La selva domesticada
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22 marzo, 2013
por Miquel Adrià | Twitter: miqadria | Instagram: miqadria
Juan O’Gorman (6 de julio de 1905 – 18 de enero de 1982) nació corbusiano y murio wrightiano. Perteneciente a una familia vinculada a la cultura, O’Gorman se formó en la Escuela Nacional de Arquitectura, trabajó con los arquitectos de referencia en los años veinte y se instruyó en la pintura, simultáneamente. Radicalmente moderno, construyó la primera obra racionalista en Latinoamérica, hizo del mínimo esfuerzo y máxima eficacia su lema, para renunciar a la arquitectura poco después. Unos años de introspección y pintura lo distanciaron de la modernidad y con la biblioteca de Ciudad Universitaria regresó a la arquitectura para renacer desde una lectura orgánica y contextual. Con unas pocas obras de referencia, Juan O’Gorman es, sin duda, uno de los arquitectos más destacados de la arquitectura mexicana del pasado siglo.
En 1929, Juan O’Gorman compró un terreno en San Ángel que correspondía a dos canchas de tenis del Country Club San Ángel Inn. En una de ellas construyó la primera casa funcional de México, supuestamente para sus padres, quienes nunca la habitaron. En realidad fue su carta de presentación. Era una casa Dominó corbusiana, conformada por dos losas soportadas por pilares de concreto equidistantes y una escalera de caracol exterior (Casa O’Gorman 1929). Una representación tan literal como didáctica, donde buena parte de las paredes de vidrio transparentan la estructura icónica. La otra cancha la vendió a Diego Rivera para construir su estudio y casa habitación. Como afirma Víctor Jiménez, con estas casas –lo sabían Juan O’Gorman, Diego Rivera y Frida Kahlo–, nacía de hecho la arquitectura moderna en México. “Jamás se había visto en México una construcción en la que la forma fuera completamente derivada de la construcción utilitaria”. Este encargo nació de una visita de Diego Rivera a la casa que Juan O’Gorman había construido para su padre. Rivera vio en la radicalidad de la arquitectura funcional y científica la esencia del arte. Unos paralelepípedos de planta casi cuadrada, se implantan sobre el plano horizontal de la cancha preexistente siguiendo su ortogonalidad. Solamente la fachada norte, que ilumina el estudio del pintor, se conforma con un gran ventanal oblicuo orientado con precisión al norte.
Juan O’Gorman asumió los postulados de Le Corbusier al pie de la letra: construcción elevada del suelo, fachadas libres, espacio interior sin compartimentar, azoteas habitables. Con todo ello, la paleta corbusiana se amplía a referencias del constructivismo soviético y a la arquitectura vernácula mexicana, adquiriendo signos de identidad únicos y contundentes. A los 26 años, Juan O’Gorman se dio a conocer con estas obras, sin haber viajado nunca fuera de México. Su lectura de la arquitectura funcionalista fue más radical que la de cualquier otro arquitecto en el mundo (La nueva modernidad).
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