3 febrero, 2016
por Hugo Mujica
Debemos trabajar buscando cosas simples, útiles, sin adornos, pero que estén orgánicamente adaptadas al hombre corriente y en armonía con el ser humano. Se ha olvidado al hombre y, sin embargo, la verdadera arquitectura solo esta allí donde el hombre constituye el centro. Tanto su comedia como su tragedia.
Alvar Aalto
Hablar del arquitecto finlandés Hugo Alvar Henrik Aalto (Kuortane, 3 de febrero de 1898 – Helsinki, 11 de mayo de 1976) remite al carácter topológico, la relación estrecha del edificio, tanto con su emplazamiento físico –donde se integra y emerge de la tierra, y el suelo se vuelve muro y el muro cubierta– así como su relación con el contexto social e histórico del lugar. A 115 años de su nacimiento, su arquitectura –y mobiliario–sigue siendo referencia de un trabajo impecable del ladrillo y la madera, materiales que Aalto combinó con la estructura para determinar la envolvente del edificio, dotándolo de un carácter más estereotómico.
La parte tectónica –donde la estructura total del edificio además de soportar la cubierta genera una matriz de elementos– en algunos casos es racional y sólo como estructura portante, sin evidenciar demasiado su presencia, y en otras bastante expresiva, y de carácter orgánico, mezclando así el sentido de complejidad espacial y audacia constructiva. Robert Venturi decía que “…características como complejidad y contradicción en su obra, han sido ignoradas o malentendidas. Los críticos se han dejado llevar por otras de sus características mucho más evidentes y fácilmente reconocibles como la sensibilidad a los elementos y materiales naturales o sus finos detalles. Yo no considero el trabajo de Aalto como pintoresco….La complejidad de su trabajo es parte de un programa y de la estructura de un todo mucho más amplio, que una imagen expresiva justificada por el simple deseo de la expresión…”.
Ejemplo de esto son las estructuras más dinámicas y expresivas, con relación a la tectónica del edificio, principalmente en sus edificios públicos: auditorios, salas, iglesias, y piscinas, por mencionar algunos. El Aula Magna de la Universidad de Otaniemi (1961-1964), una de sus obras maestras, ejemplo de la relación entre la estructura con la forma del edificio, más estrechamente con la cubierta, y un intrínseco vínculo con el uso final de la obra. En esta sala, basta ver el corte, un plano inclinado muy característico de su obra. Se trata de una sección que se convierte en una generatriz formal, que al girarla poco mas de 90º sobre el radio de la curva, le da vida al espacio. La estructura no nace de consideraciones esenciales concebidas a su posible “naturaleza”, sino que utiliza su versatilidad para seguir la forma sin la necesidad de una completa identificación con la misma.
Estas matrices tridimensionales con múltiples funciones soportan y dan forma al edificio, responden a su su función y generan espacialidades que no son apreciadas desde el exterior; como si arbitrariamente se reservaran para los ocupantes, los que realmente perciben la dimensión, habilidad proyectual e intenciones del arquitecto.