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Columnas

Contra Densidad

Contra Densidad

16 octubre, 2016
por Daniel Daou | Twitter: daniel_daou

La idea que la densificación es una solución a muchos de los problemas urbanos que enfrentan las ciudades es una idea aún popular, pero equivocada y peligrosa. Equivocada porque asume implícitamente que lo urbano se limita sólo a lo construido y puede ser aislado de su entorno, y peligrosa porque influye en la elaboración de políticas de desarrollo urbano que externalizan, porque ignoran, el impacto de la ciudad en el medio biofísico. En su lugar, aquí se presenta un modelo que pasa de hablar de la ciudad como un objeto discreto a hablar de la urbanización como un proceso, lo cual desdibuja los límites caducos entre lo urbano y su “exterior constitutivo”.

Aunque en las últimas décadas la literatura académica ha montado una crítica robusta en contra del mito de la densidad, lo cierto es que el urbanismo común aún tiene una fijación por el tema. Esta fijación es parcialmente el resultado de una nueva ola de literatura urbana, paradójicamente, “urbano-céntrica,”(1) una anacrónica obsesión con la ciudad medieval europea, y un justificado y acertado disgusto con el modelo de urbanización extendida (el llamado “sprawl”) de la posguerra.

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Centralidad: El Anverso del Sprawl

Las centralidades y el sprawl son, como lo observara la socióloga Saskia Sassen entre otros, dos caras de la misma moneda: son formas urbanas interdependientes y co-producidas. Para terminar con el sprawl, hay que terminar con las centralidades. Fomentar las centralidades es fomentar el sprawl. Cuando los urbanistas “urbano-céntricos” elogian la viabilidad ecológica de una urbe densa como Nueva York, están ignorando su “huella ecológica”(2): las regiones distantes de las que se extraen los combustibles que alimentan a la ciudad; los campos donde se producen los alimentos que consumen sus habitantes; los lugares en los que termina almacenada su basura; los mares en los que se diluye su drenaje; el espacio exterior que alberga las redes satelitales que le permiten ser el centro de mando logístico global que es…

La noción que la ciudad compacta es una ciudad ambientalmente benigna parte de la engañosa imagen de la ciudad amurallada medieval que, al igual que el modelo económico neoclásico, ignora el papel que juega el entorno ambiental descontándolo simplemente como una “externalidad.” De ahí la importancia del desarrollo de nuevos modelos en los que no existe ya un “exterior”.

Los límites de la ciudad

En 2005, durante la primera sesión del programa de investigación Urban Age dirigido por la London School of Economics, se popularizó la idea que, “por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades.”(3) Tal declaración fue recibida con brazos abiertos por arquitectos y urbanistas tanto como buena noticia como reto. Con brazos abiertos porque suponía una renovada relevancia social para estas profesiones; como buena noticia porque la percepción general, debatible, es que vivir en las ciudades se traduce en una mejor calidad de vida; y, como reto por la cantidad de problemas de gobernabilidad, sociales, de salud, e infraestructura que esto conlleva.

Sin embargo, tras el anuncio de Urban Age, lo que no se hizo fue cuestionar la metodología de medición detrás de este resultado.(4) ¿Cómo se definen los límites del suelo urbano? ¿Cuál es, por ejemplo, el tamaño o la densidad mínimos de un asentamiento humano para ser considerado urbano? En otras palabras, ¿cuál es la definición (en ambos sentidos: tanto ontológico como geográfico) de la ciudad? Según diferentes grupos y organismos, la extensión global de suelo urbano oscila entre el 0.5% y el 5% de la superficie del planeta. Pero el problema con tales declaraciones no sólo es la dificultad (si no es que la imposibilidad) de determinar los parámetros adecuados, sino la premisa misma de establecer una separación entre lo urbano y el “resto.”

El “Exterior Constitutivo”

Desde el modelo concéntrico de ciudad de Ernest Burgess (1925), pasando por el modelo de Teoría de Lugar Central de Walter Christaller (1933), la Megalópolis de Jean Gottman (1961) y la Ecumenópolis de Constantinos Doxiadis (1967), (expansión geográfica pero no ontológica) los urbanistas han prestado nula atención al espacio que queda fuera del límite de la ciudad. En efecto, la teoría urbana sufre de una tautología fundacional: la definición normativa de lo que constituye lo urbano imposibilita, en principio, el estudio del “exterior constitutivo” por parte del mismo cuerpo teórico. Una de las consecuencias de esta división forzada entre lo urbano y el “resto” (sea éste lo rural, lo “natural” o el “hinterland”), es el establecimiento de una relación antagónica entre las partes especialmente contraproducente de cara a la actual crisis ambiental. Por esta razón, históricamente, las ciudades han sido vistas negativamente como un problema ecológico tanto por la misma teoría urbana (5) como por el discurso ambiental popular (en este sentido, sólo basta pensar en cualquiera de las numerosas metáforas que equiparan a la “mancha urbana”–un término ya de por sí con connotaciones negativas de suciedad e impureza–con crecimientos cancerosos y demás teratologías). Sin embargo, una parte no menor del del problema radica precisamente en ver a las ciudades como un problema.

 

Paradigma Ecológico: De la Ciudad como Objeto a la Urbanización como Proceso y la Desaparición del Exterior Constitutivo

Hay al menos tres frentes académicos cuestionando la dicotomía entre la ciudad y el exterior: la geografía política (con el trabajo de los geógrafos Neil Smith (6), David Harvey (7) y más recientemente Neil Brunner (8) y Jason Moore (9)), el urbanismo de paisaje (o landscape urbanism con el trabajo de los arquitectos Charles Waldheim (10), Mohsin Mostafavi (11) y Pierre Bélanger (12)) y la ecología política urbana (con los textos del geógrafo Erik Swyngedouw (13) y el urbanista Matthew Gandy (14)). Por motivos de brevedad, baste aquí decir que lo que tienen en común estos frentes es, primero, el empleo de un marco teórico ecológico que presupone la desaparición de un “exterior constitutivo” dado que asume que “todo está conectado con todo” (15) y, por ende, la disolución de los límites entre lo urbano y lo natural, y, segundo, el cuestionamiento de lo que constituye lo urbano, proponiendo un cambio de paradigma que pasa de hablar sobre la ciudad como un objeto a la urbanización como un proceso, hoy de escala planetaria. (16)

 

Metabolismo

En este sentido, un concepto útil para dilucidar una relación diferente entre lo urbano y el resto es la noción de metabolismo (stoffwechsel) como la desarrollara el filósofo Karl Marx. Siguiendo los avances científicos de su época —en especial el trabajo del pionero de la agroquímica Justus von Liebig— Marx observaba que la alienación entre el hombre y la naturaleza, producto de la creciente distancia entre las ciudades y sus hinterlands, resulta en la ruptura de los flujos materiales y energéticos de los sistemas biofísicos. El sociólogo John Bellamy Foster, cuya labor se ha enfocado en recuperar la dimensión ecológica en el análisis marxista, propone el término “ruptura metabólica” (metabolic rift) para referirse a la disrupción observada por Marx exacerbada y que hoy es exacerbada por los patrones urbanización neoliberal.(17) Por ejemplo, existe una ruptura metabólica cuando los nutrientes incorporados en los cultivos son trasladados a centros urbanos distantes y, al ser excretados, en lugar de ser reincorporados al suelo que los produjo, son vertidos al drenaje o depositados en rellenos sanitarios. El concepto de metabolismo permite concebir los circuitos de flujos energéticos y materiales de los que las ciudades forman parte y que hoy en día constituyen una red que se extiende a lo largo y ancho del globo afectando en mayor o menor medida todos los ecosistemas del planeta. (18)

 

Descentralización y Regionalismo: El Caso del Urbanismo Agrario

En “Un Nuevo Patrón Regional,” (1949) del arquitecto y urbanista Ludwig Hilberseimer, en una serie de dibujos ampliamente pasados por alto, se muestra una secuencia de tres mapas de una isla imaginaria. El primero ilustra el patrón de asentamientos del pasado como una retícula homogénea con poca diferencia en el tamaño de los asentamientos. El segundo muestra el patrón de asentamientos presente, irregular y con una gran diferencia entre el tamaño de los asentamientos menores y el más grande. El tercero muestra un patrón de asentamientos futuro donde se ha eliminado el gran asentamiento central y se ha redistribuido la retícula de puntos através del paisaje. La visión territorial descentralizada de Hilberseimer con asentamientos distribuidos homogéneamente, depende de la hibridación de usos agrícolas e industriales. El modelo pretende abatir la disociación geográfica entre los centros urbanos y las regiones de producción y extracción. Se trata de un urbanismo agrario extenso, pero, a diferencia del sprawl suburbano, también intenso, híbrido y autónomo en el sentido de que no depende de ninguna centralidad.

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En “Notas para una Historia del Urbanismo Agrario,” Waldheim ubica el Nuevo Patrón Regional de Hilberseimer dentro una cronología que incluye a la Broadacre City (1932) del arquitecto Frank Lloyd Wright y a Agrónica (1993) del arquitecto Andrea Branzi. (A esta lista se podría añadir el Plan para una Ciudad Agrícola (1959) del arquitecto Kisho Kurokawa especialmente relevante por ser uno de los exponentes más importantes del metabolismo japonés.) Estos modelos anticiparon lo que hacia finales de siglo se había vuelto la condición urbana prevalente: horizontal, híbrida y extensa. Según sus características locales este nuevo patrón de asentamiento, recibe diferentes nombres a través del planeta. En norteamerica se le conoce como el middle landscape, como lo refiere el arquitecto Peter Rowe. En Asia, el urbanista Terry McGee habla de la desakota (ciudad-pueblo), y en Alemania, el planificador Thomas Sieverts se ha dedicado a estudiar la zwischenstadt, una forma de asentamiento intermedio entre la ciudad y las zonas rurales, pero con mayor autonomía que un suburbio. Si esta condición urbana adopta diferentes configuraciones dependiendo de su contexto geográfico, político y social, es claro que es todo menos una ciudad genérica, como la describiera Koolhaas. (19) Sin embargo, es difícil aprehenderla porque se trata de una condición urbana sin una imagen clara (a diferencia de las fotogénicas skylines de los centros urbanos norteamericanos o los pintorescos streetscapes de las ciudades medievales europeas); efectivamente, se trata de una metrópolis invisible. (20)

 

Implicaciones Concretas para la Arquitectura y el Diseño Urbano

Hay al menos dos implicaciones concretas para el diseño y la planeación de ciudades: una tiene que ver con temas “naturales” y, la otra, con temas sociales.

La “natural” tiene que ver con la necesidad de imaginar nuevos usos de suelo. Los usos de suelo son herramientas presentes en todas las escalas de planeación espacial, desde la arquitectónica hasta la planetaria. Sin embargo, más allá de la escala de la ciudad, muchas veces los usos de suelo son la única herramienta de planeación. Los nuevos usos de suelo deben partir de una forma diferente de entender a la naturaleza, reconociendo que la noción de una naturaleza virgen y aislada es caduca y obsoleta.(21) En su lugar, se debe entender que la naturaleza es tan construida como lo son las ciudades. Naturaleza y ciudad son ambas resultado de la lógica de producción espacial neoliberal. En otras palabras, la ciudad y su entorno se co-producen mutuamente y deben ser concebidas en conjunto. Los nuevos usos de suelo deben permitir la hibridización del paisaje y enfocarse más en la intensidad de la producción que en la densidad de la construcción, de tal suerte que se promueva la descentralización a escala regional.

En el ámbito social, se debe aspirar a un patrón de ocupación espacial menos desigual. En su canónico libro “Desarrollo Desigual: Naturaleza, Capital y la Producción del Espacio,” el geógrafo Neil Smith explica la desigualdad generada por la urbanización neoliberal no como un defecto del sistema, sino precisamente como su objetivo y sustento. Es a partir de las diferencias en el desarrollo de diferentes áreas geográficas de cual se puede generar un excedente que puede ser extraído bajo la lógica de acumulación de capital (el recordatorio de este dinámica está impreso en la cara posterior de todos los iPhones: “diseñado por Apple en California; ensamblado en China”). La crisis del 2008 ha vuelto dolorosamente evidente la desigualdad social de nuestro sistema político-económico y mucho se ha hablado desde entonces de la necesidad de abatirla. Sin embargo, se reconoce poco la relación que hay entre la desigualdad social y la desigualdad espacial. Una sociedad menos desigual requiere de espacios menos desiguales. La ilusión de la ciudad “densa y compacta” sólo puede mantenerse si se desconoce al exterior de la ciudad como parte del proceso de urbanización. Si, bajo una lente ecológica (enfocada en las interconexiones) reconociéramos a las zonas actualmente excluidas como parte de la ciudad supuestamente densa y compacta, concluiríamos que este modelo de ciudad, centralizado, es altamente desigual. Una vez conscientes de esto, debemos abogar por modelos descentralizados, (re)distributivos, ecualizadores, regionales e híbridos que reconozcan a la ciudad y a la naturaleza como una sola ecología sintética.

 

Notas:

1. Ver, por ejemplo, Glaeser, Edward. Triumph of the City: How Our Greatest Invention Makes Us Richer, Smarter, Greener, Healthier, and Happier. Reprint edition. New York: Penguin Books, 2012.

2. Aquí, empleo el término huella ecológica muy a mi pesar y sólo por conveniencia pues es una noción engañosa. No existe una “huella” ecológica discreta como tal. Más bien, existen una serie de territorios repartidos a lo largo y ancho de todo el globo de donde se extraen y depositan, gracias a un sinnúmero de muy reales y concretas redes infraestructurales, productos, materias y labor humano que posibilitan la continuidad de la ciudad de Nueva York.

3. Burdett, Ricky, y Deyan Sudjic. The Endless City. Phaidon Press, 2008.

4. Uno de las primeras y más completas críticas de la premisa intelectual tras el proyecto de Urban Age fue formulada recientemente por los geógrafos Neil Brenner y Christian Schmid. Ver: Brenner, Neil, and Christian Schmid. “The ‘Urban Age’ in Question.” International Journal of Urban and Regional Research, 2013. doi:10.1111/1468-2427.12115.

5. Ver por ejemplo: Mumford, Lewis. “The Natural History of Urbanization.” En Man’s Role in Changing the Face of the Earth, editado por William L. Thomas Jr., 382–98. Chicago: University of Chicago Press, 1956.

6. Smith propone entender al capitalismo como un sistema de producción espacial caracterizado por la desigualdad resultante. Desde el punto de vista de Smith, el patrón de urbanización desigual producido por el sistema neoliberal no es un defecto del sistema, sino su objetivo principal pues esta desigualdad es necesaria para la creación de un excedente que luego pueda ser extraído por el proceso de acumulación capitalista. Ver: Smith, Neil. Uneven Development: Nature, Capital, and the Production of Space. New York, NY: Blackwell, 1984.

7. Harvey declara que no “hay nada significativamente diferente entre Nueva York y la selva tropical” para dar a entender que ambos paisajes son resultado de los procesos de producción espacial específicos del sistema político-económico neoliberal. Ver: Harvey, David. “The Domination of Nature and Its Discontents.” En Justice, Nature, and the Geography of Difference, 120–49. Cambridge, Massachusetts: Blackwell Publishers, 1996.

8. Siguiendo a Lefebvre, con su tesis de “urbanización planetaria” Brenner propone la necesidad de nuevas categorías de estudio para concebir un proceso de urbanización que se extiende más allá de los límites visibles, concretos y tangibles de la ciudad. La portada de su libro muestra una imagen aérea de las arenas bituminosas en Alaska de donde se extrae petróleo el cual permite el funcionamiento de los grandes centros urbanos en otras partes del planeta. Ver: Brenner, Neil, ed. Implosions/Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization. s.l.: Jovis Berlin, 2013.

9. Moore propone la “ecología mundial” (world-ecology) como metodología de análisis y marco teórico para entender las crisis sociales y ambientales que, a su ver, no son más que diferentes aspectos de una crisis singular subyacente. Con esto, lo que sugiere es una síntesis robusta de las categorías de lo social y lo natural. Ver: Moore, Jason W. Capitalism in the Web of Life: Ecology and the Accumulation of Capital. New York: Verso, 2015.

10. Waldheim ha propuesto desde 1998, bajo la rúbrica de urbanismo de paisaje, que es el paisaje el medio más efectivo para entender la urbanización post-fordista (neoliberal): horizontal, híbrida y extendida. Ver: Waldheim, Charles. Landscape as Urbanism: A General Theory. Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 2016.

11. Mostafavi hace un llamado para conceptualizar nuevos modelos teóricos que procuren una nueva síntesis entre lo urbano y el entorno biofísico reconociendo que aunque el tema dista de ser nuevo, la escala del reto presente y la creciente presión de los imperativos ambientales dan al tema una relevancia sin precedentes. Ver: Mostafavi, Mohsen, y Gareth Doherty. Ecological Urbanism. Baden, Switzerland: Lars Müller Publishers, 2010.

12. Bélanger propone extender el significado convencional de la noción de infraestructura para incluir al paisaje biofísico como sistema instrumental de sustento de las economías urbanas. Ver: Bélanger, Pierre. “Landscape As Infrastructure.” Landscape Journal 28, no. 1 (Enero 1, 2009): 79–95.

13. Informándose en la literatura de la geografía y ecología políticas, Swyngedouw y Kaika hacen un llamado a dejar de presentar a las ciudades como antagónicas al medio ambiente, y verlas como un momento más en un proceso dialéctico de intercambios transformativos entre naturaleza y sociedad. Ver: Kaika, Maria, y Erik Swyngedouw. “The Environment of the City… or the Urbanization of Nature.” En A Companion to the City, editado por Gary Bridge and Sophie Watson, 567–80. United Kingdom: Blackwell Publishing, 2000.

14. Siguiendo la tesis del “cyborg” desarrollada por la filósofa Donna Haraway, Gandy propone entender a la urbanización como un proceso de hibridación, donde una diferencia clara entre lo natural y lo construido no sólo resultaría forzada, sino imposible. Ver: Gandy, Matthew. “Cyborg Urbanization: Complexity and Monstrosity in the Contemporary City.” International Journal of Urban and Regional Research 29, no. 1 (2005): 26–49.

15. Ésta es la famosa primera de las cuatro leyes informales de la ecología como fueran declaradas por el biólogo Barry Commoner en 1971. Ver: Commoner, Barry. The Closing Circle: Nature, Man, and Technology. New York: Alfred A. Knopf, 1971.

16. En ese sentido, dos antecedentes importantes son el sociólogo Louis Wirth quien proponía ya en 1938 entender el urbanismo como un modo de vida y el sociólogo Henri Lefebvre que declaraba como total al proceso de urbanización en su canónico libro “La Revolución Urbana” escrito en 1970. Ver: Lefebvre, Henri. La Révolution Urbaine. Paris: Gallimard, 1970, y Wirth, Louis. “Urbanism as a Way of Life.” American Journal of Sociology 44, no. 1 (1938): 1–24.

17. Ver: Foster, John Bellamy. Marx’s Ecology: Materialism and Nature. New York: Monthly Review Press, 2000. Jason Moore ha criticado la noción de ruptura metabólica (metabolic rift) de Foster proponiendo en su lugar un cambio metabólico (metabolic shift), pues a su parecer la noción de ruptura no hace más que reforzar la separación entre la ciudad y su entorno.

18. Ver: Foster, John Bellamy. Marx’s Ecology: Materialism and Nature. New York: Monthly Review Press, 2000. Jason Moore ha criticado la noción de ruptura metabólica (metabolic rift) de Foster proponiendo en su lugar un cambio metabólico (metabolic shift), pues a su parecer la noción de ruptura no hace más que reforzar la separación entre la ciudad y su entorno.

19. Cabe señalar que el mismo Koolhaas, desde 2012 ha mostrado tener interés en el campo declarando que si bien es cierto que la mitad de la población vive en ciudades, la otra mitad vive aún en el campo y por tanto éste espacio merece al menos la misma atención. Ver: Koolhaas, Rem. “The Generic City.” En S, M, L, XL, 1239–64. Rotterdam: 010 Publ., 1995 y Koolhaas, Rem. “Countryside.” Amsterdam, The Netherlands, April 24, 2012. http://oma.eu/lectures/countryside.

20. El término de “metrópolis invisible” tomado del ensayo “Atlanta” de Rem Koolhaas que comienza con la declaración “Atlanta no es una ciudad, es un paisaje,” uno de los puntos de referencia para la formulación del urbanismo de paisaje de Waldheim. Ver: Koolhaas, Rem. “Atlanta.” En S, M, L, XL, 1239–64. Rotterdam: 010 Publ., 1995. Sobre la misma línea de pensamiento, la propuesta para el parque de La Villete de OMA se titulaba “Congestión sin Materia” y proponía una “densidad sin arquitectura.” Ver: Koolhaas, Rem. “Congestion without Matter.” En S, M, L, XL, 894-935. Rotterdam: 010 Publ., 1995.

21. Ver por ejemplo: Cronon, William. Uncommon Ground: Toward Reinventing Nature. New York: W.W. Norton & Co., 1995. O Morton, Timothy. Ecology without Nature: Rethinking Environmental Aesthetics. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 2007.

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