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¡Felices fiestas!
El Museo Experimental El Eco presenta la cuarta emisión del Pabellón Eco, una invitación a jóvenes arquitectos radicados en México a realizar una intervención arquitectónica en el patio del museo. El Pabellón Eco 2013, en colaboración con Buró-Buró y Arquine para esta edición, es un proyecto de intervención temporal del cual se desprende un programa de actividades paralelas que tiene como fin promover los vínculos entre arquitectura y otras disciplinas. Los pabellones anteriores, con propuestas de Frida Escobedo, Estudio MMX y Luis Aldrete, complementan la narrativa para este año. El Eco seleccionó 5 propuestas: Zeller & Moye (Ingrid Moye + Christoph Zeller), Estudio Macías Peredo (Magui Peredo + Salvador Macías), ARSº Atelier de Arquitecturas (Alejandro Guerrero Gutiérrez y Andrea Soto Morfín), Gabriela López Dena + Cecilia Ceballos, CCA | Centro de colaboración Arquitectónica (Bernardo Quinzaños e Ignacio Urquiza). *El proyecto ganador se dará a conocer la próxima semana.
¿Qué puede sugerir-provocar un pabellón sobre arquitectura?, ¿cómo se resuelve la construcción y gestión del espacio en un pabellón circunscrito por la obra de Mathias Goeritz?, ¿cómo se visualiza la intención espacial de la propuesta?, ¿cómo definen las partes que conforman el pabellón y cómo interactúa el usuario con cada una de ellas?, ¿qué relación establece el proyecto con el interior del museo y/o con la calle?, ¿qué movimientos, secuencias, tránsitos y demoras suceden en el espacio?
El jurado del Pabellón Eco, integrado por Fernanda Canales, Isaac Broid, Jerónimo Hagerman y Luis Aldrete, ganador del concurso anterior, eligió la propuesta del Estudio Macías Peredo (Magui Peredo + Salvador Macías) como ganador de la cuarta emisión del pabellón en el Museo Experimental el Eco. El jurado destaca que: “El proyecto propone inclinar el piso del patio, levantando la parte posterior; un gesto elegante y original que transforma la experiencia del museo, y que se presenta como sutil sin perder una fuerte postura experimental y reflexiva. Desde el exterior, cambia la fachada al convertir su muro limítrofe en el basamento
donde las actividades del patio se entrevén de manera sugerente. Al interior, se transforma el tradicional patio en una plaza que establece una relación con el exterior. De un espacio interno y contenido, abre su horizonte a una perspectiva nueva y abierta. El acto de borrarle el límite al patio, y conectarlo temporalmente con la calle, modifica la percepción del espacio, inspirando reflexión. Es una intervención sencilla que detona muchas consecuencias: entre la plaza y la calle se crea un punto de encuentro, permitiendo que eventos internos y externos participen en una comunicación continua. Además, la inclinación produce un foro natural para eventos. Finalmente, la sensación que provoca un patio sin más limite que los árboles, es de una extraña y emocionante libertad, que sin duda afectará a los visitantes de este pabellón. La propuesta ganadora para el cuarto Pabellón Eco ofrece una nueva posibilidad de
utilizar y reflexionar sobre el Museo Experimental el Eco, y específicamente sobre la calidad espacial del patio de este ícono de la arquitectura.
Pensar un pabellón de arquitectura nos da la oportunidad de conducir nuestra reflexión hacia la idea de espacio y sus limites por encima del tema del objeto de diseño arquitectónico o volumen edificado. Para nosotros el pabellón deberá dar cuenta de una idea trabajada con el espacio. Creemos que no es un tema de composición sino de reflexión.
Renunciando a construir un objeto y estableciendo un diálogo con las preexistencias, relacionamos los experimentos de Goeritz. Estudiando su conducta, sus relaciones, sus intenciones, y desde ahí, ir elaborando nuevas posibilidades espaciales: que a partir de los elementos del patio se promuevan nuevas maneras de entenderlo. Por eso nuestra propuesta recuerda y se apropia del mismo material de cuarterón de barro que eligió Goeritz para el piso del patio, planteando una reinterpetación. Trabajamos con una nueva pieza y también con el recuerdo de su condición original.
La intención espacial se visualiza con una gran rampa que desdibuja un límite, transformando el patio en un foro y a la vez en una plaza diagonal que conversa con la calle. Más que imponer un elemento nuevo, nuestra propuesta parte de transformar, mostrar el mismo patio desde otra condición, desde otra lógica, más interactiva en función de quienes lo habitan. El usuario es un actor fundamental para la propuesta. La expresión misma del pabellón tiene sentido en tanto que se usa. Por un lado al aproximarse al museo desde la calle ocurre un acto inesperado: los visitantes se asoman. Y por otro, una vez ocupando el foro, los espectadores establecen una intensa conexión con los espectadores y los contenidos que están dentro de la galería a través del ventanal. Esto modifica el uso habitual del patio y las relaciones dentro y fuera de él. Por tanto las “partes” del pabellón serían la inclinación de barro, las preexistencias que lo hacen posible y los usuarios que la ocupan y la transitan.
La intervención aspira a unir determinantemente museo y calle. Por un lado la inclinación modifica el trayecto horizontal ordinario y es una provocación a volver a conectar con la calle. En el sentido inverso es un gran foro que voltea a ver de frente a la galería a través del ventanal de la cruz, elemento protagonista de esta nueva direccionalidad. En la cumbre uno puede ver las dos al mismo tiempo, la intervención hace ver que la galería y la calle son parte del mismo lugar. El patio se convierte en un plano activo, transitable, por lo que después del recorrido del pasillo y al encontrarse con el patio, se sugiere caminar hacia la calle desde otra perspectiva, más allá de contemplar la imagen habitual del recinto estático desde la galería.
Un pabellón como una estructura temporal tiene la oportunidad de ser un comentario sobre nuestro entorno social en nuestro tiempo ya que se realiza rápidamente y desaparecerá rápidamente otra vez. Por esta razón el arquitecto puede formular un discurso y puede, en el mejor de los casos, incluso influenciar a nuestra sociedad a través de su intervención. Nuestro pabellón propone una estructura abierta y democrática que invita a los visitantes a interactuar con otros a su alrededor e incluso a iniciar un diálogo con los habitantes de la zona más allá de los límites del Eco a través de su presencia vertical.
El emplazar un Pabellón en el corazón de la carismática arquitectura de Mathias Goeritz solo puede ser exitoso si se reacciona a su imponente aura. El Pabellón tiene que destacar del tan especial fondo pero al mismo tiempo no deberá trabajar en contra de él. ‘El Monte’ trabaja como la combinación con la arquitectura que lo rodea al ofrecer un auditorio informal que mira a la obra de Mathias Goeritz. Nuestra estructura explora el patio pero también ofrece una visión más allá de sus límites con perspectivas siempre cambiantes dependiendo de cómo se ocupe. Nuestro Pabellón propuesto es una composición geométrica multifacética que se emplaza sólidamente en el centro del patio. Como escultura se relaciona a la forma natural de las montañas pero al mismo tiempo hace referencia a configuraciones arquitectónicas con su conformación apilada y constructiva. Puede ser explorado al caminar a su alrededor pero revelará todas sus cualidades espaciales al ser escalada.
Hemos diseñado el Pabellón con distintos tipos de usos en mente. Por ejemplo, se puede encontrar una zona que provee con cierta densidad de asientos donde todos tendrán una gran vista debido a su articulación escalonada. Existen caminos con una ruta directa hasta la cima o hasta la base. En la parte más baja hemos introducido algunas zonas planas donde los visitantes pueden incluso recostarse y relajarse. Otras zonas son más verticales, proveyendo con respaldos para sentarse cómodamente como en un sillón. Todas estas zonas tienen en común el que son acabadas con un material suave pero robusto: una superficie de hule que hará a todas estas actividades más disfrutables para el visitante, incluso en visitas largas.
‘El Monte’ es claramente visible desde el interior de la galería. La altura del Pabellón es casi la misma altura que la del gran ventanal a través del cual se mira. Queremos asegurar que el Pabellón sea una fuerte intervención, pero sin opacar los elementos existentes como el ventanal y el muro amarillo. Desde la calle los peatones serán sorprendidos descubrir a un elemento levantarse desde el muro. La conexión visual entre la gente fuera y los visitantes dentro del Eco son propuestas y pondrán a las actividades del Eco en la mente de las personas que en condiciones normales pasarían sin reconocer lo que existe detrás de los muros.
Así como al escalar una montaña el mejor momento es al alcanzar su cima, la vista es especialmente gratificante después de sentir el esfuerzo para llegar hasta ahí. Esperamos que los visitantes usen la estructura en formas que nosotros no hubiéramos imaginado al diseñarla. La belleza en esto es lo difícil que es predecir lo que los usuarios harán de ella. El Pabellón es en realidad los visitantes usándolo. Esperamos el momento en el que el Pabellón se vuelva invisible, cuando la gente ocupe cada uno de los asientos durante algún evento.
Los pabellones y las intervenciones efímeras son oportunidades para reflexionar acerca de temas fundamentales, incluso básicos sobre arquitectura. Nos ayudan a dirigir la mirada a temas que probablemente olvidamos en nuestra práctica cotidiana. De esa manera se vuelve posible cierta experimentación, que el espectador percibe como una pieza con un cierto carácter lúdico.
En nuestro caso, fue la misma reflexión en torno a la obra y pensamiento de Goeritz, lo que desencadenó la posibilidad de su intervención. Creemos que nuestra propuesta emana directamente del análisis de los temas fundamentales en la obra de Goeritz –lo espiritual, la emoción, la manifestación de lo sagrado, el desvanecimiento de los límites entre arquitectura y arte– en su encuentro con nuestra propia agenda de trabajo crítico sobre la tradición. Decidimos construir una metáfora que fuera capaz de sugerir una sala hipóstila previa al muro amarillo del patio. Si dicho muro es en realidad una manifestación de lo sagrado –en palabras de Mircea Eliade, una hierofanía– la sala hipóstila es entonces el espacio que le antecede, como si de un templo antiguo se tratara. Nuestra sala hipóstila no es literal sino que está sugerida por un conjunto de plomadas que “flotan” sobre el espacio del patio.
Nuestra intervención se define básicamente como un tendido equidistante de cables de acero sobre el espacio del patio, del que cuelgan 280 plomadas de bronce dejando un espacio libre de 3 metros entre ellas y el suelo. Las plomadas, que están organizadas en una retícula de 50x 50 cms., sugieren una sala hipóstila, a través de la metáfora de la plomada como un instrumento histórico de corrección de la vertical para muros y columnas mediante la fuerza de gravedad. Esta trama es capaz de modificar sutilmente, pero también sustancialmente nuestra apreciación del patio de El Eco. De esa manera se sugiere simultáneamente una sala hipóstila y se construye la idea de límite superior horizontal del espacio. Un techo sutil sobre el patio del eco. El espacio producido, al sugerir un límite difuso sobre nuestras cabezas, atrae la mirada del espectador hacia las plomadas debido a que en conjunto reaccionan a los fenómenos como la gravedad, el viento y la luz. Debido a esto, se sugiere un espacio “debajo de” los límites que la pieza propone.
La relación con la calle se entiende como un lugar intermedio en el transcurrir que el mismo edificio sugiere, desde el ingreso y hasta el muro amarillo en el patio. O lo que es lo mismo, una estación temporal entre la penumbra de su pasillo de ingreso y la luz total del patio. Ese acto de “caminar hacia la luz” que se propone en el interior del museo, se ve intensificado por la presencia sutil de las plomadas en el espacio del patio.
Producir mediante la memoria y su transformación es en gran medida lo que ha motivado la idea para nuestro pabellón. Creemos en una arquitectura que es capaz de aprender del pasado; confiamos en la utilidad de la historia. Para ello, en nuestro estudio, hemos acuñado el término Intertectonicidad; para nombrar y analizar las relaciones de semejanza formal, estructural y material entre objetos culturales que en principio pueden proceder de diferentes lugares y tiempos. Si la plomada es a la columna, lo que la gravedad es a la verticalidad, entonces es posible construir la metáfora de la sala hipóstila. Además, la idea de la plomada nos remite a la tradición, al trabajo artesanal y a la idea de construcción colectiva que Goeritz menciona en su Manifiesto de la Arquitectura Emocional. Nos propusimos construir una pieza escultórica a través de razonamientos arquitectónicos, muy en sintonía con la idea de obra de arte total pregonada por Mathias Goeritz en la cual se desdibujan los límites entre las artes. Adicionalmente a todo esto, nos gusta pensar que el brillo dorado de las plomadas, evoca al trabajo de Goeritz.
Un pabellón puede ofrecer una experiencia distinta de un espacio existente, es también una oportunidad para crear nuevos diálogos con un sitio y la posibilidad de experimentar con procesos y materiales. Al tener un carácter efímero, permite jugar con elementos que a veces quedan excluidos de la arquitectura convencional. Un pabellón para el patio del Eco sugiere realizar un ejercicio para transformar la percepción espacial de la gente que lo visita. No nos interesaba agregar una estructura arquitectónica para llenar el espacio proyectado por Goeritz. Queríamos trabajar con la idea de usar únicamente los elementos existentes en el sitio y su contexto para cambiar la forma en la que se entiende y se vive el patio. Por ello planteamos una propuesta que no introdujera elementos externos para la construcción del pabellón, sino que posibilitara una lectura distinta del lugar explotando lo que esta ahí y damos por hecho -la estela amarilla, la jacaranda de la banqueta, el sol, las sombras y quienes visitan el museo-. Creemos que evidenciando, acumulando y manteniendo los residuos de los componentes presentes en el patio es posible generar un dialogo distinto con el espacio y cuestionarnos la forma en la que lo habitamos.
La intención del proyecto se visualiza al enfatizar el papel de todos los elementos que forman parte del espacio y su construcción día con día. Muchas veces pasamos por alto lo que tenemos enfrente y nuestra propuesta parte de reconfigurar lo existente de manera que lo vuelva visible de nuevo, con un sentido diferente. El elemento principal del pabellón es el montículo-paisaje-jardín que se forma por la acumulación de los residuos que caen en el piso del patio y que son barridos cuidadosamente por la misma persona, cada hora, cada día, para ocupar el espacio definido por la sombra que proyecta la estela de amarilla de Goeritz. A medida que avanza el día, los remanentes de lo que sucede en el patio se acumulan y crean una escena cambiante, dictada por el paso del tiempo, los elementos naturales que actúan sobre el espacio y las dinámicas sociales que sucedan en él. El área disponible para colocar los residuos cambia dependiendo de la hora, ya que la superficie delimitada por la sombra se contrae y se expande a lo largo del día. Al transcurrir las semanas y los meses, los residuos aumentan, pero el espacio que se puede utilizar para contenerlos disminuye gradualmente debido a la elevación estacional del sol en la bóveda celeste. La persona que realiza puntualmente la acción de barrer y mantener los residuos bajo la sombra de la estela tiene un papel fundamental en el proceso. Otra parte importante de la propuesta es la documentación que hará visible la construcción del pabellón y el paso del tiempo transcurrido. Planteamos una cámara colocada en la azotea del museo que cada 10 minutos registrará una imagen, al final de los 3 meses existirán 12,960 fotografías que conformarán un lapso de 9 minutos. El usuario tiene un rol de participación directa, ya que los residuos que genere o los objetos que deje formarán parte de lo que se acumula en el montículo delimitado por la sombra.
La relación con la calle se crea tomando elementos de ella para meterlos al museo. Las hojas de la jacaranda que hay en la banqueta caen directamente en el patio y serán gran parte de los residuos que formen parte del montículo. Si alguien trae un chicle pegado en el zapato y entra al museo y ese chicle acaba en el patio, éste también formará parte del montículo-paisaje-jardín. En ese sentido queríamos tratar de meter al espacio y guardar en él cosas que son consideradas basura.
Los movimientos que tomamos como puntos de partida fueron el paso del tiempo y la actividad que generan los visitantes al museo, así como los eventos que en él se realizan. Nuestra propuesta habla del desplazamiento de los distintos elementos que conforman el espacio y su contexto y de como éstos tienen efectos visibles. El criterio principal fue construir el pabellón entendido como un proceso, usando como materia prima los elementos ya existentes en el patio del museo.
Un pabellón sobre arquitectura tiene la capacidad de sintetizar a través de un objeto tangible una serie de pensamientos, inquietudes y programas que se darán dentro de este espacio flexible y temporal, esto le da al pabellón una versatilidad fantástica. En el Museo El Eco, nuestro pabellón sugiere la existencia de un espacio completamente nuevo dentro de un espacio icónico, una serie de emociones, actitudes y percepciones diferentes a partir de la intervención de un espacio conocido. En su propuesta CCA, pensó en un pabellón que pueda ser reintervenido y reinterpretado según lo que pase dentro de él provocando una serie de momentos diferentes en el lapso de tiempo que se mantendrá instalado. Sugiere también la posibilidad de transportar el espacio del patio a algún otro sito a partir del juego con el lleno el vacío. Quisimos evidenciar la presencia y sensibilidad del espacio concebido por Mathias Goeritz; El patio es un espacio sorprendente, su forma ligeramente asimétrica y la sensibilidad con la que están acomodados sus elementos genera una sensación muy única. Por esto decidimos dibujar la totalidad del espacio del patio con una retícula tridimensional. Esta retícula evidencía la geometría del espacio y permite generar dentro de ella, un espacio enteramente nuevo, en el que se pueden percibir al mismo tiempo el espacio original del patio y el nuevo espacio del pabellón.
El espacio resultante del pabellón es una negociación entre el programa solicitado, las actividades al interior del pabellón y una serie de momentos ligados con la arquitectura emocional de Mathias Goeritz. Para su representación se realizaron diversas maquetas y dibujos que fueron aclarando las intenciones de diseño hasta llegar a un resultado final: a un nuevo vacío dentro del espacio enteramente ocupado. Consideramos la relación de “El Lleno y El Vacío”, y la relación entre “El Espacio y El Vacío.” El pabellón genera una ambigüedad entre estos conceptos. En segundo plano está la serie de momentos en los cuales el usuario interactúa con el pabellón. Desde que se percibe el espacio desde afuera del museo, el usuario va descubriendo estas ambigüedades. Al ver el pabellón desde la sala principal, se tendrá un nuevo momento de tensión; ¿El patio esta lleno o vacío? ¿Puedo entrar al patio o no? al entrar al pabellón se genera un momento de compresión desde donde se perciben los aspectos sólidos de la propuesta, al atravesar el umbral y entrar en el espacio central del pabellón se genera otro momento, donde se comprende por primera vez el espacio interior del pabellón. Al acercarse al tótem o escultura amarilla, el pabellón permitirá apreciarlo de una nueva forma, desde una perspectiva nueva, con una escala monumental. Al final las partes y el todo se difuminan también. Es como estar dentro de una nube geométrica, no se puede definir o percibir su espacio con exactitud, se tiene que analizar y recorrer para poder experimentar todas las distintas sensaciones que el pabellón ofrece.
Existe una constante en la percepción del pabellón desde estos dos puntos, desde la calle y desde adentro del museo. Se percibe como que el espacio del patio esta lleno, ocupado. El espectador tiene que meterse al pabellón para poder experimentar su espacio interior y descubrir la serie de momentos que suceden ahí dentro.
De lo conceptual a lo práctico a lo emocional a lo constructivo a lo presupuestal y de regreso al concepto. Una búsqueda experimental de un diálogo con el espacio y con el espectador. El discurso es muy claro, llenar el espacio del patio para generar un nuevo espacio vacío.