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Columnas

Luis Barragán, el epicentro | Hallazgos visibles (II)

Luis Barragán, el epicentro | Hallazgos visibles (II)

16 marzo, 2014
por Oscar Ramírez | Twitter: Oo_inc

¿Se puede ubicar el epicentro del universo barraganiano? Si fuera posible estoy convencido de que no sería relevante, pero las consecuencias que derivarían de ese evento sí lo son y se pueden visitar cualquier día. Sin embargo, asomarnos a ese principio puede alumbrar pistas de un posible proceso de diseño en la obra de Luis Barragán.

CasaBarragan escaleras

El lugar más emblemático, fotografiado y acaso más original de toda su obra es el corazón de su casa en Tacubaya: la biblioteca y sala o estancia o hall, como gusten llamarle. Ahí se encuentran la conocidísima escalera y el ventanal. Este espacio corresponde, en la actualidad, a una sola habitación dividida por algunos muros y biombos. En las primeras fotografías de ese espacio, se puede ver que no contenía muros ni mobiliario que lo dividiera. La fotografía 28 del folder 35, en la caja 33 del archivo de Esther McCoy, del Archives of American Art,

http://www.aaa.si.edu/collections/container/viewer/Barragan-House-1947-1948–492932

se puede ver una fotografía del mencionado espacio en su aspecto primitivo, con apenas algunas butacas que lo amueblaban. Es de notar no sólo la ausencia de mobiliario sino también la de cuadros en los muros y de alfombras.

13 escalones

Por fortuna ya ha sido investigado y documentado —de forma abultada— el origen (si se le puede llamar así) de la famosa escalera en cantilever de la Casa Barragán. Se sabe que Barragán conoció el proyecto de Le Corbusier para el ático de Carlos de Beistegui, donde se puede mirar una escalera muy similar a la construida en la actual Casa Ortega, poco tiempo después, hacia 1943. Sobre ese evento, existe una pista concreta que menciona Antonio Ruiz Barbarin en el libro Luis Barragán frente al espejo, la otra mirada (editado en el 2008 por la Fundación Caja de Arquitectos). En la página 97 aporta lo siguiente: “El encuentro se produce gracias a la intervención de una gran mecenas. Barragán conversa con Marie de Noailles, vizcondesa de Bizarre y dueña de una de las mejores colecciones de arte de Francia, acerca de Le Corbusier, y es ella quien le recomienda que visite una obra que acaba de terminar en los Campos Elíseos de París para un paisano suyo, Carlos de Beistegui. Y Barragán va a verla. Esto sucede con posterioridad al 3 de septiembre, posiblemente en algunas de las fantásticas fiestas que este millonario acostumbraba dar en su ático”.

Lo particular de esa escalera tiene que ver con las dimensiones utilizadas en la proyectada por Le Corbusier y por la jerarquía estética otorgada a un objeto en principio utilitario. En la página 107, de dicha publicación, se encuentra la siguiente observación: “La escalera exterior de esta vivienda es otro antecedente muy claro de la que luego aparecerá, hecha de madera, en el interior de su casa-estudio: es, a su vez, una clara reminiscencia de la del ático Beistegui. Sus escalones pertenecen al muro desde el que vuela. Es una escalera de concepción muy primitiva, con antecedentes claros en muchas culturas antiguas que, quizá, Barragán reinterpreta de una manera contemporánea o le traiciona el subconsciente de una que vio en París… En esta primera ocasión la realizará de ‘concreto’ (mortero de cemento y armadura metálica), pero, además, contiene el mismo número de peldaños y el ancho: ¡es idéntica a la de la escalera que construirá siete años más tarde en el interior de su casa definitiva! El empotramiento y funcionamiento estructural en voladizo es el mismo también, situándose igualmente en el costado derecho. La solución interior futura la realizará, sin embargo, de una forma más sutil y ‘elegante’ en madera de sabino”.

Se podría entender o suponer que, si Barragán repitió la fórmula ya aplicada en la escalera de la Casa Ortega para su siguiente obra, su propia casa en el número 14 de la calle Francisco Ramírez, ése fue el parámetro de altura y del nivel de entrepiso del tapanco y del descanso de la escalera principal. Asimismo, es la condicionante de altura total en la biblioteca y estancia y, por supuesto, del resto de las habitaciones de la planta alta: principal, cuarto blanco, de huéspedes y tapanco). Es así que la altura del ventanal hacia el jardín se puede comprender: su altura de 4.50 metros va desde el nivel de piso terminado del jardín al lecho bajo de la trabe de ese muro. Esa cota genera la anchura de ese ventanal cuadrado. Dicho elemento está enmarcado por la herrería del ventanal que forma una cruz, misma que se “oculta” en su perímetro para destacar la cruz griega. De esta manera, dado el referente de diseño de una escalera de 13 escalones empotrada a un muro por su costado derecho, se puede entender la totalidad de las alturas de la casa. Al nivel de piso terminado del llamado “tapanco” se le suma la altura de las habitaciones de entrepiso. Sólo como un dato para tener en cuenta, la altura del tapanco, es decir del entrepiso de la doble altura de la biblioteca y estancia, es la misma que la altura de los muros perimetrales hacia la calle y la colindancia de la terraza o azotea.

Sobre el ventanal que forma una pronunciada cruz griega hacia el jardín de 4.5 x 4.5 metros sabemos que en su origen estaba formado por una retícula de herrería de 25 x 25 centímetros que cubría con perfección ese vano. Un ejemplo idéntico a lo que menciono puede ser visto en la actualidad en la ventana de la biblioteca de Casa Barragán que da hacia la calle y en los ventanales de la previa Casa Ortega que igualmente dan hacia el jardín en el extremo poniente de la casa. Una fotografía de autor desconocido retrata a Chucho Reyes sentado en una diminuta silla mientras observa un muñeco de cartón de grandes dimensiones. Al costado izquierdo se asoma un piano (mismo que se puede ver en fotografías interiores de la Casa Ortega cuando era habitada por Barragán en 1945).

Jesus Reyes Ferreira 3BN

Por las texturas en el aplanado de los muros, se puede saber que ese espacio corresponde al ventanal de la estancia que da al jardín. Se trata de la única imagen de esa habitación con el ventanal resuelto en retícula, distinto a su estado actual. Pero guarda algunas similitudes, ya que se oculta la herrería de su perímetro por el acabado de los muros, factor que hace resaltar la forma geométrica del elemento. Dicha solución fue cambiada al poco tiempo (1948 aproximadamente) para dar paso al emblemático ventanal con una cruz apuntada que se puede observar hoy en día. Dicho sea de paso, en la foto se puede apreciar que aún no se había colocado el piso de madera que hoy se asoma.

Sobre el espacio que divide la biblioteca de la estancia —que es uno sólo—, se tiene el registro de que fue consecutivamente fraccionado hasta tomar la forma actual. La fotografía 11 del folder 35, en la caja 33 del archivo de Esther McCoy, del Archives of American Art, agrega muchos elementos a considerar.

http://www.aaa.si.edu/collections/container/viewer/Barragan-House-1947-1948–492932

El muro bajo que divide la estancia de la biblioteca, fue construido a partir de los libreros, como su extensión. Dichos muebles en un principio se extendían hasta la chimenea y posteriormente fueron modificados para delimitar el espacio de la estancia. La diferencia de años para tales modificaciones es de tres, periodo muy corto si consideramos todas las modificaciones de la casa. Otro elemento modificado es la sección baja de la escalera en cantilever de la biblioteca, en un principio no contenía alfombra y se podían mirar las duelas del piso. En un periodo posterior fue pintado de rosa al igual que el muro sur, hacia el tapanco. Dicho muro que sostiene la escalera, previamente estaba rematado con un librero que después fue retirado para dar paso a un muro de la misma altura que Luis Barragán.

Barragan 18

Salvo en un momento en que el muro bajo de la escalera de la biblioteca era rosa, el resto de ese espacio, estancia y biblioteca, siempre fue de un solo color: blanco, tal como lo es ahora. Dentro del ideario colectivo de la estridencia cromática de Barragán, ese apunte señala que a don Luis se le puede analizar desde otra perspectiva que no sea la del color. Por otro lado, su casa puede ser interpretada y se le puede dar una lectura desde una visión muy simple y compleja al mismo tiempo: se llama geometría y eso, explica muchas cosas.

 

Fotografías: Andrew Greensmith, cortesía Fundación Arquitectura Tapatía.

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