28 febrero, 2012
por Arquine
“He trabajado mucho la esencialidad. Cada obra me propongo hacerla más esencial que la anterior; es decir trabajar con los elementos estructurales necesarios…”
Esta tarde falleció el arquitecto Antonio Attolini Lack a los 81 años de edad. Attolini estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura de la antigua Academia de San Carlos, de la que se recibió en 1955 y donde, entre otros, tuvo como profesores a José Villagrán y a Francisco J. Serrano. Pero quizá fuera su experiencia al trabajar entre 1952 y 1955 en el despacho de Francisco Artigas, la que mayor influencia tuvo en su evolución, al menos en su primera fase, notoria en varias casas proyectadas en la segunda mitad de los años cincuenta y primera de los sesenta.
Tras esa etapa, como muchos otros arquitectos mexicanos, incluyendo al mismo Artigas, Attolini se fue acercando a un estilo que reivindica sus características locales o regionales, tanto en el uso de materiales y procesos constructivos como en la forma y en sus proporciones. En el caso de Attolini cabe remarcar en esta transición el paso de una arquitectura con vocación de transparencia —derivada, siempre como en el caso de Artigas, más del estudio de la arquitectura moderna en el suroeste de Estados Unidos que de los movimientos de vanguardia europeos de principios del siglo XX— a otra donde el muro continuo, colorido y con textura, domina.
Se subrayan en esta fase de su producción la importancia de la luz, el uso de las dobles alturas, de tragaluces y patios interiores, tanto en la construcción del espacio como en la organización del programa. El mismo Attolini hablaba de una búsqueda de lo esencial en cada proyecto, lo que lo llevó a reducir el número de elementos a los mínimos necesarios. A finales de los años setenta y principios de los ochenta, en pleno despunte del posmodernismo, la arquitectura de Attolini, sin abandonar las referencias locales, siguió una geometría más compleja, utilizando circunferencias y triángulos, tanto en planta como en la forma de ventanas.