Empezar de cero. Los metabolistas japoneses
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¡Felices fiestas!
18 febrero, 2014
por Mónica Arzoz | Twitter: marzozcanalizo
Aldo Rossi se refiere a las ciudades como escenarios que dan lugar y espacio para que los eventos humanos del día a día cobren vida. Las ciudades son el reflejo de la realidad de una civilización: absorbiendo eventos y sentimientos; haciendo de cada momento vivido y por vivir una memoria, una marca; evidenciando la historia de cada ciudad. En otras palabras, las ciudades tienen memoria y hay ciertos eventos a través de su historia que transforman la vida y la arquitectura de éstas.
Al hablar de ciudad de México, siguiéndola a través de su historia, uno de los momentos clave que dejaría una fuerte marca y que hace de esta ciudad lo que es hoy en día es, sin duda, el terremoto de 1985 y todas las implicaciones que tuvo a nivel social y político, pero sobretodo en la dinámica de la propia ciudad. Las ciudades o centros urbanos se rigen e incluso, en ocasiones, son dominadas por fenómenos de índole diversa. Éstos, en su gran mayoría, surgen como consecuencia de actos humanos, dándole vida y energía a las ciudades, brindándoles esencia propia, definiéndolas y diferenciándolas de las demás. Sin embargo, también existen los fenómenos naturales, fuera del alcance del control humano, que de igual manera impactan la historia de las ciudades dejando una huella. Tal es el caso del terremoto de 1985 en ciudad de México.
Nunca se supo con exactitud el número exacto de vidas que se perdieron esa mañana del 19 de septiembre, ni todas las causas del derrumbamiento de las más de 15,000 edificaciones. Sin embargo, lo que sí se sabe son los efectos que el fenómeno tuvo sobre la ciudad a corto y largo plazo.
Como afirma Rossi, la ciudad, y su arquitectura se convirtieron en testigos y representantes de los eventos de 1985. Recordándonos y mostrando la real vulnerabilidad de una de las ciudades más grandes del mundo ante la naturaleza, el control de la ciudad pasó de estar en manos de sus habitantes, a estar en manos de la naturaleza. La arquitectura sería el instrumento receptor y transmisor de la energía que un terremoto de estas dimensiones es capaz de generar.
Una ciudad esta conformada por diferentes piezas unidas por medio de distintas redes. Es la arquitectura y los espacios que esta crea, lo que une y le da cohesión a una ciudad, por lo que al momento de romperse, fragmentarse o derrumbarse, se crea un fenómeno de desconexión en cadena entre las diferentes piezas. Es en ese momento que, la ciudad se delata como un organismo frágil y vulnerable que necesita de todas y cada una de sus piezas para subsistir. El terremoto fragmentó y rompió la ciudad, debilitándola y convirtiéndola en un gran rompecabezas de desastres, dejándola incomunicada y desconectando a sus habitantes. La vida dentro de la ciudad se pausa y los sistemas de redes existentes se paralizan. En consecuencia, los capitalinos harían crecer nuevos desarrollos alejados del centro, moviéndose hacia los suburbios. El centro de la ciudad, junto a colonias como la Condesa, la Roma o la Juárez, entre otras, siendo las más afectadas, entrarían en un letargo, una pausa, emprendiendo un proceso lento de reconstrucción que duraría décadas. Por otra parte, este fenómeno natural introdujo un cambio en la forma de pensar, reglamentar y construir la arquitectura en México, dándole a la ciudad, paradójicamente, una oportunidad para reinventarse y reimaginarse de nuevo.
Hoy, este proceso de reinvención no ha llegado a su fin, pero muestra algunas luces. Es hasta años más recientes que las colonias mencionadas vuelven a recuperar su esencia e incluso revitalizarla. La ciudad se reconstruye para crear un nuevo futuro. A casi 30 años de los sismos de 1985, ciudad de México aún carga con las memorias de aquél día. La desconexión en la ciudad y entre las personas generada por ese fenómeno natural, poco a poco va quedando atrás y la ciudad y sus colonias centrales se reinventan con un futuro muy esperanzador.
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