De aeropuertos y consultas
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3 julio, 2017
por Jose Castillo | Twitter: josecastillo911
El fenómeno de la urbanización informal ha devenido el elemento dominante en la producción de ciudades en los países en vías de desarrollo. La magnitud de esta modalidad de urbanismo lo ha convertido en la norma más que la excepción en el crecimiento de las ciudades contemporáneas, en algo natural a nuestros entornos más que en una aberración. Los términos favela, barriada , kampong, slum, villas miseria, bidonville o asentamiento irregular son manifestaciones locales de un fenómeno global. La idea de lo informal ha erosionado nuestra noción de ciudad, poniendo en tela de juicio los objetivos y la eficacia de la planeación urbana. La ciudad de México representa, quizás mejor que ninguna otra, el paradigma de esta condición urbana. Un área de más de 1,400 kilómetros cuadrados con una población de 18.5 millones de habitantes, donde un estimado del 60% de la población vive en áreas que se originaron mediante algún tipo de informalidad.
La urbanización informal es tradicionalmente comprendida como las formas de desarrollo urbano que ocurren fuera de los cuales legales, planificados y regulados de urbanización, y que suelen estar caracterizadas por ocupación indiscriminada de uso del suelo, la falta de aprobación oficial y de títulos de propiedad, la vivienda precaria y la ausencia de equipamientos y servicios. Sin embargo, al hablar del fenómeno se suele caer en tópicos conocidos, mitos y percepciones equivocadas que dificultan el conocimiento riguroso, así como una aproximación más instrumental. Lo informal no significa simplemente carente de planeación. Por el contrario, casi siempre contempla una serie de decisiones, estrategias y políticas que, aunque mínimas o poco ortodoxas, representan una modalidad de planificación. El “paracaidismo” y las invasiones “espontáneas” representan un porcentaje mínimo de la totalidad de los proceso de urbanización informal y, aunque aun practicada, la autoconstrucción no es la única modalidad de urbanización informal. Pensar que la producción de vivienda es el único componente de la urbanización informal es negar las múltiples estrategias y formas que conforman lo urbano. La informalidad incluye la construcción del espacio público e infraestructura.
Más allá de la magnitud del fenómeno, la urbanización informal ha generado una serie de mutaciones e impulsos creativos dentro de las prácticas de arquitectura y planeación urbana que no pueden ser ignoradas. La evidencia de su relevancia es el hecho de que en lugar de que la ciudad informal desaparezca, la ciudad de México se ha convertido en informal.
500 años de informalidad en el Valle de México
La informalidad ha jugado por muchos siglos una apel dominante en la construcción del espacio urbano de la ciudad de México. Se ha dicho que la mayor parte de la antigua Tenochtitlán fue construida en desafío a las normas y prácticas oficiales. Durante la Colonia también se dieron de manera importante esas prácticas y a mediados del siglo XIX, cuando se crean las primeras subdivisiones y desarrollos de clase media y alta, se dieron manifestaciones de irregularidad que abarcaban desde la manera en que la tierra se vendía y ocupaba hasta la falta de provisión de servicios púbicos e infraestructura. La informalidad urbana dominante del siglo XX no surgió espontáneamente, como se suele creer, sino continuó los mismos patrones de prácticas y mecanismos existentes por mucho tiempo. La ciudad de los palacios de Humboldt era también la ciudad de lo informal.
La mayor paradoja de la modernidad arquitectónica del siglo XX en México es que al llegar al zenit arquitectónico se empieza a dar con mayor intensidad el fenómeno de la urbanización informal. Cuando Mario Pani termina de construir el multifamiliar Miguel Alemán en 1949, se produce una explosión urbana en las periferias de la ciudad de México. Durante los siguientes 25 años, los arquitectos y urbanistas entablarían una batalla (perdida) con la generación de viviendas para la creciente población y la comprensión de una dinámica de la megalópolis que excedería las herramientas conceptuales e instrumentos prácticos de que se disponía. Ciudad Neza y Valle de Chalco son dos de las periferias metropolitanas más importantes desarrolladas de manera informal en los últimos cincuenta años y cuya historia sirve para explicar tanto este fenómeno como el desarrollo de la ciudad de México en las últimas décadas.
Neza: la anti-Atlántida
Ciudad Nezahualcóyotl, mejor conocida como Neza, ocupa un área de 3,800 hectáreas localizadas en el lecho del antiguo Lago de Texcoco. Su desarrollo está íntimamente relacionado con las operaciones de drenado del lago que comenzaron hace siglos con los colonizadores españoles y que se extendieron hasta este siglo. Neza inicia su desarrollo a mediados de la década de los años 40 en terrenos de dudosa tenencia. La decreciente ribera del agua reconfiguró el territorio generando disputas de propiedad que se mantuvieron sin resolver por décadas. Si uno de los ideales urbanos en la tradición occidental ha sido la Atlántida, la ciudad mítico oculta bajo las aguas, entonces Neza puede ser comprendida como su antítesis: una ciudad expuesta cuando las aguas del lago de Texcoco bajaron a mediados del siglo XX. El fenómeno de Neza contrapone los ideales utópicos de la Atlántida —civilización, forma, comunidad y ciudad— con las tácticas de corto plazo: flexibilidad, informalidad, pragmatismo y acción.
Neza todavía evoca exageraciones e imágenes de caos, injusticia, fraude, desesperación, vulnerabilidad, crimen y especulación inmobiliaria. Para la opinión pública se convirtió en el símbolo de todo lo que estaba mal en la ciudad: contaminación, deterioro ambiental, crecimiento sin control, eran algunos de los problemas de Neza. En la voz de sus críticos, se trata de una urbanización bastarda, un cáncer que nunca se debió haber dejado crecer. La migración rural-urbana, así como los cambios demográficos sucedidos a mitad del siglo XX, fueron importantes para el desarrollo de Neza. Para los millones de nuevos migrantes a la capital y, ante la falta de opciones de vivienda en zonas céntricas, desplazarse a la periferia fue una salida natural.
El drenado del lago y los patrones de ventas y apropiaciones realizados en un inicio muestran una operación racional de subdivisión del territorio. Pocas veces en la historia de la ciudad de México se emprendió una labor de tal magnitud como la organización de Neza. La primera operación fue utilizar la retícula a dos escalas distintas. En primer lugar, una retícula de 1 km por 1 km que organizaba el territorio en colonias y, en segundo lugar, una mini-retícula que le daba a cada colonia un carácter específico. Las variaciones tipológicas de los patrones de cada colonia se daban de acuerdo a los distintos fraccionados o según la modalidad de ocupación, dura invasión o venta ilegal. La mayoría de las colonias fueron planeadas con una gran zona abierta al centro, reservada para servicios y equipamiento, pero en la actualidad estos espacios abiertos han sido ocupados, dejando a las colonias con un espacio público mínimo.
En menos de 40 años, Neza dio un salto brutal de un territorio desolado a una ciudad de un millón y medio de habitantes. Su densidad de población ha alcanzado los 360 habitantes por hectárea, lo que resulta altísimo tomando en cuenta que la mayoral de los lotes están ocupados por viviendas unifamiliares de dos o tres niveles. Neza, Neza York, Minezota, es actualmente una ciudad con un alto nivel de interacción social, pluralidad cultural y complejidades espaciales que otras comunidades planeadas sólo podrían desear.
Valle de Chalco: territorio de la informalidad
Valle de Chalco ocupa un área de aproximadamente 2,200 hectáreas localizadas en la periferia suroriente de la metrópolis, a 30 kilómetros del centro de la ciudad. De manera similar a Neza, el asentamiento está localizado en el lecho de un antiguo lago. Desde inicios del siglo XX hasta la década de los años 60, el lago de Chalco fue drenado para ser utilizado como área de cultivo. La expansión de la industria a la zona terminó contaminando las aguas, haciendo imposible que se pudiera sembrar productivamente. Para los años 1970, el valle de Chalco era una planicie árida con algunos pastizales, una zona de inundación activa durante el verano y el sitio futuro de uno de los ejemplos más impresionantes de urbanización informal en la ciudad de México.
El valle de Chalco excede la noción de lo urbano e ingresa al dominio de lo geográfico. Su magnitud adquiere una condición territorial. El mismo patrón de ocupación espacial —plano, gris, inconcluso y homogéneo— se extendió pro kilómetros. Únicamente el volcán de Xico, el canal que lo rodea, la autopista y las líneas de alta tensión sirven como referentes. A primera vista, valle de Chalco y Neza resultan similares: retículas continuas desarrolladas en antiguos lechos de lagos. Sin embargo, tienen diferencias considerables por la forma en que se desarrollaron y en la urbanidad espacial que generaron. Chalco se realizó con mucho menos planeación que Neza, aunque su desarrollo se caracterizó por una menor fricción entre los habitantes y los desarrolladores. En Chalco nunca hubo un plan generador como lo hubo en Neza. Las operaciones inmobiliarias y de subdivisión se realizaban in situ o dibujadas en un cartón. La aparente regularidad de la forma urbana remite a que las propiedades ejidales existentes seguían retículas ordenadas y a que, adicionalmente, algunos de los desarrolladores habían estado involucrados en la urbanización de Neza. La ausencia de espacio público y semipúblico en valle de Chalco es brutal. Lo urbano ha sido reducido al mínimo y los patrones de manzanas rara vez escapan a al escala cerrada asociada con la vivienda unifamiliar. La provisión de espacio público ah sido objeto de una apropiación y las calles han sido el sitio predominante de la actividad pública.
Valle de Chalco está compuesto por más de veinticinco colonias que, si bien varían en tamaño, contienen aproximadamente 3000 terrenos y cerca de 200 manzanas cada una. El terreno promedio es de más de 190 metros cuadrados, aunque el 25% de las viviendas sólo poseen un cuarto y más de la mitad son de menos de 30 metros cuadrados. La urbanización y provisión de servicios den valle de Chalco no puede ser entendida sin hablar del Pronasol. El Programa Nacional de Solidaridad instaló electricidad en todo el valle en sólo 60 días. La provisión de agua también fue un logro del mismo, ya que de contar únicamente con hidrantes, servicio de pipas y pozos ilegales, Pronasol logró que despee´s de 1995 más del 90% de las viviendas tuvieran una toma de agua dentro del lote. Neza y valle de Chalco provocan un shock y una sorpresa a la vez. Pero más allá de esta especie de morbo y atracción, es fundamental comprender que ambos asentamientos no son casos aislados, sino más bien paradigmas de una modalidad que no desaparece. La incomodidad profesional ante lo banal, lo vulgar, lo genérico y lo mediocre compite con las transgresiones creativas y las subversiones que se producen ahí, así como con las interrogantes a nuestros planteamientos de lo que realmente debería ser una ciudad.
Un nuevo término
Ante las fáciles divagaciones sobre un tema como éste en el ámbito sociológico, antropológico o sociopolítico, es importante restablecer el dominio del urbanismo y de la arquitectura en la condición específicamente espacial de este fenómeno, empezando pro generar nuevas definiciones del mismo. “Urbanismo de lo informal” es un termino que se refiere a las prácticas y a las formas que un grupo utiliza no sólo para acceder al suelo o y a la vivienda, son también para satisfacer sus necesidades de participación en la vida urbana. Estas prácticas están caracterizadas por decisiones tácticas e incrementarles, por la compleja interacción entre los involucrados y, sobre todo, por las muy particulares estrategias espaciales que produce un espacio urbano progresivo y que re configuran jerarquías tradicionales. La palabra “informal” significa aquello que carece de forma. Pero también significa “fuera de lo regular o lo prescrito,” así como se refiere a lo casual o lo ordinario. Esta triple acepción de la palabra puede servir para articular una relación más instrumental entre el fenómeno y nuestras disciplinas.
Si los arquitectos y urbanistas tradicionalmente han estado interesados en estudiar cómo se puede mejorar la urbanización informal, ahora resulta más interesante entender cómo la urbanización informal puede informar ciertas formas y procesos utilizados para planear la ciudad. Para esto expondremos tres tácticas utilizadas en los urbanismo de lo informal como provocaciones y posibles técnicas a incorporar a un ámbito profesional.
Jerarquías nómadas
En los urbanismos de lo informal, las tradicionales jerarquías de desarrollo, uso, público-privado e infraestructura desarrollan un alto nivel de flexibilidad. El aparente espacio no-jerárquico de la informalidad, manifestado en el uso de la retícula, en realidad está configurando y reconfigurándose en el tiempo. Las tradicionales jerarquías espaciales son sustituidas por tácticas además infraestructura a posteriori, provisión de servicios y ocupación del terreno. Áreas que no eran de particular importancia pueden adquirir un papel dominante y viceversa.
Ecologías del tiempo
Los urbanismos de lo informal manejan la evolución en el tiempo de una manera mucho más compleja que otros modos tradicionales de urbanización. La urbanidad no se define simplemente en función de un tiempo requerido para consolidares y adquirir una “imagen de ciudad” sino que involucra una combinación de estrategias rápidas y lentas implementadas a lo largo del tiempo para maximizar la relación entre los recursos y las necesidades de los habitantes. La construcción de una estructura básica para vivir puede tomar tan poco como dos semanas, mientras que en otros casos, la transición de jacal a vivienda terminada puede llevar décadas. Esta modalidad de urbanización plantea una transformación en nuestra comprensión de la urbanidad como forma terminada hacia una urbanidad definida por densidad de procesos espaciales.
Simbiosis humano-arquitectónica
La noción de urbanidad en los urbanismo de lo informal escapa a las definiciones meramente físicas del espacio. Las estrategias para configurar una urbanidad no sólo comprenden altos niveles de participación de los involucrados en al construcción de espacio urbano sino también una compleja interacción entre las formas y los procesos que confieren dicha urbanidad. De la provisión sui generis de servicios e infraestructuras como agua y electricidad a la apropiación de acalle como espacio público, éstas son muestras de una simbiosis humano-arquitectónica de gran interés.
Al comprender la metrópolis de manera informal, es posible hacer que la ciudad sea permeable a una dimensión social y política y abandonar la obsesión de control como una herramienta deseable en la práctica del urbanismo. Es también una alerta para un urbanismo menos serio y capaz de abordar lo real, lo cotidiano, lo genérico y lo construido sin prejuicios.
El futuro de la ciudad de México dependerá en buena parte de la habilidad de urbanistas y arquitectos para comprender la informalidad como una condición constitutiva de la ciudad y alinear marcos y estrategias para trabajar con este fenómeno urbano cada vez más complejo. Ignorar tanto su importancia como su capacidad de modificar nuestras formas de trabajar, relegará a nuestra disciplina a seguir operando en los márgenes de los eventos y fenómenos que realmente construyen la ciudad y a ser simples comentaristas de la condición urbana.
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