceptado el encargo de una vivienda unifamiliar para familias de escasos recursos pero sin predio, sin habitantes, y sin todas las especificidades circunstanciales que exige un proyecto de vivienda real. Por su parte, el error del INFONAVIT fue haber entretenido demasiado la idea de que un collage de prototipos de vivienda unifamiliar en Apan se asemeja de forma análoga a las condiciones de deficiencia de vivienda del país. Ante tal problemática tan compleja y sistemática, no hay metodología alguna que se pueda trasladar unilateralmente a la situación general. El hecho de que varias de las maquetas escala 1:1 fueran acondicionadas con finos muebles de diseñador procedentes de una oficina con sede en la Ciudad de México es un ejemplo del hecho de que la institución responsable se perdió en un ejercicio de autorreferencialidad. El Laboratorio de vivienda es una especie de pasarela de arquitectura, un desierto de lo real dentro del cual se desvanece toda relación discursiva con la realidad material del país.
En vez de apelar a la tragedia del padecimiento universal, hubiera sido mejor recurrir a la comicidad del caso particular. ¿Cuál hubiera sido una alternativa? ¿Cómo se hubiera podido lograr mejor el propósito y llevar a cabo un mejor ensayo? Sencillo. Haciendo de la tragedia una comedia: es decir, haber contratado a Nathan Fielder. A diferencia del INFONAVIT, en sus ensayos, Fielder se compromete seriamente con la ficción. Él hubiera contratado padres, madres, e hijos —tal vez hasta extras, todos actores— que vivieran durante un tiempo en las maquetas y así pusieran a prueba la factibilidad, eficiencia y habitabilidad de cada uno de los prototipos. Posiblemente hubiera hecho réplicas tamaño real de las pertenencias de los potenciales habitantes para comprobar que de hecho los espacios, sus dimensiones y características fueran las adecuadas. Para simular el clima de cada entidad federativa, Fielder hubiera puesto cada maqueta escala 1:1 dentro de un contenedor con un microclima, o hubiera simplemente emplazado los prototipos en su respectivo lugar proyectado con tal de probar el desempeño térmico de los materiales con cuales cada prototipo fue diseñado. Contratar a Fielder podría parecer algo cómico: posiblemente lo sería. Sin embargo, “cuando un sólo paso en falso podría destrozarlo todo, ¿por qué dejarlo al azar?”. Con un presupuesto de 93 millones de pesos, implicar a Nathan Fielder en el proceso del Laboratorio de vivienda hubiera sido factible y quizás habría hecho más amena la tragedia.
El concepto que Fielder tiene de la arquitectura difiere de cómo la entienden el INFONAVIT y sus arquitectos. La diferencia principal es que ellos no consideraron el hecho de que una vivienda es inconmensurable con respecto a sus materiales, sus metros cuadrados, su desempeño térmico, su presupuesto y sus muebles. Por su parte, el comediante canadiense en sus ensayos, sabe que la arquitectura es como una matriz de variables y relaciones cuyos nodos son los habitantes particulares. El método de Fielder hace explícito el hecho de que un actor únicamente logra comprometerse con su ficción —tragedia o comedia— en la medida en la que este encuentre conformidad con su entorno habitable. El habitar se asemeja más a una forma de personificación de sí que a un apego relativo a los aspectos cuantitativos de alguna casa: esto es algo que un comediante entiende mejor que una institución estatal dedicada a la vivienda. Esta anécdota confirma el hecho de que la forma más alta de inteligencia es la comedia. La arquitectura tendrá a bien seguir desarrollando un sentido del humor, tal vez tomarse a sí misma menos en serio y así cumplir mejor sus cometidos.
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