16 marzo, 2021
por Arquine
¿A qué llamamos vivienda colectiva? ¿Es cuestión de tipología, de densidad, de altura? ¿Es un fenómeno solamente urbano? ¿Qué papel puede jugar hoy la vivienda colectiva de cara a las múltiples crisis que enfrentamos? Son preguntas que planteamos en esta serie de conversaciones publicadas en la Revista Arquine No.94 Vivienda colectiva y acá compartimos la realizada a Anne Lacaton ganadora del Premio Pritzker 2021 junto a Jean-Philippe Vassal.
Miquel Adrià: La primera pregunta sería ¿Qué entendemos por vivienda colectiva? No me refiero necesariamente el complejo habitacional o a proyectos mas pequeños, sino el concepto. ¿Es una cuestión de proyectos urbanos, de densidad, de niveles?¿A partir de qué punto una vivienda es colectiva?
Anne Lacaton: Creo que la cuestión al hablar de vivienda es la vivienda misma, es decir, las condiciones para habitar. De ahí debemos partir, y no al revés. No hay que partir de lo urbano, de la densidad, de la forma, y después, al interior de eso, trabajar cuantitativamente. Hay que empezar preguntándose cómo quisiéramos habitar o, siendo arquitectos, qué queremos construir para que la gente habite bien. Esa es la prioridad. Nosotros siempre nos planteamos al inicio de un proyecto eso: qué es lo que nos hace sentir bien, de qué tenemos ganas. Es cierto que el modelo que viene primero a la cabeza es el de la villa, el de la casa, porque representa una manera de ser en un lugar que permite cierta libertad aunque sean muchas personas la libertad de salir al exterior, de rodear la vivienda. Al mismo tiempo, sabemos que ese modelo de la villa aislada no es razonable en la ciudad porque ocupa mucho espacio y es exclusivo. La pregunta entonces es cómo podemos trabajar con ese modelo y al mismo tiempo con la densidad, porque hoy es importante economizar el suelo y que vivan mas personas en el mismo terreno. Empero, la densidad no debe servir como criterio para reducir el espacio individual, del que todos tenemos necesidad. Entonces, la vivienda colectiva es, antes que nada, una buena vivienda, donde nos den ganas de vivir, que sea generosa, bien iluminada, económica —que todo mundo pueda tener acceso a ese tipo de vivienda. También es algo que podemos combinar con muchas otras de la misma calidad para producir vivienda colectiva y fabricar la ciudad. Por tanto hay que plantearse también la cuestión de las relaciones entre vecinos, los accesos, las circulaciones, las cubiertas. Además, para nosotros resulta evidente que hay que entender que todos habitamos en alguna parte y lo que importa es la calidad de la vivienda, lo que hoy es un asunto de mayor actualidad para muchos en el mundo que estamos obligados a quedarnos en casa —y entendimos que la vivienda es mucho más que el espacio mínimo al que regresamos en la noche a dormir, debemos poder trabajar, estudiar. Es muy importante considerar estoy y hacer hoy lo contrario de lo que sucedió en los años sesenta, en los que se construyó mucho pero sin pensar lo suficiente en la calidad de la vivienda, aprendiendo la lección y sabiendo que hay que economizar el uso del suelo natural. Hay que empezar, pues, con la calidad de la vivienda y preguntarnos cómo podemos conseguir densidad sin comprometer esa calidad.
MA: Ustedes ya han trabajado estrategias para aportar a la vivienda más espacio. Si hablamos hoy de las crisis que nos aquejan: la pandemia, el Covid, pero mas importante la crisis climática ¿Qué podemos reflexionar para los proyectos de vivienda de ahora y sobretodo los del futuro en vista de esta crisis que ha transformado nuestra realidad actual?
AL: Creo que la crisis climática es evidentemente muy importante y tiene un gran impacto en la vivienda pero también creo que no podemos pensar que vamos a cambiar la tecnología de los edificios porque la tecnología también tiene límites. Por ejemplo en Europa la reglamentación de cara al cambio climático consiste en utilizar más materiales de aislamiento, reducir la dimensión de las ventanas porque se considera una pequeña porción del otoño y del invierno y en todo eso el habitante no es un agente pro activo. Sabemos bien qué la respuesta a la crisis ecológica de hoy requiere de la responsabilidad de la gente, es decir que cada uno, cada persona adopte una actitud consciente y consuma menos energía, consuma menos materia, desperdicie menos alimentos… Entonces no es a través de viviendas extremadamente tecnológicas que llegaremos a eso porque cuando no estamos bien en nuestra vivienda de todas formas no tenemos ganas de hacer el esfuerzo de consumir menos. Por ejemplo si tenemos más calor en el verano utilizaremos el aire acondicionado, si tenemos frío en el invierno la calefacción. Por eso es que para alcanzar ese espíritu de responsabilidad no hace falta contrarrestar ni que el espacio sea limitante. Nosotros pensamos que la cuestión del extra-space –de dar más– posibilita construir una arquitectura que a su vez permite crear espacios filtros –bien para el invierno o para el verano, grandes balcones que generen sombra en los países calientes o jardines de invierno que proporcionan espacios térmicos en los países más fríos. Esto no se trata de una técnica sino de una gestión del espacio que controle mejor el clima al interior de la vivienda pero también podría ser de oficinas u otros equipamientos. Todo eso es absolutamente pasivo, lo que quiere decir que es el habitante quien debe gestionar todo él mismo y por tanto quien ve inmediatamente las consecuencia de su consumo. Nosotros estamos convencidos de que no podemos diseñar edificios que funcionen por sí mismos excluyendo al habitante porque eso no funciona, el habitante cuando tiene ganas de abrir la ventana debe tener la posibilidad de abrir la ventana sin desperdiciar energía. Entonces si reaccionamos de manera diferente creo que es mejor, que cada uno de nosotros tome conciencia sobre la importancia de economizar todo, los materiales y todo pero junto con economizar debe venir un beneficio en alguna otra parte, un beneficio de bienestar. Entonces nosotros nos oponemos completamente a hacer estas cajas cada vez más pequeñas y cada vez más tecnológicas.
El problema de estos proyectos de transformación como el de Bordeaux es que son vistos frecuentemente como un proyecto de fachada. Pero no debemos verlo así sino en principio como una atención que se ha prestado a eso que ya tenemos a la mano, como los edificios y la naturaleza que son de gran valor y preguntarnos que podemos hacer con eso y luego cuando ya tenemos eso y ya hemos economizado por que no vamos a demoler ni a deconstruir hay que hacerse la pregunta sobre que es lo que hace falta para que sean un poco mejor y es ahí que empezamos a trabajar en la mejora de la vivienda, el espacio adicional y en como hacerlos económicos. La economía es sumamente importante porque hace falta que todo eso sea de acceso a todo mundo, es importante que no sean exclusivos y que normalicemos que los arquitectos trabajemos con menos, y que no por eso hagamos menos.
MA: Aquí tenemos muchos edificios de vivienda colectiva de cuatro, cinco niveles sin ascensores, son de los años 90. Entonces una estrategia como esa que ustedes han propuesto, que es cierto no es una cuestión de renovación de fachada sino de transformación, podría ir junto con la implementación de un elevador que permitiría accesibilidad a las personas de la 3era edad.
AL: Hace falta buscar soluciones, y tomar en cuenta la situación existente porque es muy fácil decir que no podemos hacer nada y que vamos a desplazar a las personas, a demoler y a recomenzar. Pienso que hay una contradicción considerable en hacer eso y además pedir que un edificio nuevo sea absolutamente ejemplar sobre la economía en sus materiales. Hay que considerar las cosas muchas antes, y preguntarnos que tanto hemos economizado en ese concepto en materia global porque pienso que la sustentabilidad está muy sectorizada y no toma en consideración todos lo que existen, los que ya están allí y que ya son un enorme soporte para hacer ciudad.
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Fotografías cortesia del Premio Pritzker
©Philippe Ruault
©Laurent Chalet