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Cosmogonía Doméstica

Cosmogonía Doméstica

5 febrero, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

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Decía Andrés Jaque en el pasado Congreso Arquine que la vivienda se encontraba estrechamente vinculada con lo político a pesar que se había asociado generalmente a un mundo neutral alejado de toda intencionalidad política. Por el contrario Jaque defendía “pasar de describir los dispositivos arquitectónicos como cajas en las que luego entran cosas y entender que son puntos de paso de asociaciones de muchas cosas”, esto es su visión animaba a pensar que ningún objeto –sea una casa o un mueble de IKEA– sea visto como un simple hecho aislado y necesita pensarse como parte de “una visión ecosistémica” que implicaría para la arquitectura “empezar a describir las cosas como relaciones múltiples que se performan y que nunca son estables; que están evolucionando”.

Estas palabras parecían resonar ayer en la presentación del último trabajo de Damián Ortega para el patio del nuevo Museo Jumex, en el que su pieza, Cosmogonía Doméstica, es una suerte de universo conformado por decenas de objetos cotidianamente domésticos que se mueven y desplazan en un incesante juego de traslaciones y rotaciones, conformando una delicadísima obra que, en contraste con los edificios y la actividad de Plaza Carso, se mueve con una bella lentitud que parece reclamar la atención –y algo del tiempo– de un usuario que se desplaza frenéticamente entre un edificio y otro. A decir verdad la construcción de la pieza, su mecanismo o maquinaria –oculto bajo el subsuelo y protegido por una capa de madera reciclada– parece contener este enfrentamiento de tiempos. El propio Damián Ortega comenta que “durante la conformación de la pieza yo la planteaba como un sistema solar pero la estructura para hacerla era realmente la de un reloj; me intereso mucho la idea de que una escultura pública fuera así porque pasa a marcar justamente el espacio colectivo, crea una dinámica, un ritmo cardiaco o un modo de clasificación del tiempo”.

Con la pieza, Ortega ha sacado su propio mundo doméstico y afectivo –las ollas mesas y sillas estaban en su casa– para abordar la intervención en el espacio público desde “la parte que parece menos evidente: el momento privado, la casa, la convivencia” reivindicando el heroísmo de lo cotidiano frente al ritmo de ese “espacio de productividad” en Polanco. Así, dentro de este contexto de comercio bursátil y de especulación, de circulación y prisa, la pieza busca desestresar ese contexto a través de la presencia de lo común y cotidiano. “A fin de cuentas hay una humanidad, hay un espacio reflexivo y un espacio que cambia el ritmo de la plaza y eso establece una posición política”.

Pero incluso más allá de eso la pieza es destacable por la posición que ocupa. En un lugar nada marginal que sirve de transición o interfaz entre el entorno y el Museo Jumex demuestra el potencial futuro del diseño de David Chipperfield –y que en palabras de su curadora, Rosario Nadal, es algo que aspira a seguir investigando la institución. La pieza y la plaza se convierten  en un polo de atracción de la plaza, no desde un elemento de excesiva presencia que quiere hacerse notar –tan común en aquella zona– sino con un objeto pequeño, vivo, excitado y excitante, público y privado, silencioso pero en movimiento perpetuo que aplaude el mundo intimo e infra-ordinario.

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